‘Lolo, el hijo de mi novia’: complejo de Edipo a la francesa

La butaca

‘Lolo, el hijo de mi novia’: complejo de Edipo a la francesa

Lolo

Un postadolescente que no está dispuesto a que otro hombre le ‘robe’ la atención de su madre protagoniza la sexta película de la cineasta todoterreno Julie Delpy. Debutó con Jean-Luc Godard y ha sido musa de Krystof Kieslowski y Richard Linklater, pero más allá de su faceta como actriz, Julie Delpy ha conseguido destacar también en su trabajo detrás de las cámaras gracias a sus diálogos sinceros y ágiles y a sus interesantes reflexiones sobre la convivencia en pareja o las relaciones familiares. Unos rasgos que se atisban en su sexta película como directora, ‘Lolo, el hijo de mi novia’, aunque su esencia autoral característica queda difuminada debido al acercamiento a una comedia francesa más comercial.
 
En la cinta, la cineasta interpreta a Violette, una esnob parisina del mundo de la moda que durante unas vacaciones con sus amigas comienza una relación con un informático de provincias con el que no tiene mucho en común, Jean-René (Dany Boon). Las cosas se empiezan a torcer cuando él se traslada a la capital francesa y conoce al hijo de su novia, el Lolo (Vincent Lacoste) que da nombre al flim, un lobo con piel de cordero: no está dispuesto a que otro hombre le ‘robe’ la atención de su madre y hará lo que sea para alejar a Jean-René de sus vidas.   
 
Delpy refleja, en clave de humor, los comienzos de las relaciones después de los 40, con momentos especialmente divertidos como las conversaciones entre Violette y su mejor amiga o un hilarante episodio de hipocondría.
 
Pero se centra sobre todo, en ese complejo de Edipo de Lolo que llega a la psicopatía. Sus jugarretas al nuevo novio de su madre van de menor a mayor intensidad –de polvos pica-pica a un virus informático a gran escala–  y aunque la obsesión enfermiza por ahuyentar a Jean-René resulta reiterativa, se sostiene gracias a la interpretación de Lacoste, que con su desenvoltura y su sonrisa picarona refuerza la antipatía del espectador por el personaje. La mayor debilidad de esta historia es su resolución, demasiado facilona y con asuntos que quedan en el aire.
 

 
La cineasta francesa hace también, en su retrato de Violette, Lolo y su círculo de amistades, una sátira sobre la clase acomodada parisina, superficial e individualista, en una muestra del humor irónico de Delpy. Sin embargo, recurre también a lugares comunes de la comedia francesa, o de la comedia en general, como el choque del provinciano que empieza a vivir en la gran capital.
 
En ‘Lolo, el hijo de mi novia’ hay diálogos hilarantes y momentos especialmente lúcidos que hacen de ella una película divertida, pero también hay gags que no funcionan y el interesante arranque se va desinflando.

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