No todo es economía en el TTIP

TTIP

No todo es economía en el TTIP

Josep Lladós

Las diferencias culturales amenazan los nuevos acuerdos de integración. La globalización de las cadenas de valor y la elevada movilidad internacional del capital financiero tensionan las costuras del escenario económico internacional hasta el punto de amenazar con poner al descubierto las partes menos nobles de algunos de sus actores principales.

Las grandes potencias económicas tratan de domar la inestabilidad del entorno diseñando un traje a medida, tejido a partir de nuevos acuerdos de integración económica. Los bocetos sugieren esbozos novedosos y arriesgados, que mutan la naturaleza y el fondo tradicional de los acuerdos. Superan ampliamente el carácter regional al tiempo que hibridan su contenido a conveniencia, restringiendo la liberalización al ámbito comercial y financiero, redefiniendo las normas de origen, incluyendo mecanismos de resolución de discrepancias al uso o incidiendo en la homogeneización de regulaciones.

Una de las consecuencias de trascender el ámbito regional del acuerdo es la confrontación de culturas. Desde esta dimensión cultural también se pueden analizar los principales puntos de conflicto en la negociación del TTIP entre Estados Unidos y la Unión Europea.

Los socios europeos afrontan un modelo de negociación peculiar, consistente en un proceso de discusión y pacto gestionado con mucha opacidad por la Comisión y sin intervención directa de los distintos miembros de la unión. Creer que países con visiones e intereses discrepantes se conformaran con ratificar posteriormente lo que se acuerde mientras aceptan el secretismo negociador y la ausencia de transparencia en los acuerdos es esperar mucho del compromiso europeo. Y si en algún ámbito se echa en falta el avance decidido hacia una unión política es precisamente en la interlocución con el exterior.

En lo que se refiere a sus consecuencias, los acuerdos de integración comercial bien diseñados son cesiones de soberanía que se aceptan porque tienen efectos potenciales globalmente positivos para sus miembros y costes de ajuste asimétricos que deben compensarse. El TTIP no sería una excepción a esta norma general. Pero la armonización de normativas revela una confrontación cultural muy relevante en el ámbito de la protección al consumidor y el medio ambiente. Mientras la Unión Europea opta por medidas preventivas, la aproximación norteamericana es mucho más proclive a la gestión del riesgo. Prefiere actuar posteriormente, siempre y cuando el efecto potencialmente nocivo haya sido demostrado. El problema de querer conciliar enfoques tan dispares es que el punto de equilibrio necesariamente se situaría a la baja en lo que se refiere a los estándares de protección.

Cabe preguntarse, cuando hablamos de defender la salud de las personas y el plantea, por qué no basamos nuestras decisiones en argumentos científicos. Y pese al relativismo con que debemos afrontar siempre el conocimiento científico, no se me ocurre mejor criterio para atender la resolución de discrepancias.

Y es precisamente en la solución de disputas mediante un tribunal de arbitraje y compensación donde hallamos el choque de culturas final. Una evaluación mediante procedimientos arbitrales de carácter privado entre empresas multinacionales y Estados diluye la capacidad de influencia y actuación de los poderes públicos. La propuesta levanta suspicacias en una Europa que lleva tiempo luchando infructuosamente para acotar los privilegios y atender presuntas malas praxis de intermediaros de Internet, empresas de telecomunicaciones o proveedores de energía, mientras observa como su socio al otro lado del Atlántico atiende con mayor laxitud desmanes parecidos. Pero también descubre como la actuación posterior en defensa de la competencia tiene efectos mucho más contundentes en el continente americano.

Los beneficios económicos y geoestratégicos de las nuevas iniciativas de integración no son pues fáciles de gestionar política y socialmente si se desatienden las profundas diferencias existentes en las pautas y valores culturales de los implicados.

*Josep Lladós, profesor de Economía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

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