Maduro, nuevo Tirano Banderas

Venezuela

Maduro, nuevo Tirano Banderas

El doblemente deplorable golpe de Estado perpetrado el jueves consolida la Dictadura que desde hace años venían ejerciendo Maduro y sus privilegiados comparsas de veleidades revolucionarias.

Nicolás Maduro

El populismo que tiene en Venezuela inspiración y financiación muestra por fin su ADN a cara descubierta. Hace tiempo que el régimen de Nicolás Maduro, heredero de un chavismo todavía con algunos destellos democráticos, apuntaba ya maneras dictatoriales.

La demagogia del poder Ejecutivo en Caracas fue erosionando las libertades y pasándose bajo el arco del triunfo los principios básicos de la propia y peculiar Constitución hecha su medida. La represión y el encarcelamiento sin contemplaciones de los líderes de la oposición era un anticipo claro de la suerte que esperaba a un sistema inspirado en el respaldo popular que no respetaba.

El doblemente deplorable golpe de Estado perpetrado el jueves consolida la Dictadura que desde hace años venían ejerciendo Maduro y sus privilegiados comparsas de veleidades revolucionarias. Se acabó el disimulo y el último reducto de pequeño contrapeso que ejercía el Legislativo, ha sido liquidado de manera ominosa. Hacía mucho tiempo que no teníamos noticias de un golpe de Estado y particularmente en América Latina, donde los pinochetazos habían sido tan frecuentes. Este que acaba de romper la racha democrática es atípico en los detalles pero igual que solían ser los antecesores en sus efectos contra la dignidad de las personas.

En esta ocasión los militares, “cochambados” con el poder político y cómplices muchos de sus formas, no han dicho ni una palabra: conscientes en silencio de la barbaridad pero con satisfacción ante la consolidación de un sistema que les mantiene como invitados de honor en el reparto de prebendas. El golpe ha ido directamente contra el Parlamento con mayoría opositora, elegido por los venezolanos, y contra sus funciones de equilibrio que Maduro entrega al Tribunal Supremo que las convertirá, ya ha anticipado pruebas de que no hará otra cosa, en apoyo incondicional a su poder pleno.

No se trata de un Tribunal Supremo profesional ni garante de una administración de Justicia independiente: antes de asumir sus nuevas funciones, los siete miembros que lo integran fueron elegidos a dedo por el bravucón dictador entre sus incondicionales. La doble y degradante paradoja es que sea el órgano que debería garantizar el cumplimiento de las leyes y de los principios constitucionales quien desde ahora se encargue de encubrir y hasta legitimar sus violaciones. Mientras tanto, la imagen del país desciende de nuevo a niveles de verdadera república bananera con una recreación esperpéntica de los Trujillo, Somoza, Pinochet, Fujimori o Pérez Jiménez a la cabeza.

Las víctimas, pues ¿quién si no los ciudadanos? No sólo han visto esfumarse su tradición democrática y perder las libertades que disfrutaban. También están sufriendo una dramática escasez de lo más elemental, empezando por las medicinas, una devaluación que deja la moneda convertida en papel mojado y una depresión colectiva que a duras penas saca fuerzas para salir sin éxito a la calle a protestar desafiando a los matones del régimen que no reparan en vidas humanas. Es triste, sí, que mientras la democracia se extiende por los cinco continentes, Venezuela vuelva a protagonizar en carne viva la crueldad del simbólico Tirano Banderas.

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