Un presidente que asusta

Donald Trump

Un presidente que asusta

Diego Carcedo

La victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas es una mala noticia para casi todo lo que preocupa a las sociedades contemporáneas. La victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas es una mala noticia para casi todo lo que preocupa a las sociedades contemporáneas. Partiendo de lo más próximo, lo es para Europa y su frágil proceso de integración. Y España es parte de la UE, aliado en la OTAN y sede de bases militares norteamericanas. Incluso antes de que le entrara la tentación de meterse en política, Trump ya censuraba que otros países aliados se empeñasen en imitar la unidad de razas, culturas e intereses que ejemplifican los Estados Unidos.
 
Estaba a favor claramente del Brexit y su respaldo contribuirá a que sus demagógicos promotores en el Reino Unido, con su Gobierno al frente,  se sientan más respaldados cuando se negocien las condiciones de la ruptura. Trump además no ocultó su simpatía personal y política con el presidente Putin, su actitud hacia la Europa comunitaria  y la pretensión expansionista que ya demostró con la incorporación de Crimea, su intromisión en la unidad de Ucrania o el apoyo que presta al resistente dictador Assad en la guerra de Siria.
                  
Pero tampoco se ciernen mejores augurios para las relaciones con el mundo árabe, con la vecina y siempre dependiente Latinoamérica, con la China cuya influencia le repele o con la depauperada y necesitada de ayuda Africa. Trump se ha mostrado durante la campaña beligerante y poco condescendiente con las ansias globales de conseguir de una vez por todas que el mundo alcance la paz. El verle convertido en jefe de las Fuerzas Armadas más poderosas y el arsenal nuclear más amenazador no puede por menos, sí, de inquietar.
                  
Una nueva Presidencia de los Estados Unidos, la potencia hegemónica internacional, siempre despierta algún tipo de ilusiones o esperanzas. Con la de Donald Trump ocurre lo contrario. Genera preocupaciones, inquietud, angustia y miedo. Lo ha propiciado él a lo largo de una campaña llena de amenazas y  muestras histriónicas  de que es una persona incapaz de controlar su verborrea prepotente y su desprecio, a menudo insultante, por los demás. Seguramente quienes le votaron vean méritos en su demagogia, al resto  de los mortales les asusta,
                  
Quizás,  siempre hay que dejarle un rayo de luz a la esperanza, sea pronto para pintarlo todo como una catástrofe universal. En los EEUU los poderes están muy repartidos y equilibrados y es evidente que,  si no arrasa con el sistema que rige desde hace casi dos siglos y medio, muchas de sus amenazas no las podrás llevar a cabo. La experiencia demuestra además,  y puesto a restarle dramatismo,  que a veces la responsabilidad que insufla el poder hace cambiar a las personas. Sin embargo, agrava las perspectivas la mayoría que los republicanos han alcanzado tanto el Senado como en la Cámara de Representantes.
                  
Es difícil imaginar a un Donald Trump prepotente, engreído y envalentonado sentado en el Despacho Oval de la Casa Blanca tan metamorfoseado en sus ideas  que nos haga olvidar el Trump racista, xenófobo e irrespetuoso con los principios democráticos. Un Presidente  cambiando de actitud, mostrándose más modesto, comprensivo y dialogante cuesta imaginarlo, desde luego. Llega a la Presidencia sin hacerle ascos a la guerra y dispuesto a resolver los problemas con las armas que algunos de sus simpatizantes fabrican y para las cuales  buscan consumidores.
                  
Aunque es Trump quien en estos momentos centra toda la atención y preocupación, los análisis políticos de su  victoria no pueden despreocuparse de la candidata para general sorpresa derrotada. Hillary Clinton es tal vez una de las personas mejor preparadas para el cargo: tiene todo lo que en Trump se echa de menos: experiencia política y de gestión pública, inteligencia,  preparación, comedimiento, buenas relaciones internacionales y una preocupación social que demostró cuando hace más de veinte años su marido le encargo montar un servicio público de salud.
                 
Pero dicho esto es evidente que algo ha habido que no la hizo simpática entre muchos de sus votantes potenciales. Al comienzo de las primarias parecía que se llevaría la elección de calle pero no supo conservar esa imagen de triunfadora hasta el final. La derrota la aleja para siempre del futuro político y el éxito del populismo que Trump encarna, además de empañar el final de la etapa de Obama,  augura una etapa de complicaciones en la primera potencia mundial. Hoy los Estados Unidos están menos unidos y más desorientados. Podría ser, habrá que verlo, el inicio de la caída que siempre han acabado sufriendo las grandes potencias.

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