Entramos en campaña

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Entramos en campaña

Entramos en una nueva campaña. Nada debe sorprender si se han seguido con atención los tejemanejes políticos que han venido mareando la perdiz desde hace cerca de cuatro meses. Las negociaciones, conversaciones o lo que hayan sido para la formación de un nuevo Gobierno están acabando como se preveía: con nuevas dilaciones, pero sin acuerdo serio entre los partidos políticos, y la evasiva de que “nos llamamos” para que nadie parezca que ha tirado la toalla. Nunca hay que descartar un milagro político, pero cada hora que pasa se vislumbra más improbable. Entramos en una nueva campaña. Nada debe sorprender si se han seguido con atención los tejemanejes políticos que han venido mareando la perdiz desde hace cerca de cuatro meses.

Ahora mismo, a falta en la práctica de tres semanas para la disolución de las Cortes, todo está listo para nuevas elecciones. Tiempo habrá luego para analizar culpas y responsabilidades para este fracaso que nos lleva a una situación de crisis imputable, lamento tener que decirlo, a la incapacidad de la generación de líderes que tenemos para encontrar una fórmula de entendimiento. Ignoro cómo saldrán de este fracaso los partidos, pero si puede decirse que los demás, mal.

Desde un principio se ha intuido que las ganas de conseguir el pacto imprescindible eran escasas. El PSOE y Ciudadanos dieron un paso adelante y un ejemplo llegando a establecer un programa común, pero no consiguieron abrir otras puertas. Podemos, en quien se fijó la atención para completar una fórmula de centro izquierda, es evidente que no quería ceder en nada que bajase a tierra la utopía anacrónicamente revolucionario de Pablo Iglesias y su grupo.

Rivera, el acuarto en el juego de combinaciones es sin duda el que de momento está saliendo mejor parado. Sánchez, que ganó muchos enteros aceptando el encargo Real de intentar la investidura lo defendió en el Parlamento y aceptó dignamente la derrota, pero devaluó su imagen en los últimos días con nuevos esfuerzos mal explicados que dejaron en el ambiente la idea de que quiere ser presidente a toda costa.

Respecto a Rajoy, poco se puede decir que no se sepa. Defendió su derecho en ser el primero en intentarlo como ganador de las elecciones del 20 D, pero ni aceptó el encargo que le propuso el Rey ni se mostró consciente de su soledad ni movió un dedo para conseguir en acuerdo en el que el PP parece imprescindible. Vive en una inopia de que son los demás los que tienen que acudir a suplicarle que acepte su apoyo y sin asumir que su propio nombre es un obstáculo para cualquier pacto, especialmente para la gran coalición que él ambiciona y muchos ciudadanos propugnan.

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