Girlpool dibuja el futuro del pop en ‘Powerplant’

El tocadiscos

Girlpool dibuja el futuro del pop en ‘Powerplant’

La banda de Los Angeles publica su segundo Lp

Girlpool

Se llaman Cleo Tucker y Harmony Tividad. Y son dos chicas jóvenes de Los Angeles que tocan juntas con el nombre común de Girlpool. Forman parte de ese grupo, y de esa generación, de jóvenes artistas que han apostado por la opción ‘juan palomo’ (ya saben ‘yo me lo guiso…), conocida entre los columnista de vanguardia como movimiento DIY, por aquello del ‘do it yourself’. La primera toca la guitarra y la segunda el bajo. Y luego las dos cantan al unísono.

Y eso es todo. O casi. En su nuevo álbum, este ‘Powerplant’ del que nos ocupamos hoy, cuentan con la ayuda de un batería llamado Miles Wintner que también toca con ellas en directo. Pero que no forma parte del grupo. Apenas acaban de cumplir los 20 años y como podrán ustedes imaginarse no son precisamente unas virtuosas de sus instrumentos. Ni unas cantantes prodigiosas.

Pero, es probable que ellas, sean lo más parecido al futuro del rock and roll y que representente ahora para este estilo musical, siempre al borde del agotamiento y la autodestrucción lo mismo que supusieron en su día personas como Bruce Springteen o Patti Smith. Ellas y otras jovencitas de las que venimos hablándoles aquí desde hace tiempo como Jay Som, Vagabond o Frankie Cosmos. Todas veinteañeras y todas diferentes, por cierto. Pero todas únicas.

La mayoría de ellas viven en Nueva York, una ciudad en la que también las dos componentes de Girlpool vivieron durante un tiempo. Hay algo fascinante en este grupito. Entre otras cosas, su capacidad fuera de lo común para producir buenas canciones, con melodías memorables y, además, completamente alejadas de los parámetros al uso. Nada que ver con las estrellas del r&b o el pop prefabricado. Ellas juegan en la liga de lo órganico. Producen música como los viejos artesanos, en modo manual, y cuidadoso. Pero también se sirven de la tecnología para grabarla, masterizarla y mejorarla en la medida de lo posible.

En el caso concreto de Girpool y de este nuevo disco que acaban de publicar, hemos encontrado algunas de los temas más exquisitos y delicados que hemos oído en mucho tiempo. Preciosidades como ‘123’, mi canción favorita del álbum por el momento. Y aquí hay doce, nada menos, que se extienden a lo largo de 28 interesantes minutos. Canciones como las de antes. Como aquellas con las que se rellenaban los discos históricos de los grandes grupos del pop de los sesenta.

Ya saben la fórmula: No más de tres minutos de duración como máximo y un montón de sentimientos concentrados que expresar por medio de la letra y la música en ese corto espacio de tiempo que, además debería ser suficiente para decir todo lo que se tenga que decir. No estamos en este negocio para aburrir a nadie. Y, ¡que demonios! esto es pop y el pop es, o debe ser, urgente, chispeante y divertido. Más vale que no nos olvidemos de estos sencillos axiomas.

La paleta estílistica del dúo es muy amplia. Hay referencias a casi todos los estilos de ‘indie rock’ conocidos en los últimos años. El emo puro, el viejo britpop, y esos ambientes del shoegaze que se consiguen enterrando un poco las voces en la mezcla y con un poquito de distorsión de guitarra susurrante para las texturas. La batería parece haberles hecho ganar contundencia.

Ni son ni serán ni fueron ‘moñas’, pero que nadie espere encontrar aquí la más mínima referencia a ese listado de tópicazo del viejo rock que en España, hasta las cantantes más jóvenes parecen haber hecho suyo. Girlpool tienen el aliento poético de la nueva generación. Se muestran frágiles y perdidas. Sentimentales y doloridas. Pero a la vez, flexibles y fuertes. Es una música radiante, pero melancólica. Hecha con el corazón.

Se trata de la banda sonora de las vidas de los millennials ilustrados. O más o menos. Yo que ustedes, y también lo vengo repitiendo mucho en este espacio, dejaría de hacer caso a esas cantinelas de tipos entrados en años, como yo mismo, que insisten una y otra vez en que ahora ya no se hace música buena. No hay nada cierto en eso. Más bien todo lo contrario. El final de esa vieja industria que sigue en pie como un ‘zombie’, impidiendo como siempre el floreciemiento de cualquier creatividad, quizá no llegue nunca. Pero en los márgenes hay mucha belleza sonora desperdigada.

De ustedes depende capturarla y disfrutarla o no. Pero la música seguirá ahí. En el sitio donde debe estar. Tal vez en el dormitorio de algunas chicas veinteañeras que se han reunido unas cuantas tardes y luego han subido a su perfil de Bandcamp, algunas canciones hechas a medias durante unas horas compartidas. Seguro que no será oro todo lo que reluzca. Pero, en mi opinión, hay más musicalidad en una canción de tres minutos de estas Girlpool que en todas las obras completas del último cantautor romántico español respaldado por cualquier multinacional. Lo mismo ustedes no opinan lo mismo. O sí.

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