El “CETA” sigue dando que hablar

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El “CETA” sigue dando que hablar

En España la abstención del PSOE – no así el voto el contra – tendrá el valor testimonial que le quieran dar, pero no impedirá que por nuestra parte sea ratificado por mayoría simple.

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Nunca imaginé que mi artículo sobre el Tratado Comercial entre la Unión Europea y Canadá (CETA), escrito desde la inocencia de quien sigue la actualidad internacional y política, iba a dar tanto que hablar. Como me gusta la polémica y defiendo que hay que debatir más sobre asuntos serios y no sobre frivolidades, la alegría de ver tantas discrepancias con mis opiniones y tantas críticas a la oportunidad de expresarlas, no me ha permitido vencer la tentación de insistir o, como me dice un leonés bastante iracundo en su forma de expresarse, de “volver con la burra al trigo”. Bueno, lo mío son las palabras aunque a veces no acierte con ellas.

La verdad es que a pesar del revuelo que he provocado, del CETA apenas hablé porque realmente no me siento capacitado para analizar a fondo un Tratado tan complejo como el que se halla en el proceso de ratificación parlamentaria de los Veintisiete. Mi artículo se limitaba a comentar el cambio que contempla el PSOE en su voto en las Cortes españolas después de haberlo hecho a favor en el Europarlamento y en la Comisión correspondiente del Congreso de los Diputados.

Partía mi artículo de la confianza en que los socialistas tuviesen razones recién descubiertas para este cambio de actitud y sugería que para sacar a los ciudadanos como yo mismo del asombro que causó el anuncio de su giro de ciento ochenta grados, explicasen adecuadamente las razones. Expertos competentes para hacerlo no le faltan al partido de Pedro Sánchez. Pero a algunos lectores no les gustó mi argumentación y están en su total derecho de pensar así y de expresarlo y en la mayor parte de los casos, se lo agradezco. Lo que me ha sorprendido son algunas formas.

Para empezar se me acusa sin preguntarme de no conocer Canadá, algo que es completamente falso: aunque no veo porqué tengo que contar mi vida, y menos responder a una acusación planteada de manera impertinente, estuve allí alrededor de quince veces, recorrí el país de un extremo a otro, desde Halifax y Vancouver, visité sus principales ciudades, Toronto, Otawa, Montreal, Qubec, etcétera y cubrí informativamente desde allí diferentes noticias, desde una visita de los Reyes pasando por secuestros de pesqueros españoles hasta conferencias internacionales o elecciones nacionales. El país me gustó y su democracia me parece modélica.

Me admiró siempre su respeto por la Monarquía a pesar de tener tan lejos a la Reina y el nivel de sus políticos, desde Trudou hasta su hijo Justín que actualmente representa la mayor promesa de le exigua generación de políticos jóvenes y sensatos que gobiernan en Occidente. Opino que estrechar las relaciones con Canadá debería ser uno de los objetivos de la política europea y más ahora que al sur del país está Donald Trump imponiendo un proteccionismo desfasado y persiguiendo a inmigrantes.

Sobre el Tratado, que sí he leído en buena parte a pesar de alguien que sin conocerme asegura lo contrario, no me atrevo a pronunciarme con el dogmatismo con que algunos lo hacen. Expuse algunas de las ventajas que veo en su contenido sin obviar que como todo en la vida ofrece luces y sombras y, por eso, para que pueda ser conocido mejor demandaba del PSOE que expliquen las razones del cambio así como la ruptura con la tradición globalizadora del Partido que supone, y quizás también de lo que espera conseguir con esa decisión polémica.

Para que el Tratado se apruebe definitivamente y entre en vigor es necesaria su ratificación por todos los parlamentos de la Unión Europeo pero hay que añadir que en España la abstención del PSOE – no así el voto el contra – tendrá el valor testimonial que le quieran dar, pero no impedirá que por nuestra parte sea ratificado por mayoría simple. Otra cuestión será lo que hagan parlamentos dominados por la extrema derecha, como el de Polonia o el de Hungría, pero eso no está en nuestras manos.

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