Imperialismo catalán

Cataluña

Imperialismo catalán

Algunos secesionistas catalanes quieren ir más lejos y ya no se contentan con crear su propia república independiente. Algunos secesionistas catalanes quieren ir más lejos y ya no se contentan con crear su propia república independiente. También albergan ambiciones territoriales y espíritu de conquista. Andorra y la Cataluña francesa las dan por provincias a incorporar a su proyecto, que al final acabará siendo plurinacional, y últimamente ya están poniendo los ojos en Baleares, la Comunidad Valenciana, incluida la isla de Tabarca, ideal para una base militar, y Aragón. Así completarán un mapa capaz de codearse en extensión y población con los países más importantes de Europa.

Bueno, las ambiciones son libres y las territoriales crónicas. Lo que no se entiende es por qué, puestos a crecer igual que en los tiempos de Felipe II, los líderes catalanes no amplían un poco más sus límites geográficos y reivindican la conquista, bueno la incorporación, a su Estado de las dos Castillas, Andalucía hacia el sur, Cantabria y Asturias por el Norte y Extremadura y Galia por el Oeste. Incluso a Ceuta y Melilla para poner un píe en África. Hasta podrían reivindicar Gibraltar para tener de qué hablar con los ingleses, ¿por qué no?

Bien mirado, la idea igual no es tan descabellada. Más que independizar Cataluña de España la cosa consistiría en aplicar el derecho a decidir para convertir a España en Cataluña. Es decir, cambiarlo todo para que todo siga igual. Habría, eso sí, que mudar algunos logotipos, achicar y multiplicar las franjas de la bandera, dar clases particulares de sardanas en Huelva y sustituir el tricornio de la Guardia Civil por algún modelo de sombrero payés. Y, por supuesto, la enseñanza del catalán obligatoria en todas las escuelas, institutos y hasta mezquitas.

El castellano, el euskera, el gallego y el aranés serían lenguas optativas. Al principio todo resultaría algo extraño y hasta incómodo, pero al fin y al cabio todo seguiría igual, que en caso de duda suele ser lo mejor: quedarnos como estamos. Como el cargo de presidente parece que ya está copado por la pugna solapada por el poder entre Puigdemont y Junqueras, a Artur Más podríamos proclamarlo emperador. ¡Qué menos!

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