Veinte años no es nada

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Veinte años no es nada

Sin embargo, estos veinte años han servido para muchas cosas. Por ejemplo, para entender que el mundo no se acaba, ni siquiera cuando un país tiene una tasa de paro por encima del 20%. Por dificil que resulte la supervivencia en esas condiciones.

Ha pasado ya mucha agua bajo los puentes en la pequeña historia particular de este vespertino madrileño de actualidad y finanzas y, llegados a este punto, quizá lo más importante sea constatar que en España hace mucho tiempo que impera una total normalidad democrática y que, además, el país juega en la primera división del concierto internacional, tras haber superado sus atávicas peculiaridades habituales.

De hecho, los problemas actuales, tienen más que ver con el hecho de que esta nación se encuentre integrada en una estructura global y de que forme parte del euro, que con problemas propios y particulares. Es cierto que la actuliadad deja claro que la creación de empleo es la gran asignatura pendiente de la economía española. Al menos en su concepción formal. Sobre todo porque es difícil imaginar que esos cinco millones de ciudadanos que se encuentran buscando empleo carezcan por completo de salarios y también que haya un millón y medio de familias que no dispongan de ingreso alguno.

Otra de las diferencias fundamentales entre la economía española de hoy y la de hace dos décadas es que en este momento en lo tocante a las empresas del país se cuenta con una lista de corporaciones de primera línea como Telefónica, el Santander, Iberdrola o Inditex. Nada que ver con aquellos años en los que el territorio nacional era el único campo de juego posible para nuestras compañías.

Esta claro que los tipos de interés favorables y la inyección de prosperidad que supuso el euro tienen muchio que ver con esa evolución y también, desgraciadamente con esa situación que ha estimulado el enorme endeudamiento privado y la burbuja inmobiliaria que nos condujo a la crisis.

Puesto que al fín y al cabo, en nuestro caso, no se trata de un problema de deuda pública. La enfermedad se concentra en la balanza por cuenta corriente o lo que es lo mismo en la deuda privada.

También está claro que la salida a esta situación no podrá ser individual y tampoco con las recetas de recortes indiscriminados para toda la Zona del Euro que emanan de esa Alemania que, a veces, parece capar de ir contra sus propios intereses. Es cierto que la economía germana parece tener una gran empuje, pero también que representa los últimos coletazos de un viejo modelo, el de la industria con chimeneas, que ya empieza a estar caduco. Sobre todo, si con su obsesión por los ajustes, arruina a sus clientes potenciales. Y a este paso hasta pudiera ser que entre todos hubiera que reconstruirla.

Por último, en esta crisis hemos descubierto algunas anomalías sobre nuestra sociedad y nuestras democracias que tendrán consecuencias en el futuro. Por ejemplo, el hecho de que ese ente intangible al que llamamos mercados, y que no ha sido elegido por nadie, pueda derribar gobiernos que se formaron con el veredicto de las urnas. O el hecho de que a las élites internacionales les parezca mal que se convoque un referéndum para que los griegos opinen sobre si aceptan o no los sacrificios que les impone Euroa y les parezca bien que acepten sin más el dictamen que les impone el Gobierno alemán.

En definitiva, este es un tiempo de grandes cambios en el que lo único que es seguro es que la sociedad resultante del proceso será diferente de la actual y que tanto Europa como España tendrán que a gestionar unos recursos más escasos y encontrar nuevas vías de crecimiento.

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