Antes y después

Crisis en el PSOE

Antes y después

Diego Carcedo

El bochornoso Comité Federal del PSOE del día 4 estableció claramente un antes y un después en la vida política española. El bochornoso Comité Federal del PSOE del día 4 estableció claramente un antes y un después en la vida política española. Terminó una prolongada etapa perdida en la utopía que las urnas mantuvieron despierta, y empezó otra fundamentada en el realismo de la aritmética parlamentaria y, sobre todo, el descenso a tierra de algunos políticos que no admiten seguir flotando en una nube. De  momento todavía son pocos en la izquierda, pero quizás suficientes para encarrilar el inminente futuro del país.
 
Las posibilidades de que fuese un Gobierno de izquierdas el que lo intentase con éxito se frustró cuando Podemos, que ahora tanto echa las manos a la cabeza ante la reacción pragmática del PSOE, votó en contra y hasta con saña la investidura de Pedro Sánchez. Cuesta mucho aceptar la frivolidad con que aquellos mismos diputados que se opusieron con besos en la boca sean ahora los que se quejan, protestan y critican a quienes lo intentaron.
 
La política tiene su esencia en ideales, últimamente tan alicaídos, pero luego tiene que manejárselas entre opciones y alternativas que casi nunca responden con plenitud ni a lo mejor ni a lo peor, sino a lo posible. Los socialistas tradicionales y dogmáticos del PSOE están indignados ante la probabilidad que el Partido acabe facilitando la continuidad de un Gobierno que siempre fue el adversario a abatir y de un presidente al que abominan.
 
Y los populistas de Podemos y sus múltiples enmarañamientos partidarios, claman contra todo lo que ellos hicieron imposible con su frivolidad y veleidad como si se tratase de una cuestión interna de su Organización. Todavía no se han enterado de que en la praxis del juego democrático, los partidos serios no se ceban en los problemas internos de sus rivales que cualquier día pueden convertirse en  propios. En eso se nota la diferencia entre la solera y la veleidad.
                  
La solución de la abstención socialista no enamora a nadie, ni al propio Mariano Rajoy que se verá confirmado en el cargo pero para ejercerlo de manera precaria y quizás no por mucho tiempo. Tampoco es la solución que gustaría a los gestores del Ibex 35, que preferirían la estabilidad de una coalición a la alemana ni, por supuesto, a los responsables actuales  del PSOE, que tendrán que tomar una decisión extrema sin convicción y sin el aplauso de los suyos.
                  
Pero el análisis reposado de la situación obliga a aceptar como un bien menor a tantos males mayores como implicaría  prolongar la situación actual – un verdadero escarnio a la imagen de seriedad del País -, ir a unas terceras elecciones que seguramente no harían cambiar las combinaciones parlamentarias posibles, y la perspectiva para los socialistas de sumar una nueva pérdida de votos a su trayectoria electoral de los últimos tiempos.
 
La constitución de un Gobierno normalizará de momento la vida pública, abrirá posibilidades a una oposición tan necesaria  y con perspectivas, ahora nulas, de realizar un buen trabajo contra una política que seguramente despertará quejas y le abrirá la posibilidad de recuperar la imagen de alternativa futura y el voto  perdido. Quienes a pesar de todo lo ven con disgusto quizás deberían abandonar su fundamentalismo y pensar en la  democracia tiene sus pros y sus contras, pero es  de todos y para todos. 

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