Ningún vaticinio reparó en el Aedes, que es como se llama el mosquito transmisor del dengue y ahora el Zika. Muy difícil ahora mismo determinar si en La Habana hay más mosquitos que gringos o viceversa, y todavía más complicado aún concluir si ambos vinieron juntos o quién trajo a quién. Lo cierto es que son mayoría los dos. Famosos de la noche a la mañana. Unos, los primeros, con medio pueblo, ejército y policía en letal persecución para evitar el más mínimo brote de Zika, y los segundos, con la otra mitad alojándose en sus casas porque los hoteles han colapsado amén de una tendencia manifiesta de los norteamericanos de convivir con los cubanos y dejar los hoteles para otros sitios de este mundo al menos pasadas las primeras impresiones del contacto con gente tan cercana y tan lejana al mismo tiempo.
Entre todos los vaticinios populares previos a la llegada de Obama ninguno reparó en el Aedes, que es como se llama el mosquito transmisor del dengue y ahora el Zika. Se trata de dos parientes, primos hermanos aunque con diferentes apellidos: aegypti (dengue) y albopictus (zika). La batida no tiene precedentes cercanos. Cuba tiene sobradas experiencias en la materia. Hoy por hoy nadie se siente extrañado si una escuadra de jóvenes militares ataviada de verde oliva se presenta en el hogar para la respectiva fumigación.
Salud general y economía van de la mano. Con esto último, el Banco Mundial se ha apoyado en cifras de la organización regional del turismo, para determinar que las pérdidas en Cuba se elevarían a más de 600 millones de dólares, mientras que en la región caribeña y centroamericana sumarían 3 500 millones dada la proliferación del mal.
De momento, las autoridades sanitarias cubanas no han reportado un solo caso de zika. Eso sí, la ciudad está envuelta en el humo blanco que expulsan las fumigadoras, pero también de los fumadores internacionales que se han dado cita para festejar una nueva edición del Festival del Habano y encienden un puro en cualquier sitio, que para eso se les ha convocado.
