Un viaje en la línea 5

Tribuna Especial 26 Aniversario

Un viaje en la línea 5

Los desequilibrios se dejan ver con especial crudeza en los distritos periféricos. Puente de Vallecas, Villaverde y Usera tienen una tasa de paro superior a Salamanca, Retiro, Chamberí y Chamartín.

Carlos Sánchez Mato.

Que la ciudad de Madrid es una ciudad desigual desde un punto de vista social y económico no es ninguna novedad para cualquiera que observe a su alrededor. Viajo habitualmente en la línea 5 de metro y durante el trayecto puedo comprobar bajo tierra que las diferencias rasgan Madrid de norte a sur y de este a oeste. Llego a mi mesa de trabajo en el Ayuntamiento de Madrid y constato esa realidad en números y estadísticas.

Los desequilibrios se dejan ver con especial crudeza en los distritos periféricos. Puente de Vallecas, Villaverde y Usera tienen una tasa de paro 5 puntos porcentuales superior a Salamanca, Retiro, Chamberí y Chamartín. Quienes cobran pensión en alguno de los tres distritos más pobres alcanzan una media de 938 euros; en cambio en los más ricos la media sube a los 1261 euros. Las diferencias económicas tienen consecuencias evidentes: la esperanza de vida es de 81 años en los barrios más pobres y 84 en los más ricos.

Casi todas las brechas se acentúan claramente para las mujeres, con tasas de paro registrado que por ejemplo superan hasta 3 puntos la de los hombres en Villa de Vallecas. Los hogares más afectados por la crisis son los sustentados por mujeres jóvenes, con hijos/hijas y bajo nivel de estudios, y con trabajos precarios o en paro.

Y la discriminación se dispara también para la población migrante, muy presente en todas las estadísticas de desigualdad. La vulneración de derechos sigue siendo habitual tanto en las calles como en los Centros de Internamiento de Extranjeros que no son sino un triste eufemismo de cárcel (en sentido más estricto en el caso del CIE de Carabanchel, cuya ubicación coincide con la antigua cárcel) que prioriza la reclusión frente a la inclusión.

No hay una única “ciudadanía madrileña”: el modelo de ciudad que encontramos apuntala la desigualdad, la discriminación, los techos sociales a todos los niveles, entre generaciones, entre nacionalidades y entre géneros. La crisis no ha hecho otra cosa que agudizar, aún más si cabe, los procesos de empobrecimiento y precarización de sus habitantes. Los desequilibrios son visibles, palpables, producen profundo malestar entre el tejido vecinal.

Un malestar que a veces se traduce precisamente en rechazo a quienes están más cerca. Fenómenos como los desahucios, las mafias que ocupan viviendas para lucrase con la necesidad se registran en barrios y distritos de Madrid que tradicionalmente han sido receptores de quienes vivían en poblados marginales y han sido realojados por las administraciones públicas sin planificación ni proyecto de integración alguno para terminar constituyendo “chabolas verticales”. Y han provocado tensiones entre vecinos y vecinas, rechazo a las personas recién llegadas o son de otro origen.

No es justo que algunos partidos y ciertos medios alimenten esas guerras entre pobres, caldo de cultivo del más peligroso ultra derechismo en toda Europa. Y no es útil en ningún caso caer en esa trampa. Es precisamente la unión, las huelgas y movilizaciones por problemas colectivos las que han hecho moverse el engranaje institucional y han logrado conquistas sociales en forma de dotación de recursos y por la construcción de una ciudad más habitable.Necesitamos unas vecindades unidas en la diversidad de sus orígenes y en lo común de sus reivindicaciones. Y debemos seguir avanzando en una de nuestras grandes prioridades como gobierno municipal: el imprescindible y necesario reequilibrio territorial.

Desde el Ayuntamiento de Madrid no solo debemos actuar de forma directa para mejorar las condiciones concretas e individuales de precariedad, sino que también debe potenciarse la inversión social y en infraestructuras públicas en los distritos periféricos de Madrid. Debemos, ni más ni menos, seguir escuchando a quienes nos trajeron aquí. A quienes durante década se han movilizado de forma activa por los servicios urbanos básicos, salud, educación, planificación familiar, por el derecho a una vivienda digna y en general por libertades públicas que permitiesen un control democrático de una Administración local que era percibida como ineficaz, autoritaria y corrupta.

Por eso tiene tanto sentido la apuesta que desde el gobierno municipal estamos haciendo para afrontar las brechas que la crisis ha agudizado. La inversión en infraestructuras ha aumentado en más de un 100% y la inversión social en un 73% durante el actual mandato municipal. Para canalizar apropiadamente estos esfuerzos hacia donde más necesidades hay, se creó en 2016 un fondo de reequilibrio territorial que vio incrementar su presupuesto en 2017 en un 35,3% hasta alcanzar los 40 millones de euros. Por otro lado, se están implementando estrategias de recuperación industrial al lado de la potenciación de la economía social y solidaria y todo ello al tiempo que se intenta sembrar socialmente para que las buenas prácticas de convivencia sean el motor para la integración.

No es otra la forma para evitar las tensiones y conflictividades vecinales asociadas a una crisis devastadora y cuya salida ha sido, como siempre, a costa de quienes menos tienen.

En definitiva, sabemos el mandato en las urnas no fue un cheque en blanco. Sabemos que el progreso económico y social de Madrid se ha construido desde los barrios, desde las calles y desde los centros de trabajo. Se ha gestado en la movilización social y política de las madrileñas y los madrileños, a quienes nada se les ha regalado. Sigamos escuchando. Sigamos construyendo.

Madrid no se para.

Carlos Sánchez Mato, concejal del Ayuntamiento de Madrid y ex delegado del Área de Economía y Hacienda.

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