Jesús Cintora, periodista y escritor

Entrevista

Jesús Cintora, periodista y escritor

"El periodista promociona su nuevo libro: “Conspiraciones, ¿por qué no gobernó la izquierda?”.

Jesús Cintora

«¿Cómo va a confiar la sociedad en el proyecto del PSOE si son ellos mismos los que no confían?»

“Conspiraciones, ¿por qué no gobernó la izquierda?” es un libro (Editorial Espasa) que no resulta fácil de encontrar en las librerías. Ya sea porque se ha agotado – es el libro más vendido de no ficción – o porque el autor es el periodista Jesús Cintora.

El que fuera uno de los reyes de la mañana en televisión ha publicado un thriller político basado en hechos reales que responde a la pregunta “¿por qué no gobernó la izquierda?” después de las elecciones generales de 2015.

Repleto de anécdotas, intrigas palaciegas, el libro de Cintora desengrana lo que sucede en los partidos políticos de puertas hacia dentro. Visitas al despacho de Rubalcaba, conspiraciones en el PP para descabalgar a Rajoy, la tensión entre Errejón e Iglesias o la influencia que ejercieron los poderes económicos durante esta coyuntura, son algunas de las muchas historias que detalla el periodista.

Cuentas en el libro que cuando Sánchez anunció que intentaría ser presidente del Gobierno, alguien en el palacio sevillano de San Telmo comentó: “Ay, Susana, que al guapito no le vale con ser monaguillo y quiere hacerse obispo”. El monaguillo se ha hecho obispo. ¿Qué ha pasado?

El principal problema de Susana Díaz ha sido que tiene muy mala imagen. Ahora mismo, en el imaginario público español Susana es vista como la mala del cuento.

¿Es el fin político de Susana Díaz?

Ella es joven, tiene una vida política por delante. Tendrá que revertir ese perfil, porque el principal problema de Susana es que planteabas su nombre en los corrillos y caía mal. Sánchez, en cambio, ha sido visto como una especie de víctima, incluso como un héroe.

La realidad es que ni uno es tan bueno bueno, ni la otra es tan mala mala. A pesar de que lo que hicieron para quitar a Sánchez fue feísimo e inaceptable.

Imagino que trasladar esa equidistancia no ha sido sencillo.

En el libro he hecho un esfuerzo para no hacer un trabajo maniqueo. Ni uno es tan bueno, ni la otra es tan mala, porque no es así. Me he esforzado por retratar los claros y los oscuros de cada uno de los personajes.

¿Cuáles son los de Pedro Sánchez?

Pedro Sánchez lo que ha hecho, fundamentalmente, es rematar la idea de que le quitaron del medio y que el PSOE se abstuvo para que Mariano Rajoy siguiera gobernando. Él siempre ha tenido muy clara esa idea, y la ha acompañado de una grave condena de los casos de corrupción que rodean al PP y al presidente en concreto.

¿Podrá Pedro Sánchez coser las heridas internas?

No suelo ser partidario de hacer futuribles. Me gusta analizar la situación presente. A día de hoy yo creo que la gran asignatura en el PSOE, pero no de ahora, de hace ya unos cuantos años, es conseguir convencerse de sí mismos, conseguir instaurar un sentimiento de que todos creen en un proyecto, para luego convencer a los demás. Pero los primeros que tienen que creer en su proyecto son ellos.

Llevan una guerra interna desde hace tiempo. ¿Cómo va a confiar la sociedad en su proyecto si son ellos mismos los que no confían?

Lo que queda muy tocado tras este proceso es la cultura de la transición que abrazaba la izquierda. Ni Felipe, ni Rubalcaba, ni los editoriales de El País, parece que ninguno de ellos ha conseguido influir entre la militancia socialista… ¿Es el fin de un ciclo?

En el PSOE hay, sin duda, un choque generacional. Dirigentes de lo que llaman ‘la vieja guardia’ y políticos más jóvenes. Evidentemente hay dirigentes del socialismo que han tenido una labor relacionada con el sistema del bienestar, por ejemplo, que cuentan todavía con mucho apoyo de la militancia. Sin embargo, ahora mismo, quizá deberían comprender que las necesidades del país en el 2017 no son las mismas que hace 30,40 años.

El libro refleja muy bien esa influencia de aquellos que parece que se fueron pero que siguen estando e intervienen.

La dificultad que entraña el liderazgo en el PSOE es que hay que poner de acuerdo un montón de intereses que no siempre coinciden. Pero ellos (Felipe González, Rubalcaba, Zapatero) también son el PSOE. De todos modos, no hay que confundir los intereses particulares de algunos dirigentes con los intereses que pueda tener una población.

¿Fueron esos intereses los que evitaron un gobierno de izquierdas?

En este país, y se cuenta en el libro, ha habido presiones para que hubiera una gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos que permitiera que no hubiera una alianza entre Sánchez e Iglesias.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias también contribuyeron a que no hubiera esa alianza.

Es verdad que Pedro y Pablo cometieron sus propios errores y tuvieron sus ambiciones. De las que en algunos casos están arrepentidos, no sé.

¿Quién está arrepentido?

La actitud de Pablo Iglesias después las segundas elecciones, hasta que se cargan a Pedro Sánchez, no es la misma que la del Pablo Iglesias de después de las primeras. Eso se ve perfectamente en el libro. En cuanto a Pedro Sánchez. Es consciente de que hay una serie de acciones que llevó a cabo que podría haber hecho de otra manera.

¿Por ejemplo?

Él sabe que cargó mucho las tintas con el pacto con Ciudadanos, por ejemplo.

¿Quién es Pedro Sánchez, el del pacto con Ciudadanos o el del puño en alto cantando La Internacional en Ferraz?

El Pedro Sánchez actual, en buena medida, lo han construido sus adversarios. En algunos casos le han empujado a esa posición más a la izquierda.

Cuando consiguió la secretaria general en 2014, desde luego, tenía otro perfil.

Cuando Pedro Sánchez llega a la secretaría general del PSOE en 2014 hubo muchas presiones, y muy importantes, contra Eduardo Madina para que no compitiera con Susana Díaz. A Madina le llegaron a amenazar para que no compitiera con Susana. Pero Madina dijo “a votar”. Susana estaba en Andalucía, no quería arriesgarse, y junto a Ximo Puig, Zapatero y Tomás Gómez se reunieron con Pedro Sánchez.

Es decir, el mismo aparato respaldó fuertemente a Pedro Sánchez. Lo que pasa es que esos mismos sintieron que él no hacía exactamente lo que ellos querían. Y por eso acaba enfrentado al aparato.

En el libro relatas cómo Rubalcaba en ese tiempo estaba en el lado de Madina, luego ‘sostiene’ a Sánchez y acaba por romper su relación con el secretario general.

Rubalcaba es uno de esos dirigentes que tienen el Estado en la cabeza. Que les gusta la política, que no ha tenido interés en lucrarse con ello. Tiene una vida dirigida en torno a la Universidad, a ver deporte y al PSOE.

Es verdad que en cuanto a la figura de Pedro Sánchez, Sánchez llega a decirle a los suyos que no le cuenten nada a Rubalcaba, cuando muchos de ellos consideran a Rubalcaba algo como un padre político.

Luego sucede aquella visita de Pedro a casa de Rubalcaba, se ven, y le dice que no se presente a la investidura. Pedro, nada más salir de esa reunión, filtra a prensa que lo va a hacer. Ahí Rubalcaba le puso la cruz a Sánchez.

A partir de ese momento solo mantuvo relación con Felipe González.

Sí, hasta que por un suceso parecido se dejaron de hablar. De todos modos, como sale en el libro, Pedro llegó a dudar si abstenerse a Rajoy o no.

Leyendo tu libro, repleto de intrigas palaciegas, de conspiraciones, da la sensación que el interés por el ciudadano queda en un segundo plano. Todo es clave electoral.

Uno de los grandes problemas de la política actual es que hay unos cuantos dirigentes importantes que están ocupando demasiado tiempo en sus intrigas de poder. La ciudadanía cada vez percibe más eso, y marca un distanciamiento. También deteriora la credibilidad de la política.

En el debate mediático se pasa más tiempo hablando de las guerras intestinas de los partidos que de las necesidades de la ciudadanía, la educación, la sanidad, las facturas…

Pero los partidos son los primeros que contribuyen a eso, ¿no?

Sí, contribuyen todos, porque a veces tiene su morbillo. Pero no ocurre solo en la derecha. El libro detalla perfectamente cómo a Mariano Rajoy también hay quien querría ‘cortarle el pescuezo’ dentro de su partido y en otras instancias.

Lo que pasa es que Mariano se mueve y hace sus jugadas. En realidad tampoco se mueve mucho, no se mancha las manos. Es esa especie de mirón que observa y deja que los demás se quemen. Pero él más que moverse, maneja.

¿Estar en el poder ayuda?

Desde el poder es más fácil, evidentemente, tener relaciones con los medios, con los poderes empresariales que presionaron. No hay que olvidar que es un Mariano Rajoy acosado por una corrupción que difícilmente pueden explicar y justificar.

En el libro cuentas el momento en el que Rajoy puso la cruz a Sánchez. En ese sentido, teniendo en cuenta la mala relación entre ambos, ¿la victoria de Pedro Sánchez puede acercar la ‘caída’ de Rajoy?

Rajoy, de entrada, tiene cierto desprecio por los jóvenes de la política. Él considera que ha gestionado desde hace décadas y que eso le da un caché. Ha llegado a no saberse los nombres de los dirigentes jóvenes de su partido.

Por ejemplo, cuando Rubalcaba anunció que lo dejaba, le llamó para decirle: “no te vayas hombre, ya veremos en qué acaban estos”.

Es un romántico.

No, hombre, un romántico no. Es alguien que ha hecho de la resistencia su late motiv en la política. Eso y dejar que los demás se quemen. Es alguien que te lleva hasta el precipicio de tal manera que cuando estés ya despeñándote, estires la mano y se la estreches. Lo hizo con Rivera y con el PSOE, llevándoles al precipicio de las terceras elecciones.

Lo hizo haciendo ver que era él o despeñarse. Cuando luego se ha visto que ha aprobado los presupuestos con el PNV, con los canarios y con Ciudadanos.

La estrategia funciona.

Maneja muy bien la opinión pública. Él y su equipo. Lanzan ideas sencillas pero que calan. ‘Yo o las terceras elecciones’, por ejemplo. O ‘tengo que gobernar yo porque he ganado’. Cuando eso no es verdad porque en un sistema parlamentario no gobierna el que gana, gobierna quien tiene más apoyos en la investidura.

Si no es eso, Cataluña.

La unidad de España. Dice que está en riesgo cuando le conviene. Cuando el PSOE puede negociar con ellos (con los independentistas). Cuando le toca a él, negocia los presupuestos o la mesa del Congreso con partidos nacionalistas e independentistas.

Si la izquierda quiere gobernar, necesita a esos partidos también. ¿Es posible sin acordar un referéndum?

Cuando Sánchez tuvo la ocasión de negociar con Podemos, de negociar con IU, con Compromís, hay dirigentes del independentismo y del nacionalismo que me dijeron que habrían estado dispuestos incluso a explorar la vía de aplazar la exigencia de un referéndum.

¿Eso lo supo Sánchez?

Es que ni siquiera hubo una negociación. Todo esto que se ha contado de que Sánchez tenía un acuerdo, es mentira. Eso se lanzó con la idea de justificar el golpe contra él.

Hay una anécdota: Joan Tardá se encuentra con Antonio Hernando en el Congreso y le dice “Antonio, estáis lanzando esta idea de que tenemos algo hecho y nos está jodiendo”. Y Hernando le dijo “son los míos pero no son los nuestros”. Estaban diciendo esto para desgastar a Sánchez, porque no había ninguna negociación.

De hecho, ocho días después de las primeras elecciones, el PSOE aprueba una resolución que dice que ni siquiera hay que sentarse con los que piden una consulta. Ni siquiera sentarse a dialogar.

Sánchez estaba ‘maniatado’ de pies y manos.

Pero también se prestó a ello, porque él firmó esa resolución. Lo hizo en cierta forma como una huida hacia delante. Fue un momento en el cual desde el socialismo andaluz ya se pidió su cabeza. Sin embargo, dirigentes como Fernández Vara y gente de la órbita de Rubalcaba detuvieron aquello. Porque ya entonces se quisieron ‘cargar’ a Pedro Sánchez.

Todo son nombres, clanes, corrientes internas. Pero viendo lo que sucede en Europa, ¿el principal problema del PSOE no es, en el fondo, ideológico?

Yo creo que el problema del PSOE, más allá de la falta de un proyecto en el que crean, es un problema de ejercicio del poder. En su última etapa de Gobierno llevaron a cabo una serie de medidas impopulares y no gestionaron bien la llegada de la crisis económica. Se le castigó principalmente por eso.

Ahí pierdes la credibilidad. Si luego le sumas las guerras internas y aparece un partido a la izquierda del tablero que lanza mensajes más atrevidos…

La situación, de todos modos, es llamativa. Estamos con los mismos líderes que hace año y medio en la izquierda pero más reforzados internamente.

La historia de Podemos es diferente. Pablo de entrada fue la cara de cartel electoral de Podemos en un momento en el cual como mucho se conocía a Pablo, no lo olvidemos. Se va a Bruselas e Iñigo se queda en Madrid. Errejón es alguien en quien Pablo se apoyaba mucho, no solo para la labor de la organización del partido. También como estratega mediático, por ejemplo.

Iñigo y Pablo se conocen desde bastante jóvenes.

Pero algo sucedió.

Es verdad que alguien le va a Pablo y le dice ‘cuidado que Iñigo está montando esto a su medida’. Hubo quien enredó con eso. Hay quien dice también que Iñigo se creía que era el que manejaba los hilos de Pablo.

Luego influyeron las crisis en los territorios, sobre todo lo que ocurrió en Madrid. Pablo quita a Sergio Pascual (anterior secretario de Organización de Podemos) y en el libro se cuenta qué ocurre después en un despacho entre Pablo e Iñigo.

De todos modos, después de la tensión que supuso Vistalegre II, Podemos está lejos de tener los problemas internos que tiene el PSOE.

Sí, pero cuidado porque la intención de voto en las encuestas de ahora no es la de hace unos años. La fractura que ha habido entre Pablo e Iñigo, y su gente, cuidado. Vamos a ver lo que va ocurriendo, porque hay sentimientos encontrados.

¿Esos sentimientos chocan en el Congreso?

En Podemos hay gente que no comparte determinadas medidas que se están llevando a cabo. Pero eso ocurre en todos los partidos.

Hay gente, como Pablo, que considera que determinadas acciones como el Tramabús se hacen buscando también la iniciativa política. Hacer de Podemos también un partido de acción. Pero también hay quien considera, principalmente los próximos a las tesis de Errejón, que hay que hacer una labor menos efectista y más sobria en el Congreso.

La moción de censura dónde se ubica, ¿en una voluntad por echar a Rajoy o teniendo como prioridad ‘retratar’ al PSOE?

Yo creo que hay una parte no poco importante en este país que considera inasumible que Mariano Rajoy sea el presidente del Gobierno con la catarata de escándalos de corrupción que van saliendo, y que, por tanto, no hay que quedarse de bajos cruzados. Si la moción de censura va en esa línea, tiene la idea de querer decir: “vamos a hacer algo”.

Claro, podría decirse también “vamos a hacer algo que pueda salir adelante”.

Y mientras, Rajoy en La Moncloa.

A veces se critica mucho a Rajoy, pero en cierta forma está ahí porque no se ha construido una alternativa a Rajoy. Hay una serie de partidos que podrían ponerse de acuerdo para plantear una alternativa y no lo han hecho.

La considerada izquierda debería hacer autocrítica en este sentido. En la incapacidad que ha habido para llegar a acuerdos.

Resulta difícil que puedan conseguir acuerdos cuando internamente tampoco parecen haber sido capaces de conseguirlo. Ni siquiera en las maneras. En el libro relatas como dentro de Podemos los denominados pablistas consideran “pijos” a los errejonistas y estos a lo próximos a Iglesias como “radicales” y la desconfianza es mutua.

A veces es verdad que la considerada izquierda no se pone de acuerdo ni en quién es de izquierdas. En cualquier caso, en el libro se cuenta cómo no hubo en realidad ninguna negociación en serio en la que pudieran estar el PSOE, Podemos, Compromís, IU, ERC…Eso ya dice bastante de la situación que se vivió. No hubo confianza.

Aquella experiencia será útil, de todos modos, en la ‘nueva’ relación que mantengan Sánchez e Iglesias. ¿Cuál es su relación?

En el libro se ve qué relación han tenido hasta ahora. Lo que vayan a tener de ahora en adelante, veremos.

¿Hasta ahora cómo ha sido?

La relación entre PSOE y Podemos ha sido de desconfianza. Pablo cree que Pedro no mandaba en el partido y Pedro piensa que Pablo solo quiere quedar por encima del PSOE.

Pueden que tengan razón los dos.

Puede ser, pero ellos tienen la responsabilidad de vencer esas desconfianzas. El liderazgo se construye también en esto. Yo creo que una de las asignaturas pendientes de la considerada izquierda de este país es que haya liderazgos que convenzan a una gran parte de la población. Que sean creíbles.

Al final, quieras o no, ha habido 8 millones de personas que han votado al PP porque la derecha tiene un voto muy fiel. En la izquierda, en cambio, existe una fragmentación del voto, y tendrán que intentar ponerse de acuerdo.

¿A la izquierda le falta un líder más aglutinador?

Probablemente a día de hoy falta, y no digo que no lo pueda haber ni que lo pueda encarnar alguno de los líderes que hay ahora, alguien que pueda encarnar un liderazgo.

Mientras lees el libro va ganando fuerza esa teoría que dice que dar el poder a una persona es la mejor forma de conocer cómo es esa persona.

El tema del libro es el ejercicio del poder. Las luchas de poder, y administrar el poder es complicado. Máxime si formas parte de una organización donde hay intereses tan distintos, donde hay gente que te mueve la silla, gente que te traiciona. Luego hay dirigentes que en su nivel de desconfianza se van refugiando en un círculo cada vez más pequeño. No es fácil.

¿Por qué da la sensación de que Rajoy controla mejor que nadie esos movimientos?

Cuando tienes el poder, por lo general es más fácil ejercerlo. Rajoy no siempre fue ese líder del PP prácticamente insustituible. Cuando no tenía el poder del Estado era mucho más cuestionado. Luego, a perro flaco todo son pulgas.

Si te fijas, el Pablo Iglesias que obtiene un peor resultado electoral es un Pablo Iglesias mucho más cuestionado que el primer Pablo. Y en el caso de Pedro buena parte de sus problemas vienen de sus derrotas electorales, más allá de que hubiera alguien con una enorme ambición por sustituirle como Susana Díaz.

¿El poder es el antídoto para que no afloren en demasía los conflictos internos, como podría ser la rivalidad entre Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría?

Las guerras de poder por supuesto que afectan, y buena parte de los casos de corrupción que afloran a veces tienen que ver con las luchas intestinas. Soraya y Cospedal no se tragan, luego están Cifuentes, Feijóo, incluso dentro del Gobierno de Rajoy había clanes. Están detallados en el libro, pero desde luego, Soraya y Margallo no estaban en el mismo clan.

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