Mezquitas bajo sospecha

Francia

Mezquitas bajo sospecha

Diego Carcedo

El Gobierno francés está contemplando prohibir que en país se construyan mezquitas con subvenciones extranjeras. El Gobierno francés, que una vez más demuestra que es serio y llegado el caso coge al toro por los cuernos, está contemplando prohibir que en país  se construyan mezquitas con subvenciones extranjeras. Actualmente en el país hay unas dos mil quinientas y la inmensa mayor parte se levantaron con subvenciones de los gobiernos árabes, empezando por el de Arabia Saudita. En España cabría decir que la situación es más o menos lo mismo.
 
Aquí todo el mundo sabe con qué dinero se construyó la suntuosa mezquita de la M 30 de Madrid, la más importante de España. Las aportaciones de los musulmanes de cada lugar nunca faltan pero en la práctica resultan insignificantes para costear una construcción de esa naturaleza.  El recurso a la contribución foránea, en muchos casos legal, en otros suele ofrecer dudas que el tiempo no disipa. Por eso en algunos países suscita suspicacias y en Francia concretamente, precauciones.
 
En Suiza, otro país serio, se prohibió que las mezquitas tuviesen minaretes simple y llenamente porque no respetaban las normas arquitectónicas que rigen en el país. Los promotores protestaron pero perdieron el tiempo frente al rigor con que allí se cumplen las reglas. En Francia, después de la ola de atentados islamistas sufridos en los últimos tiempos, quieren tener un mayor control de la comunidad musulmana, rayana en los cinco millones de personas, de sus actividades lícitas y de los contubernios secretos de algunos de sus miembros, que tantas muertes han causado.
 
Las autoridades francesas quieren que como parte del laicismo del Estado, los líderes religiosos musulmanes nacionales sea en el país donde se formen, donde celebren sus cultos y no lo hagan recibiendo permanentemente ayuda e instrucciones foráneas. Cortar los flujos de dinero opaco, sea con la finalidad que sea, es fundamental para frenar al terrorismo yiyadista y al mantenimiento del llamado estado Islámico o (Daesh).
 
Que haya varios gobiernos que inviertan dinero en financiar mezquitas en otros países podría ser algo normal si existiesen acuerdos de reciprocidad y se respetasen. Pero eso es una utopía. En Arabia, por ejemplo, el que más se ha empeñado en esta empresa de expandir el Islán fuera de sus fronteras es imposible construir una Iglesia cristiana o simplemente portar una cruz a la vista. Las misas que algún sacerdote ofician para los extranjeros se celebran los domingos en domicilios privados y en la clandestinidad.
 
En el mundo Occidental, que los islamistas tanto odian y atacan, la religión musulmana es respetada, como no podría ser de otra forma. Construir mezquitas no está prohibido ni mucho menos. Pero que algunas, por fortuna no todas, se conviertan en centros de fanatización e invitación al odio y a crimen a quienes no comparten sus creencias, es otra cuestión. Y el Gobierno francés eso quiere evitarlo desde la raíz. Es triste que el terrorismo islamista lo estén pagando quienes no lo comparten, pero es lógico que las sociedades hagan cuanto puedan para erradicarlo.

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