Guardianes de la moral

Irán

Guardianes de la moral

Las autoridades religiosas iraníes han aumentado en 7.000 plazas el cuerpo de guardianes de la moral de Teherán, la capital. Hace algunos años, visitando el deslumbrante mercado del oro de Riad (Arabia Saudí) me sorprendió una de las muchas horas del rezo musulmán y, cuando me quedé extasiado observando como todos los vendedores abandonaban sus relucientes y surtidos tenderetes para correr hacia la mezquita, de pronto vi cernirse sobre mi cabeza una porra enarbolada por un energúmeno de barba negra bien crecida que me miraba con verdadera cara de odio mientras se acercaba un paso más para acertarme en la crisma.

Todavía recuerdo el respingo que me entró por la espalda, el salto que di hacia atrás y la carrera que emprendí entre tan exuberantes muestrarios de joyas sobre los que el sol agobiante hería los ojos con su resplandor. Los tenderetes se habían quedado desiertos en cuestión de minutos y, huyendo como un poseso de tan insólita amenaza, no evité estremecerme pensando que me estarían confundiendo con un ladrón y que acabaría en la mañana del domingo en la plaza próxima con una mano cortada con un hacha.

Por fortuna también el agresor intencional tenía bien claro que primero debía cumplir sus obligaciones religiosas y en vez de perseguirme mucho trecho, al final optó por dejar la porra en el suelo y ponerse de rodillas cara a La Meca para dar cabezazos sobre el asfalto al tiempo que recitaba sus oraciones. Fue una suerte en lugar de seguirme el rastro hasta darme mi merecido, que era el no haber respetado la llamada del muecín quedándome como un pasmarote mirando como los demás clientes y comerciantes volaban a rezar, sin preocuparse de cuantas riquezas dejaban abandonadas.

Luego supe que se trataba de un policía religioso, un vigilante del cumplimiento de la Ley Coránica, quien me había echado el alto y amenazado con motivo más que sobrado y que la culpa era mía, y por partida doble: por no haberme sumado a la carrera por llegar entre los primeros a la mezquita y por no haber entendido otra palabra de sus advertencias que no fuese la que expresaba la porra que amenazó con partirme la cabeza. La historia de aquel percance ya la tenía olvidada pero la recordé inesperadamente al leer que las autoridades religiosas iraníes han aumentado en 7.000 plazas el cuerpo de guardianes de la moral de Teherán, la capital.

El Gobierno de Hasan Rohaní propende a hacer la vista gorda ante las parejas de jóvenes que pasean por el parque y a veces las autoridades civiles no reaccionan de manera contundente cuando dos novios osan besarse. Hay una Policía encargada de vigilar estas violaciones, pero sus efectivos no llegan para estar presentes en tantos lugares donde se peca en la impunidad y no tanto por acción sino por omisión. Los puros y los ayatolas, que tienen la última palabra, están alarmados ante estas actitudes disolutas y han decidido incrementar el cuerpo de agentes en 7.000 más para impedirlo.

La economía del país no anda muy boyante, los ingresos del petróleo han descendido a pesar del desbloqueo, y todo el mundo se queja, empezando por los funcionarios públicos, policías incluidas, de que no llegan a fin de mes. El Estado no tiene dinero para pagar tantos sueldos, pero se está rascando el presupuesto para que el cumplimiento de tan estrictas y anacrónicas normas, no decaiga. Que la gente viva a la cuarta pregunta, pase pero que los novios se cojan de la mano, no; eso ni hablar.

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