Votar con resaca

Investidura

Votar con resaca

Diego Carcedo

Con el debate de investidura el día 30 de agosto, un resultado fallido podría conducirnos a nuevas elecciones el 25 de diciembre. Las cuentas, calendario en mano, cuadran a la perfección. Con el debate de investidura el día 30 de agosto, un resultado fallido podría conducirnos a nuevas  elecciones el 25 de diciembre, es decir, ¡el día de Navidad! La fecha da qué pensar e invita a reflexionar. Votar en pleno invierno, bajo la resaca y la dispersión de la Nochebuena, es algo que no se le ocurría ni al que asó la manteca. Pero el peligro existe, seguramente por casualidad aunque nunca se sabe. En cualquier caso, por una casualidad que lleva a concluir pensar que detrás pueda haber  o bien negligencia en la elección del acto de investidura o premeditación sobre la influencia que en los resultados podría tener el ambiente de fiesta familiar elegida.
                  
Es bastante impredecible cómo podría afectar, además del posible mal tiempo, la actitud de los votantes en unas horas tan impropias para constituir las mesas, montar todo el entramado que unas elecciones exigen y para los votantes acudir  a los colegios. Por eso es impensable que todo sea fruto del azar. En la elección de la fecha del debate de investidura se invirtieron muchos días y sorprende que nadie haya hecho cálculos sobre la agenda posterior que impondría. Y más cuando el debate del 30 se anticipa con unas previsiones muy dudosas. Bastaría haberlo adelantado o retrasado unas fechas -después de tanto esperar qué  más daba- para que las posibles e indeseables terceras elecciones en un año pudiesen convocarse en un día menos significativo. En esa época ninguno sería óptimo, pero el que se vislumbra es sin duda el peor.
 
Realmente quienes manejaron el calendario han hecho un pan como unas tortas. Cualquiera diría que después de ocho meses no hubo tiempo para prevenir más problemas de los que ya existen. Si la fecha se eligió al azar, sin tener en cuentas sus implicaciones, es  deplorable. Y si se escogió por otras razones, del grupo de razones inconfesables, mucho peor. Votar en Navidad, si es que no se evita a tiempo, suena a broma. Y el ambiente que impera en la opinión pública sobre la crisis política para bromas es evidente que no está. Si fuese verdad -que personalmente no lo creo-  que este retraso en la formación del Gobierno produce sonrojo internacional, celebrar unas elecciones generales el día de Navidad sería, o será, la apoteosis final de un fracaso inenarrable.

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