Los mosqueteros de la investidura

Investidura

Los mosqueteros de la investidura

En Estados Unidos los candidatos a la presidencia rebasan los sesenta, en España los aspirantes al Gobierno apenas rondan los cuarenta. Alguien importante ha dicho – y perdonen que no recuerde su nombre – que la juventud es un tesoro divino. Al margen de la cursilada de la expresión, creo que es verdad: ser joven es una suerte para quien lo disfruta y también para la sociedad que se beneficia de su empuje. La política española en esta encrucijada difícil que atraviesa, cuenta en la búsqueda de salida con la aportación de tres jóvenes capaces y voluntariosos. En estos momentos está en sus manos la investidura y la sorna popular ha empezado a apodarlos los tres mosqueteros porque, además, al igual que en la novela, son cuatro.

No deja de sorprender a quienes tienen la propensión de comparar que mientras en Estados Unidos los candidatos a la presidencia rebasan los sesenta, en España los aspirantes al Gobierno apenas rondan los cuarenta. Hay una excepción, el cuarto mosquetero, el que marca diferencias en actitud pasiva, sobrepasa ampliamente esa condición generacional, pero la verdad es que a Mariano Rajoy más que en la lucha cotidiana se le contempla meditabundo en la distancia sin estar ni hacerse esperar en la búsqueda de soluciones para salir de la crisis abierta.

Sánchez, Iglesias y Rivera aportan juventud, buena imagen y buenos augurios para sus ambiciones a medio plazo. Pero la juventud no lo es todo y creer que las generaciones mayores deben desentenderse y dejarlo sólo en sus manos, es un error. La juventud es un tesoro – y perdón nuevamente por el recurso cursi- si se complementa con el no menos valioso tesoro de la experiencia y de la historia. A los tres valientes mosqueteros españoles que negocian la investidura, la juventud les rebosa pero la falta de experiencia se les nota. También para negociar con habilidad y sensatez la experiencia cuenta.

Y no sólo para negociar, también para lo que vendrá después, que es gobernar. Y pensando el gobernar, habría que recordar que las brillantes carreras universitarias de los tres y su prometedora irrupción en la actividad política tropieza con detalles pragmáticos que amortiguan la ilusión ciudadana que sus nombres despiertan. Ninguno de los tres aporta experiencia en el funcionamiento de la administración de un Estado. Los tres aportan fugaces trayectorias parlamentarias, pero de Gobierno, cero.

Ninguno se ha sentado en la mesa de un Consejo de Ministros, ni en una Alcaldía importante, ni en el sillón de gerente de una empresa, ni en el Rectorado de una Universidad ni siquiera al frente de una subdirección general. Tampoco aportan experiencia como negociadores y algunos lo reflejan a la hora de enfrentar los problemas internos de sus partidos. La inexperiencia que comparten Sánchez, Iglesias y Rivera, tampoco la compensa Rajoy, quien todavía no parece consciente de que con él la estabilidad política que se pretende no es viable del mismo modo que quizás tampoco lo sea sin su partido, el PP.

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