Europa se desentiende

Refugiados

Europa se desentiende

Es inconcebible que Europa se intente desentender de manera vergonzante de quienes impulsados por el pavor y las amenazas intentan encontrar refugio entre nosotros. Es inconcebible que Europa, el continente que sufrió más guerras y ha vivido mayores dramas humanos huyendo de los cañonazos y persecuciones, se intente desentender de manera vergonzante de quienes impulsados por el pavor y las amenazas intentan encontrar refugio entre nosotros. Mirando el mapa de la UE, una organización nacida para la paz y la solidaridad humana, la primera conclusión es que ninguno de sus miembros ha estado libre en determinado momento histórico de una situación similar o parecida a la que actualmente están viviendo sirios, afganos, iraquíes, etcétera.

España, sin ir más lejos. Todavía muchos compatriotas recuerdan aquella desbandada humana que a principios de 1939 desafiaba el frío invierno del Ampurdán para cruzar a Francia y el dolo doble que les proporcionaba estar escapando de los combates y de la represión fascista para encontrarse con las fronteras cerradas de una democracia cobarde, acojonada ante la amenaza nazi que ni siquiera con actitudes tan deplorables consiguió evitar. Ahora son varios centenares de miles los desesperados que intentan cruzar y desparramarse por los veintiocho países de la UE incapaces de hacer el sacrificio y dar el ejemplo que se les exige.

Es nefasto que entre tanto dolor y tanto temor haya quien está aprovechando para colarse en una Europa, bien porque la consideran rica y más prometedora para escapar de la miseria en que sobreviven o porque la vean con odio y fanatismo asesino y a lo que aspiran sea instalarse en sus ciudades para intentar masacrar a sus habitantes. Pero una organización como la UE tiene que disponer de sistemas de control para evitar estas intromisiones, para proteger sus fronteras, para preservar nuestras vidas contra el terrorismo y para encauzar la emigración, pero también para prestar ayuda a quienes la necesitan.

Lejos de prestarla, la inmensa mayor parte de los gobiernos, y no pocos de sus ciudadanos, se niegan a responder como seres humanos conmovidos por las desgracias de otros semejantes. Las autoridades en lugar de buscar la mejor forma de darles acogida y de volcar esfuerzos para paliar los conflictos que motivan el éxodo, lo que está haciendo es saltarse la legalidad internacional, comportarse como ricos que desprecian a los necesitados y, para salir del paso y calmar sus conciencias, intenta transferir la ayuda arrendándose a un tercero, en este caso Turquía.

Para deshacerse de los refugiados lejos de nuestro territorio, Bruselas no regatea darle dinero – hasta 6.000 millones – a un Gobierno corrupto, despótico y retrógrado como el de Erdogán — que no ofrece garantías de adminístralo con honradez –, e incluso hacerle promesas cuyo cumplimiento sería más dañino para Europa, para sus libertades, para su estabilidad y para su democracia que recibir la avalancha de refugiados. Para ser miembro de la UE los países deben reunir unas condiciones básicas que Turquía, con su actual régimen político, no ofrece; antes al contrario.

Bastante error fue ya precipitar el ingreso de varios países ex comunistas sin estar preparados tanto en su realidad económica y legislativa como, en lo que aún es peor, sin haber comprendido bien lo que significa e implica el proyecto de unión europea. No es extraño que entre los más resistentes a recibir a refugiados estén Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia o Bulgaria, los países que paradójicamente devuelven con su actitud insolidaria con los demás miembros el ser los que más se están beneficiando en los últimos tiempos de las ayudas comunitarias.

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