El año turbulento en el que nada cambió

Tribuna Especial 26 Aniversario

El año turbulento en el que nada cambió

Un año turbulento en el que todo pudo cambiar pero que en que, al final, nada cambió.

Joan Baldoví

El año ha sido convulso, crispado, acelerado. La inesperada –y esperanzadora- elección de Pedro Sánchez en la secretaría general del PSOE contra toda la maquinaria del establishment y contra todo pronóstico, la moción de censura de Podemos, la declaración de Rajoy ante un juez, la omnipresente crisis catalana, la creación de múltiples comisiones en el Congreso (sobre la presunta financiación ilegal del PP, sobre la crisis financiera, sobre el accidente del Alvia), las reiteradas votaciones perdidas por el PP que nos mostraban una y otra vez que ya no disponía de mayoría absoluta y…

Sin embargo, Mariano Rajoy sigue gobernando de manera imperturbable, quizá con algún sobresalto, con algún pequeño disgusto, pero con la convicción lampedusiana de que “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

Así ha sido. A diferencia de la anterior legislatura donde todo estaba atado y bien atado, donde el PP no perdía ni una sola votación y semana tras semana se aprobaban leyes y decretos-leyes con frenesí, debilitando una y otra vez derechos sociales y libertades públicas, en esta legislatura agitada pierde votaciones (o directamente se suma a la mayoría para no quedarse solo, como en el caso de la comisión para investigar su presunta financiación ilegal), es incapaz de aprobar leyes porque ya no cuenta con aquella añorada mayoría y la oposición saca adelante propuestas de ley o mociones de manera reiterada. Y sin embargo, insisto, nada cambia. Las propuestas de ley se estrellan una y otra vez con el veto del gobierno que apela reiteradamente al incremento del gasto público o con la ampliación “ad eternum” de los plazos para la presentación de enmiendas (algunas ya llevan 40 ampliaciones como la reforma del Estatut valenciano que sólo tiene un artículo).

Y además quedaba Catalunya. Un conflicto áspero, sin resolver, que durante un tiempo pareció hacer vacilar al gobierno. Pero que, por el contrario, ha tenido la virtud balsámica de ocultar cosas muy importantes que quedaban enterradas bajo toneladas de información sobre el “procés”.

La cascada continua de nuevas informaciones sobre la corrupción del PP quedaba amortiguada, casi invisibilizada, por las continuas invocaciones a la unidad de España y a la bandera rojigualda.

La inaplazable y urgente aprobación de un nuevo sistema de financiación de las CCAA de régimen común se ha visto nuevamente postergada. Por el contrario, hemos visto con perplejidad el repentino furor vasquista de este PP que ha aprobado con celeridad la renovación del concierto y el cupo vascos a cambio de un chaleco salvavidas: la aprobación de los nuevos presupuestos generales del estado que garantizan un año más de Mariano Rajoy en la Moncloa. Una vez más se ha jugado con el derecho de todos los ciudadanos a recibir los servicios fundamentales (sanidad, educación y prestaciones sociales) en condiciones dignas y equitativas por un puñado de votos que garanticen la supervivencia del PP en el gobierno.

El aumento de la desigualdad que hace existan tasas obscenas de personas por debajo del umbral de la pobreza. El debate inaplazable sobre las pensiones y su -práctica- congelación. La precariedad laboral y la aparición –inaudita- de trabajadores pobres. La distribución de la riqueza para que también llegue a los y las trabajadoras, ahora que parece que abandonemos esta crisis que tanto sufrimiento ha generado.

Y tantos y tantos problemas que se ven desplazados injustamente del foco de atención de las instituciones, de los medios de comunicación y de, lo que es peor, del debate cotidiano de los ciudadanos.

Un año turbulento en el que todo pudo cambiar pero que en que, al final, nada cambió.

Joan Bladoví, portavoz de Compromís en el Congreso.

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