Los drones cotillas

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Los drones cotillas

Diego Carcedo

Vivimos tan absortos pendientes de lo que nos rodea en tierra que nos olvidamos de los peligros que pueden llegarnos por el aire. Vivimos tan absortos pendientes de lo que nos rodea en tierra que nos olvidamos de los peligros que pueden llegarnos por el aire. Muchas personas piensan que los drones que revolotean a nuestro alrededor son un juego de niños, pero la realidad es que su presencia es y puede convertirse tanto en una aportación al bienestar, como defienden sus fabricantes, como en un incordio lo mismo para nuestra seguridad que para nuestra intimidad.

En Hong Kong han construido un dron revoltoso que mide seis centímetros de cabeza cola; más escuchimizado que uno de esos pajaritos que a veces se adentran en la terraza de casa, picotean en los tiestos y hasta se atreven a hacer su nido entre las plantas. Es un ave minúscula pero teledirigida capaz de posarse en la cabeza desprotegida de cualquier calvo; un pájaro que no canta ni pone huevos pero que lleva en sus alas una cámara y un video con su micrófono incorporado.

Un artilugio al que no se le escapará ni una. A la curiosidad de un ser tan minúsculo y artificialmente inteligente será difícil que algo de nuestras vidas y actividades le resulte ajeno. Podrá ocultarse detrás de los visillos de la ventana y estar grabando los detalles más íntimos de nuestra cotidianidad. Ignoro cómo está regulado el mercado de estos dronecillos de tan inofensiva a apariencia, pero yo los intuyo más que como una ayuda doméstica, un peligro para nuestra tranquilidad.

Si ya vivimos poco controlados por cámaras en las esquinas o tarjetas de crédito en los restaurantes, por no hablar de la vulnerabilidad de nuestras conversaciones telefónicas, de los avatares de nuestra salud perpetuados en los ordenadores de los hospitales, de los radares en las carreteras o del rastro de los correos y WhatsApp que enviamos a los amigos, el futuro que nos espera será tener que ahuyentar pajaritos chivatos de plástico que si los dejamos entrometerse más aún, acabarán haciendo esta escala en la Tierra, insoportable; aún más, sí.

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