Jarro de agua fría al secesionismo

Opinión

Jarro de agua fría al secesionismo

Que a la Administración de EEUU, tanto sea republicana como demócrata, no pueda ver con buenos ojos malos ejemplos secesionistas en países democráticos consolidados, y menos aliados, es elemental.

Carles Puidemont, presidente de la Generalitat de Cataluña

Aprovechando el rio revuelto que existe en la política norteamericana con la llegada de Donald Trump al poder, los independentistas catalanes invirtieron un pastón en contratar a algunos lobbys para intentar conseguir fotografías y titulares que compensasen en los medios el rechazo prácticamente unánime de los países europeos a sus pretensiones. Quienes conocen cómo funcionan los lobbys en los departamentos de la Administración y especialmente en el Capitolio, saben perfectamente que sus tejemanejes son normales y que su actividad está al servicio de quien muestre por delante una chequera bien nutrida.

Estas semanas pasadas el presidente de la Generalitat viajó con un nutrido séquito a Boston, Washington y Nueva York para intentar convencer, aunque mejor diríamos hacer creer que había convencido a importantes personalidades norteamericanas de que Cataluña es una colonia, con sus habitantes maltratados y que España no era una democracia. Puigdemont empezó con una conferencia en un aula alquilada en la Universidad de Harvard donde la práctica nula asistencia de profesores y alumnos hizo – como se describió en un importante periódico de Barcelona – el ridículo. Luego vinieron a Barcelona dos congresistas que se mostraron condescendientes con sus anfitriones.

Incluso Puigdemont volvió a los Estados Unidos en una segunda visita para entrevistarse con el anciano ex presidente Jimmy Carter, hombre cordial que recibe con afabilidad a cuantos representantes de organizaciones humanitarias acuden a pedirle ayudas, y a pesar de que rechazó brindar apoyo, la entrevista también fue exhibida en los medios afines al secesionismo, con alarde, Nada importante más allá de la propaganda que lo exhibió. Pero para en Washington quizás las cosas fueron demasiado lejos, porque el Departamento de Estado ha reaccionado de forma clara y contundente en contra. La Embajada en Madrid, que evidentemente no habría dado un paso así sin instrucciones del Departamento de Estado, difundió un escueto comunicado en el que deja bien claro que los Estados Unidos apoyan una España fuerte y unida.

Sorprende mientras tanto que lo mismo los máximos altos cargos de la Generalitat como los expertos internacionales con que cuenta el independentismo no hayan caído en el absurdo y la incongruencia de ir a pedir respaldo para independizarse a la Administración que mejor encabeza y defiende en valor de la unión entre pueblos, razas y religiones. Nadie como los norteamericanos saben que si los Estados Unidos son la primera potencia económica y militar del mundo es gracias a la Federación de cincuenta Estados que han conseguido – y no sin dificultades ni sangre – formar y que defienden con uñas y dientes.

También en Norteamérica hay grupos con pretensiones secesionistas. Existen en Tejas, por ejemplo, partiendo de su historia y de su condición de estrella solitaria en la bandera, y en California, cuya riqueza supera a la de la mayor parte de los países soberanos y tanto contribuye a que la pobreza de otros estados se vea compensada. Que a la Administración de los Estados Unidos, tanto sea republicana como demócrata, no pueda ver con buenos ojos malos ejemplos secesionistas en países democráticos consolidados, y menos aliados, es elemental.

Más información