Sigue sin ser obvio

Opinión

Sigue sin ser obvio

Josep Lladós

Preocupa la evolución del comercio internacional y su influencia en el crecimiento económico. ¿Percibimos espectros de crisis o se avecinan cambios estructurales? Cuando David Ricardo formuló en 1817 su teoría sobre las ventajas comparativas y las ganancias del comercio internacional nos obsequió con una de las escasas aportaciones realizadas por economistas que es verdadera al tiempo que no es obvia: aunque no seas el mejor del mundo en nada, especialízate en aquello en que seas comparativamente menos malo y saldrás ganando.

Lleva recorrido el estudio de las causas y efectos del comercio internacional un largo trecho no exento de polémicas sobre la relación entre políticas comerciales y desarrollo económico. Recientemente ha recibido una renovada atención a causa de su comportamiento revoltoso durante la crisis financiera. Tras su largo protagonismo como factor impulsor de la internacionalización económica, con tasas de crecimiento muy superiores a la evolución de la producción, el estallido de la crisis condujo en su punto más álgido a una abrupta recesión del comercio y a una estruendosa señal de alarma que la actual reactivación económica no consigue silenciar.

Sigue viva la preocupación por el devenir del comercio internacional pues su valor crece a un ritmo inferior al de la producción mundial. Muchos analistas económicos se preguntan perplejos si la globalización está en proceso de regresión y algunos incluso vislumbran indicios de una nueva recaída económica a nivel planetario.

Cierto es que la recuperación económica no ha venido acompañada de una gran reactivación de los intercambios a escala global. Pero cuando la evolución del comercio se expresa en volumen y no en valor, se detecta que el comercio continua creciendo por encima del PIB, aunque a un ritmo mucho más modesto que en el pasado. La apreciación del dólar y la caída de precios de materias primas y energía han favorecido el descenso en el valor del comercio.

Sin embargo, más allá de los factores coyunturales asociados a la evolución económica o a los cambios en precios de productos y monedas, cabe preguntarse si tras los cortinajes de la crisis no se esconden los efectos de algún cambio más profundo. En este sentido, se perciben algunos indicadores que apuntarían a una cierta transformación estructural en el comercio internacional y las políticas que lo regulan.

Los más agoreros nos predicen un retroceso inexorable de las políticas de liberalización comercial y la aparición de nuevos instrumentos y medidas de carácter proteccionista. En un contexto de desaceleración económica muchos países en desarrollo no sólo van a vivir de devaluaciones competitivas, también obstruirán nuestras exportaciones para favorecer su crecimiento económico, nos vaticinan.

Pero quienes analizan al detalle la evolución de las cifras comerciales encuentran otras causas. Unos reconocen el rol determinante de la economía china en su evolución y detectan una mutación en el vínculo con sus socios comerciales. A medida que el gigante industrial ha captado capital, tecnología y know-how han ido apareciendo redes internas de aprovisionamiento, de modo que cada vez más consume componentes elaborados en el interior del país.

Otros apuntan que la automatización de la producción industrial está avanzando implacablemente, lo que mitiga la necesidad de fragmentación de los procesos productivos en muchas empresas europeas, norteamericanas y japonesas.

De confirmarse ambos cambios de tendencia, podrían tener una gran incidencia en el desarrollo de unas cadenas de valor globales que aglutinan actualmente la mitad del comercio mundial de mercancías y servicios.

En realidad, la expansión comercial del pasado tuvo en la reducción de los costes del trasporte, la liberalización comercial multilateral y la revolución tecnológica a sus grandes aliados. Aunque todavía puedan ejercer una influencia favorable, sus efectos probablemente no tendrán la misma intensidad que antaño. Lo que es del todo seguro es que destilar toda la esencia del comercio internacional continuará siendo una tarea nada obvia.

* Josep Lladós, profesor de Economía de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

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