Resumen parlamentario 2017

Tribuna Especial 26 Aniversario

Resumen parlamentario 2017

Pocas líneas para una crónica de un año parlamentario. Y sin embargo la legislatura está siendo tan turbulenta que sus rasgos básicos emergen con fuerza. Vamos allá.

Fernando Navarro

Parece que finalmente Spain is different y, a diferencia de otros países occidentales, la crisis no nos ha traído un populismo sino dos. El populismo ideológico de Podemos, cuya aportación a la solución de los problemas consiste en señalar a los descontentos un enemigo común; y el nacional-populismo, con su propio chivo expiatorio, dispuesto a sacrificar en el altar de una Idea abstracta a los ciudadanos concretos.

En las aciagas jornadas del 6 y 7 de septiembre los nacionalistas catalanes pretendieron derribar la democracia. No tenían plan B y aparentemente tampoco plan A, a juzgar por la sorpresa con que recibieron la fuga de empresas, la ausencia de apoyo internacional, y la reacción de los ciudadanos decididos finalmente a romper décadas de espiral de silencio. ¿Confiaban en un apaño de última hora con los viejos partidos, continuación de décadas de práctica política en este sentido? Es muy posible, pero el escenario ha cambiado, entre otras cosas por la presencia de Ciudadanos. El artículo 155 fue aplicado por primera vez en España, y los españoles descubrimos, finalmente, que somos una democracia con más derecho a dar lecciones que obligación de recibirlas. La huida de Puigdemont, la abjuración de Forcadell, o las declaraciones de Comín reconociendo haber mentido a los ciudadanos, disiparon la épica del Proceso, y demostraron que para los separatistas la independencia era poco más que un parque temático.

¿Y los populistas ideológicos? ¿No son incompatibles los enemigos imaginarios de uno y otro? ¿No son las élites corruptas de unos los dirigentes de los otros? ¿Podían unirse los abanderados de los parias de la tierra con los de la insolidaridad? Podían. La coherencia no es uno de los fuertes del populismo, y ambos mantienen como interés compartido el desmantelamiento de la democracia nacida en el 78. Pablo Iglesias gritó “Visca Catalunya lliure i sobirana”, afirmación que los españoles no parecen haber valorado positivamente a juzgar por las encuestas; ahora intenta desesperadamente hacer equilibrios amparado en su escasa predisposición hacia la verdad.

Toca ahora hablar de los viejos partidos. De un lado, un partido socialista profundamente dividido entre los que continúan creyendo que la mejor manera de afrontar el nacionalismo es diluirse poco a poco en él, y los que aún mantienen una visión de España como garantía de la igualdad. Finalmente se alineó contra los separatistas y con la restitución de la democracia en Cataluña. ¿Hasta cuándo? Es legítima la desconfianza vistas las experiencias de Maragall y de Montilla. Por otra parte un Gobierno con mayoría exigua y resistiéndose a renovar su cúpula tras la corrupción, lo que lo hace muy vulnerable a la crítica.

La precaria mayoría del Partido Popular ha dificultado su trabajo de Gobierno, pero ha propiciado una oportunidad para el verdadero trabajo parlamentario. Con demasiada frecuencia algunos la han desaprovechado y han optado por el espectáculo mediático. Pero otras veces diputados de distintos colores han aportado su esfuerzo para conseguir un trabajo serio. Este es el caso de la conocida como Ley de Autónomos, primera ley de Cs en el Congreso. O de la Ley de Contratos, de cuyas más de 1.000 enmiendas la ponencia acabó transaccionando más del 90%.

¿Qué nos depara el año que viene? Aunque esperamos que el ímpetu de la mayoría silenciosa y la decepción de los separatistas estafados por sus líderes provoquen un cambio electoral Cataluña seguirá marcando la agenda por algún tiempo. En cierto modo el futuro de Europa se juega ahora en España. Tenemos, políticos y ciudadanos, mucho trabajo que hacer, y debemos afrontarlo con responsabilidad. Y con orgullo.

Fernando Navarro, diputado de Ciudadanos en el Congreso.

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