La gripe de nunca acabar

Gripe

La gripe de nunca acabar

El concierto de toses y estornudos con que incordié a los demás asistentes a la cena empañó los villancicos y distorsionó las conversaciones

Gripe

Escribo recién salido de la gripe, de una gripe dura y resistente como he sufrido pocas. Ya sé, ya sé que no es nada original: les ha ocurrido o les está ocurriendo a millones españoles. Y la verdad es que no sé qué decirles a los que todavía renquean o aún no les ha tocado. Empieza por dolor de cabeza. La recomendación que mi experiencia reciente me dice es la de los juegos de cartas cuando la mala racha persiste, paciencia y barajar.

Y no voy a dar consejos porque cuando me los dan a mí nunca les hago caso. Reconozco que una gran parte de culpe fue mía porque llevaba semanas escuchando que debía vacunarme y la realidad no es que no haya tenido tiempo, es que no lo busqué. Luego, cuando empiezan los síntomas ya es tarde. Yo comencé el día de Nochebuena, escribí un comentario sobre el mensaje del Rey con fiebre y la cabeza embotada, y luego en la mesa familiar apenas aguanté una hora.

El concierto de toses y estornudos con que incordié a los demás asistentes a la cena empañó los villancicos y distorsionó las conversaciones. Nos habíamos prometido no hablar del procés catalán ni siquiera ante las copas de cava y lo cierto es que mi penoso estado físico acabó llevándoles una vez más al llamado monotema que ya es un tema muy aburrido, muy poco estimulante y nada original para esa noche.

Así que, atiborrado de medicamentos que me recomendó mi amigo y farmacéutico de cabecera Valentín Torregrosa, me retiré sin esperar al turrón. Nueve días estuve, uno mal y otro peor, hasta que me arriesgué a lo que de verdad me gusta comer, que son helados, sospecho que contraproducentes para una garganta tocada de arriba abajo pero la carne es débil y la tentación fuerte. No le consulté a Valentín aunque sé que es persona tolerante con las debilidades ajenas.

Y por fin, toco madera, parece que la cosa pasó. Lo digo mayormente para tranquilizar a los están con el trancazo a cuestas y convencidos seguramente de que no se van a librar nunca más de semejante incordio. Tranquilos. Es cuestión de paciencia, ya lo he dicho, y no de barajar porque la baraja no siempre está mano, pero sí de paciencia para esperar un año de nada. No quiero resultar pájaro de mal agüero, pero para finales de 2018 cuenten con ella porque seguro que vuelve.

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