Los diálogos de besugos, de moda en la izquierda española

Detrás de la cortina

Los diálogos de besugos, de moda en la izquierda española

Rafael Alba

Las polémicas partidistas y la lucha por el poder en PSOE y Podemos llenan la agenda política de asuntos irrelevantes. Me van a perdonar ustedes, pero en esta primera columna del año me voy a salir un poco de los carriles establecidos por mi mismo durante todas las semanas que ya llevo con esta tarea puntual de ofrecerles mi visión de los aconteceres políticos que nos mantienen entretenidos. El caso es que me he propuesto, ya saben esos inútiles propósitos de fin de año que nunca se cumplen, dejar de mirar la bolita de los trileros que nos tienen confundidos y procurar recordar siempre que como dice un amigo mío, de Fuenlabrada, por cierto, “lo que canta es la hojalata”. Más que nada para dejar de considerar paja lo que es grano y viceversa.
 
Hay unas cuántas polémicas inútiles sobre asuntos que sucedieron en el pasado que se han instalado en el presente como si nos fuera la vida en ello. Y para nada es así, según yo lo veo, porque las cosas verdaderamente importantes son muy distintas a estos diálogos de besugos en los que parecen haberse enzarzado sin el menor recato los bandos enfrentados que luchan por el poder, o por las cuotas que les corresponden, en Podemos, el PSOE y las distintas ‘banderías nacionalistas’, de izquierda, derecha y centro, llaménlas mareas o procesos soberanistas, si quieren que surgen como una plaga por toda España y parecen propagarse a velocidad de ‘reggaeton’.
 
Un buen ejemplo de este asunto, aunque no el único, es la omnipresente discusión sobre si la transición española que dio paso al llamado régimen de 1978, fue o no fue, un proceso ejemplar, fruto de la negociación y el consenso y no se cuántas cosas más, todas maravillosas, que abrió para España un periodo de eterna felicidad e inagotables ágapes con las perdices como plato único. Porque pudo ser eso, pero también pudo ser o no ser un pacto de las élites para mantenerse en el sitio correcto y seguir repartiéndose el dinero público, el privado, los negocios, los negocietes y la pomada en general, mientras se le concedían al pueblo soberano unas urnas con las que entretenerse y se multiplicaban las banderas autonómicas por todo el territorio conocido.
 
Son muchos los ilustres cerebros pensantes que se han unido a esta batalla intelectual en los últimos tiempos como demuestra la esgrima verbal reciente a cuenta de este asunto entre Javier Cercas y Juan Carlos Monedero, entre otros. Y, a veces, da la impresión de que este fuera el asunto crucial que define por encima de todo un campo de batalla en el que se enfrentan los izquierdistas españoles de hoy, divididos entre quienes reivindican los logros de los padres de la constitución y los que no admiten, en absoluto, que hubiera avance alguno en aquella componenda inevitable que se habría fraguado gracias a las imposiciones de las sucursales jerárquicas que el capitalismo global situó en nuestro país.
 
Lo siento de veras. Pero en mi modesta opinión toda esa retórica pseudohistórica, a la que también se suman enfervorizadas las huestes conservadoras de los llamados ‘partidos constitucionalistas’, a saber PP, Ciudadanos y el PSOE de Susana Díaz y la gestora, me parece un asunto baladí. Y no precisamente por que, desde mi punto de vista, el ‘adanismo’, esa falta de perspectiva histórica que a veces no obliga a presenciar miles de veces como cientos de personas distintas inventan una y otra vez la ruda, sea la mejor opción. Lo que pasa es que a mi edad, a uno le cansan las cortinas de humo, sobre todo porque ha tenido la mala fortuna de tener que respirarlas muchas veces.
 
Tampoco veo trascendental, ni un problema siquiera, el famoso ‘desafío independentista’ catalán. Ni esa necesidad de definir un modelo de estado inclusivo o excluyente. Ni el café para todos ni el necesario respeto de la ley. Todo suena a broma cuando los mismos que quieren meter en cintura a la presidenta del Parlamento catalán, la independentista Carmen Forcadell, no tengan previsto hacer nada parecido con esos tres alcaldes ‘enamorados de Francisco Franco‘ y el franquismo que se han pasado por el forro la Ley de Memoria Histórica. Que oigan, que se sepa, también es un ley y está vigente. O cuando los mismos que piden reparación y perdones de rodillas para las víctimas de una plaga, niegan a otras esos mismos derechos que con tanta vehemencia reclaman.
 
Y entretenidos como estamos con tanta discusión, el estado del bienestar sigue deteriorándose, las desigualdades aumentan, la precariedad avanza, los recortes de costes no se detienen y la justicia cada vez es menos igual para todos. Y a nadie le preocupa, por ejemplo, como he escuchado decir a una inteligente ginecóloga en la radio, encarar con seriedad el debate de las pensiones. Pensando, por ejemplo, en la manera de hacer posible un aumento de la natalidad que contribuiría mucho más que ninguna otra medida a asegurar esa rotación laboral que puede hacer posible la solidaridad intergeneracional.
 
Entiendo que las fuerzas conservadoras, partidarias de mantener el orden establecido, es decir este maravilloso mundo de precariedad y falta de futuro en el que vive la mayoría, estén en estos líos, en estos ‘mcguffins’ que como diría Alfred Hitchcock, no mantienen alejados de la trama fundamental, porque le va la vida en ello y se conocen bien el sistema desde los tiempos del imperio romano. Aquello del pan (poquito) y el circo (en abundancia) para mantener a las masas entretenidas y evitar indeseables brotes revolucionarios. Ya saben. Y como la chistera es inagotable, si hace falta sacamos unos cuantos conejos más, del estilo de ese debate bobalicón sobre la conciliación de horarios que ha puesto sobre la mesa la ministra de Empleo Fátima Báñez para animar las fiestas navideñas.
 
Pero no me cuadran los últimos rifirrafes de una izquierda que se mueve sin rumbo, sin brújula y perdida en debates personalistas que no parecen ir a ninguna parte. Parece que a los votantes de Podemos lo que les preocupa de verdad no es su falta de expectativas vitales, ni sus sueldos decrecientes, ni la desfachatez con la que Mariano Rajoy sigue instalado en su poder absoluta, gracias a la colaboración inestimable de Javier Fernández y sus ‘palmeros sociatas’. No, hombre, no. Lo que les está quitando el suyo desde hace meses es esa panda de fascinerosos que quieren debilitar a Pablo Iglesias, sin entender que lo que debilita a Iglesias debilita al ‘Partido’.
 
Y lo mismo pasa con los votantes socialistas, para los cuáles el único problema real con el que tienen que enfrentarse cada vez que suena el despertador por las mañanas es saber cuándo se celbrara el Congreso del Partido y si la lideresa andaluza y sus golpistas tienen o no tienen ya amañado el resultado entre bastidores para dar el salto. Vamos que estamos todos que no vivimos por saber si es o no compatibles ser la presidenta de Andalucía y la secretaria general del PSOE a la vez.
 
¡Qué gran preocupación! Pero bueno, ¿acaso no saben ustedes que ya ha habido tipos, como Franco, otra vez ese hombre, o Fidel Castro que ya simultanearon cargos como la jefatura de estado, la presidencia del partido y las fuerzas armadas? O ¿supermujeres como María Dolores de Cospedal y Soraya Saénz de Santamaría con don de la ubicuidad y despachos en todas partes? Pues eso, amigos, que les entiendo y me solidarizo con ustedes porque ante el calvario por el que pasan los pobres Pablo y Susana, todo lo demás sobra y todos los demás sobramos.

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