Trump empieza a ser Trump

Donald Trump

Trump empieza a ser Trump

Diego Carcedo

Las esperanzas que suscitó Donald Trump revestido de cordero en sus primeras horas triunfales se han evaporado pronto. Las esperanzas que suscitó Donald Trump revestido de cordero en sus primeras horas triunfales se han evaporado pronto. Nada más abandonar la Casa Blanca en su primera visita como presidente electo abandonó su reencarnación temporal y ante la general preocupación ha vuelto a ser Trump, por lo menos de palabra. Habrá que ver si dentro de un de meses, cuando asuma el poder ejecutivo, renuncia como el mundo entero desea que deje de serlo de obra. De momento  Nigel Farage, el promotor del Brexit ha sido su único interlocutor europeo.
 
Los primeros detalles vuelven a ser preocupantes si es que en algún momento dejaron de serlo. La ilusión puesta en que el cargo le modere y haga que regrese a la normalidad institucional, y la confianza en que su entorno no vaya a permitirle cometer muchos de los disparates que ha prometido, no se confirman a la vista de sus primeras decisiones y manifestaciones. A quienes rechazan su elección empieza a preocuparles que haya encargado al vicepresidente dirigir el traspaso de poderes.
 
Durante la campaña muchos seguidores confiaban en que Mike Pince, su compañero de candidatura, ejerciese de moderador. Entonces casi nadie sabía o recordaba que el ex senador y gobernador de Indiana presentaba el currículum más retrógrado y carca de todo el establishment de la política norteamericana. Como senador se opuso a todas las reformas y mejoras y sociales propuestas por el Gobierno y como gobernador intentó implantar medidas tan esperpénticas como celebrar funerales por  los restos de los abortos.
 
Trump entre tanto, y seguramente para hacer más íntimo el proceso de transición, ya incluyó en la comisión negociadora del traspaso de poderes a tres de sus hijos y a un yerno. El temor a que mezcle la Administración Federal que ejercerá con sus intereses privados es uno de los muchos motivos de alarma que su actitud ha ratificado. Pero ahora mismo la alarma más grave es su promesa, reiterada en las últimas horas, de que recortará,  el Obamacare, el débil servicio de  salud pública que el presidente saliente había logrado implantar junto a la expulsión de tres millones de emigrantes ilegales.
                  
Mientras por numerosas ciudades se repiten manifestaciones contra la elección de Trump al grito de  “Not my  president”, el presidente electo ha dado un paso adelante en su enfrentamiento con los medios de comunicación. Aunque quienes opinan que les televisiones fueron las que le auparon al poder difundiendo sus excentricidades  y bravatas, ha rematado el odio que  tiene a la prensa en general  acusándola de ser la que está “orquestando”, palabra que en España despierta viejos ecos, las protestas callejeras contra él.
                  
El temor a que el rechazo con que cuenta en una parte de la sociedad provoque problemas de violencia se acentúa en algunos Estados donde los enfrentamientos raciales se han recrudecido. No es nada alentador para los afroamericanos, que no acaban de conseguir la igualdad a la que aspiran, que el nuevo presidente cuente con el apoyo enfebrecido del Ku Klux Klan y él mismo no ceje en sus manifestaciones y actitudes xenófobas aunque de momento las esté volcando sobre todo contra los hispanos. 

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