Romper una lanza por el PSOE, pese a todo

Cenáculos y Mentideros

Romper una lanza por el PSOE, pese a todo

El PSOE ya no le vale con el ‘no, no y no’. El PSOE necesita empezar a pensar en gobernar España algún día.

Pedro Sánchez, secretario general del PSOE

“El PSOE no necesita a ningún Podemos para que venga a romperlo: ya se encarga él solito de hacerlo”. Javier Maroto, vicesecretario general del Partido Popular, lanzaba este diagnóstico, bastante facilón, desde una tribuna provincial del PP en Teruel. Refleja este despectivo comentario un clima bastante generalizado, en el que el partido fundado por Pablo Iglesias (Posse) en 1879 es claramente menospreciado a derecha e izquierda y, desde luego, social e institucionalmente.

Puede que se lo haya ganado con una serie de errores que abarcan desde la mala gestión económica –no en otros terrenos, a mi juicio—de Zapatero hasta los disparates orgánicos de Pedro Sánchez, sin duda pasando por ciertas maniobras orquestales en la oscuridad de Alfredo Pérez Rubalcaba. Es muy prolijo el análisis de por qué el histórico PSOE se ha colocado al borde casi de la extinción. Pero ha habido grandeza en este último tramo. Una grandeza y una dignidad que aconsejan proteger a este partido como si fuese una especie en extinción.

Digo, sí, grandeza, porque el PSOE, contra lo que han hecho otras formaciones a su derecha, y también a su izquierda, ha sabido ser bastante transparente en su proceso de ruptura –veremos a ver si ahora consiguen pararlo–. No creo que ni Pedro Sánchez ni Susana Díaz –sí Patxi López—hayan sido excesivamente solícitos con los medios: Sánchez los odia, temo que la lideresa andaluza los haya despreciado, pensando que lo que importaba era convencer a los militantes que debían votarla, no a los ciudadanos que, en este caso, han tenido muy poco que decir. Pero lo cierto es que las tan denigradas elecciones primarias se han llevado a cabo con bastante –ha habido excepciones, ojo. E irán saliendo—limpieza, independientemente de que todos hayan salido tocados de la catarsis.

Desde mi punto de vista, el error del hasta ahora presidente de la gestora, Javier Fernández, ha sido no haber ampliado las primarias a una fórmula ‘a la francesa’, modificando, porque creo que podría haberlo hecho, los estatutos: es decir, que hubiesen podido votar no solamente los afiliados al PSOE, sino también quienes simpatizan con los principios que, al menos hasta ahora, han caracterizado a este partido. De esta manera, se hubiese escuchado, con todas las interferencias que usted quiera, la opinión de los millones de españoles que han ido votando al PSOE en las distintas convocatorias de elecciones. No sé si eso hubiese o no modificado el resultado; hubiese, en todo caso, sido más democrático. Y si, en este fracaso admirable, el partido fundado por Iglesias hace ciento treinta y ocho años hubiese tenido que perecer, o refundarse, pues qué le íbamos a hacer: todo cambia, nada permanece para siempre.

Y sí, claro que ahora va a haber cambios. En el poder territorial que aún mantiene el PSOE. En la propia estructura del partido. En sus relaciones con otras fuerzas políticas. Confiemos en que también cambien sus relaciones con los medios de comunicación y su presencia en el panorama europeo, donde la socialdemocracia anda tan depauperada. Al PSOE hay que atribuirle, es la verdad, el mérito de haber sabido evolucionar históricamente. Con aquel congreso de Suresnes, allá por 1974, imperante todavía el franquismo y con una cierta clandestinidad, el partido socialista se modernizó de golpe. Como también lo hizo cuando Felipe González, en un arranque de valor, renunció al marxismo, antes de su gran victoria electoral en 1982. Aquello eran debates programáticos, no meras luchas por el principal despacho en Ferraz.

Muchas cosas han ocurrido en el PSOE en los cuarenta años ahora transcurridos desde que, junio de 1977, se celebraron unas elecciones que fueron constituyentes y consolidaron la galopada hacia las grandes reformas democráticas impulsadas por Adolfo Suárez. El partido no ha salido incólume de la corrupción, que floreció sobre todo en la última Legislatura de Felipe González; pero creo que ahora esa lacra ya no existe, por mucho que, desde la derecha, para defenderse de sus propios casos de irregularidades económicas, se haya tratado de extender el fraude de los ERE andaluces al funcionamiento de todo el partido. Creo, sinceramente, que el PSOE es hoy un partido que puede esconder muy pocas cosas, entre otras razones porque se ha quedado sin ramaje y sin hojarasca, casi desnudo.

Próximo Congreso

Mucho dependerá ahora de lo que el partido logre armar en su congreso, que se celebra el mes próximo con la sombría amenaza de la ruptura interna. El PSOE tiene que decidir su política de alianzas y no, no creo, que haya aproximación al zigzagueante Pablo Iglesias, ni a su pintoresca moción de censura, teóricamente dirigida contra Rajoy, pero en la práctica mirando hacia el ‘sorpasso’ al PSOE. Tiene también el partido más veterano de España que definir un plan de actuación concreto, una respuesta contundente a los principales problemas del país, comenzando por el secesionismo catalán. Un programa de Gobierno, en suma.

Porque al PSOE ya no le vale con el ‘no, no y no’. El PSOE necesita empezar a pensar en gobernar España algún día, mucho más que en lamerse las heridas y ver cómo remienda los descosidos. Y eso implica volar alto. Mucho más alto de lo que los tres candidatos, ganadores y perdedores, y la propia militancia, y los mismísimos veteranos y ‘barones’, lo han hecho hasta ahora. Acabó ya la interinidad suicida que ha durado siete meses, desde aquel 1 de octubre loco…y tres años, desde que Sánchez asumió la secretaría general, con el partido ya en franca descomposición. Pero, a partir de hoy, y pese a todo, yo creo que el PSOE tiene futuro. Tiene que tener futuro, no hay otro remedio.

Cenáculos y Mentideros

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