Comenzó, oficial o meteorológicamente, el verano en Cuba este uno de julio. Eventos festivos y comerciales en toda la isla por el principio de unas jornadas calificadas por no pocas personas como las más difíciles del año dado el intenso calor, la muchachada en casa las 24 horas y las dificultades casi permanentes en el desplazamiento de un sitio a otro.
Y desde fuera del país, la sorpresa veraniega que diputados del PSOE y el PP han propuesto en el Congreso que el gobierno debería involucrarse en la capacitación de la mano de obra en Cuba. De arranque, una excelente idea en consonancia con el Artículo 38 del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación suscrito entre la Unión Europea y Cuba.
En esta propuesta, que fue ya aprobada, resultaron abstenerse Podemos y Ciudadanos por considerar la ausencia de elementos referidos a la patronal y los sindicatos en busca de una mayor transparencia y menos participación del Estado.
El Congreso aprueba; Mariano Rajoy debe impulsarla, pero hasta el momento no hay respuesta pública por parte de las autoridades políticas y sindicales cubanas que muy probablemente propongan una modificación sustancial a ese interés de emprender “acciones que contribuyan a fomentar la capacitación de la mano de obra en Cuba en aras de una mayor productividad”.
No es un problema simplemente sindical, de mano de obra en determinado sector que la pudiera necesitar, sino político, de concepción que no será aceptado y que al final quedará “como aquello del verano pasado.”
