Máquinas que piensan como humanos: la nueva ola de innovación

Espeial telecomunicaciones VII

Máquinas que piensan como humanos: la nueva ola de innovación

Lo que hace la inteligencia artificial es recopilar datos de los usuarios, analizarlos, establecer patrones y aprender.

Coches que se conducen solos, asistentes de voz capaces de mantener una conversación, robots cirujanos o algoritmos que pueden predecir las mejores inversiones. La inteligencia artificial, el desarrollo de máquinas capaces de pensar, actuar o incluso sentir como humanos, es actualmente el gran campo de innovación de los gigantes tecnológicos. Sin dejar de lado el hardware, conceptos como ‘machine learning’, ‘deep learning’ o redes neuronales inundan desde hace unos años los centros de I+D de Silicon Valley en busca de tecnología que permita conocer mejor a los usuarios y prever comportamientos.

Lo que hace la inteligencia artificial es recopilar datos de los usuarios, analizarlos, establecer patrones y aprender. Está, por ejemplo, detrás de las aplicaciones de traducción, de las herramientas de teclado predictivo o de los asistentes virtuales, como el Siri de Apple o el Cortana de Microsoft. Ya nos permite diagnosticar enfermedades, protegernos del fraude o ahorrar energía y nos descubre nuevos productos culturales en base a nuestros gustos.

En un futuro no muy lejano, los sistemas automatizados y la robótica llegarán a todas las esferas de la vida social y económica y tomarán decisiones por nosotros.

Según un estudio de PwC la industria de la inteligencia artificial moverá 70.000 millones de dólares (unos 64.000 millones de euros) para 2020. Un ‘boom’ que se deja notar también en las cifras de inversión, que alcanzaron récord en 2016 y se triplicarán en este 2017, auguran los expertos de la firma de investigación de mercados Forrester, confirmando que se trata de la nueva gran revolución tecnológica.

En este cambio de paradigma en la evolución tecnológica, los gigantes de Silicon Valley quieren seguir llevando el timón. Apple continúa trabajando para perfeccionar su asistente inteligente Siri, para lo que ha comprado startups prometedoras como la firma de reconocimiento facial RealFace y la compañía orientada al reconocimiento de emociones Emotient. Microsoft tiene Cortana y ha adquirido recientemente Maluuba, centrada en el aprendizaje profundo del procesamiento de lenguaje. Amazon intenta tomarles la delantera con el revolucionario asistente virtual Alexa.

Mientras, Google, quizá el jugador que más fácil lo tenga para alcanzar el liderazgo gracias a la gran cantidad de datos que puede recopilar con su buscador, está investigando para dar una personalidad más robusta a Assistant, con el objetivo de que sea más ‘humano’ y trabaja en las posibilidades de la inteligencia artificial para servicios como Google Maps, Gmail o Translate. También ha puesto el ojo en el terreno de la salud y se ha aliado con Johnson & Johnson para crear robots cirujanos.

Además de los asistentes virtuales, la ‘guerra’ en la inteligencia artificial se libra actualmente en el coche autónomo, por el que están apostando Google, Apple, Tesla, Uber o Samsung e incluso los fabricantes tradicionales como Ford y BMW. En estos vehículos, el software reemplazará al ser humano al volante y será el que tome las decisiones con toda la información a su alcance ante un posible accidente.

Que la máquina no domine al hombre

Los avances en la inteligencia artificial y la robótica buscan impactos positivos en la sociedad, principalmente enfocados a la mejora de la productividad y al incremento de la calidad de vida. Sin embargo, sus efectos sobre el empleo y la preocupación sobre las decisiones que puedan tomar llevan a la necesidad de unas normas de convivencia y una regulación.

El año pasado, AlphaGo, un programa de inteligencia artificial propiedad de Google, venció al mejor jugador del mundo de Go, un juego de tablero de estrategia de origen oriental, más complejo del ajedrez. Supuso un hito para la tecnología, pues la máquina había conseguido imitar la intuición humana, un avance que no se esperaba alcanzar hasta dentro de una década. Se hizo más fuerte entonces un temor: ¿y si las máquinas acaban dominando al ser humano?

Para evitar todo ello, ya se trabaja en una actualización de las leyes de la robótica planteadas por Isaac Asimov en 1942 y se estudia la posibilidad de que robots y sistemas automatizados paguen impuestos para reducir el impacto de los avances tecnológicos en el empleo y la economía.

Más información