¡Tampones, fuera, coño!

¡Tampones, fuera, coño!

La CUP está en todo: nunca un partido tan pequeño y saltarín gozó de tanta ubicuidad. Nada le es ajeno e indiferente. La CUP está en todo: nunca un partido tan pequeño y saltarín gozó de tanta ubicuidad. Nada le es ajeno e indiferente. No sólo reparte sus esfuerzos en propagar la independencia de Cataluña, en complicar la gobernabilidad autonómica de la Región y en hacerse ver por todos los saraos donde haya oportunidad de salir en una fotografía. Sus militantes – y militantas, claro, no se me vayan a cabrear las afiliadas – puestos y puestas a reivindicar se salen del cuadro político, social, económico y… yo qué sé.

Además están al quite de otros muchos detalles como de las cuestiones íntimas de las mujeres y de las atenciones a su periodicidad fisiológica. No les gusta a los jefecillos de la CUP que las mujeres, las suyas y las de los demás por supuesto, incurran en esa claudicación capitalista que es usar tampones y compresas durante sus menstruaciones. Los tampones y las compresas son un invento de algunas multinacionales para trincar pasta y luego mandarla a un paraíso fiscal. La CUP quiere cortarlo de raíz.

La realidad es que antes en la Unión Soviética y todavía ahora en Cuba, Corea del Norte y Venezuela, las mujeres suelen rogarles a las turistas que llegan a sus países que les dejen sus reservas de tampones y compresas porque allí escasean, aparte que las que hay cuestan muy caras. Habrá quien diga que así les ha ido a muchos de estos regímenes políticos, pero a los de la CUP eso quizás lo ignoren o, lo más probable, no les importe.

Las comprensas y los tampones, además de favorecer a unas empresas voraces de dinero resulta que, en opinión exclusiva de los cuperos, son perjudiciales para la salud, no está claro por qué. Que para las mujeres sean prácticas, cómodas y seguras, a tan conspicuos expertos, les da igual. Sorprende que sus compañeras de partido estén de acuerdo. De momento ya han pedido al Ayuntamiento de Tarrasa que una iniciativa municipal rechace su uso. Luego ya ampliarán la medida a toda la Comunidad.

Claro que los de la CUP no se limitan sólo a combatir a las compresas y tampones. Se ve que son conscientes de que las mujeres en edad de menstruar necesitan alguna alternativa para no dejar un rastro de sangre por donde pasan. Están en ello, faltaría más. Y como alternativa sugieren que pueden recurrir a esponjas – naturales, por supuesto – que debidamente lavadas sirven para muchas veces, e incluso más fácil, a rollitos absorbentes de paño como hacían nuestras abuelas.

Ahora mismo, en el mercado no debe de haber esponjas naturales suficientes para atender demandas millonarias. Pero, se me ocurre que, además de estimular su captura entre los pescadores de bajura, se podrían incrementar las exportaciones de Grecia donde las esponjas naturales las ofrecen los vendedores ambulantes por la Placa de Atenas a un precio muy económico.

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