Comida cubana y restaurantes no autorizados

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Comida cubana y restaurantes no autorizados

“Inaudito”, diría alguien con intelecto refinado; “cabronadas”, otro con buena cantidad de ron o aguardiente en sangre. Paradojas kafkianas del día a día.

Cuba La Habana

“Inaudito”, diría alguien con intelecto refinado; “cabronadas”, otro con buena cantidad de ron o aguardiente en sangre. Paradojas kafkianas del día a día. Por una parte, la inesperada prohibición “temporal’ para solicitar aperturas de nuevas cafeterías y restaurantes (paladares al decir popular) con capital privado, y el anuncio también oficial de cómo se conforma la culinaria nacional.

Por cierto, muy balanceada la opinión de un colega en el informativo estelar televisivo de la noche, capaz de justificar la decisión del Consejo de Ministros y, al mismo tiempo, reflejar una buena parte de la opinión popular en el sentido de que tales medidas no tuvieron en cuenta, entre otras consideraciones, el esfuerzo económico de aquellos que invirtieron para montar su negocio y ahora mismo andan como locos vendiendo cafeteras, mesas, sillas y hasta cucharas soperas.

En el ambiente callejero y el ámbito internacional, las más diversas interpretaciones de este reordenamiento del trabajo privado después de más de diez años de su puesta en marcha, precisamente en las categorías de mayor éxito como mini empresas. Y, casi que de la mano, el anuncio de la Federación de Asociaciones Culinarias de la República de Cuba, que da cuenta de una amplia relación demostrativa de los platos más significativos de nuestra cocina.

Se trata, según ha explicado su presidente nacional, el chef Eddy Fernández Monte, de un minucioso estudio multidisciplinario “para mantener viva nuestra cocina y salvaguardarla” y donde se han tenido en cuenta las opiniones de muchas personas cualificadas amén de viejas tradiciones confeccionadas al carbón o la leña en fogones coloniales.

Muy curioso que, siendo una isla, sólo tengamos un plato con pescado. El llamado “aporreado”, elaborado con masas hervidas, aceite, cebolla, pimiento, perejil y tomate, entre otros ingredientes.

Y estos platos, valga la insistencia, donde mejor se pueden degustar es en los restaurantes privados salvo honrosas distinciones. Algunos de ellos, y no voy a mencionar nombres, se caracterizan por el potaje de frijoles negros, otros por la ropa vieja, aquel por las frituritas de malanga, mientras que el otro por postres caseros que muy pocos restaurantes oficiales se muestran dispuestos a tan delicado esfuerzo de triturar un boniato (tubérculo dulzón similar a la patata) para hacer un boniatillo.

Así estamos y así somos, siempre con la premisa de que lo absurdo puede resultar lo cotidiano.

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