La crisis del ébola pone en evidencia los recortes sanitarios del PP

Especial XXIII Aniversario

La crisis del ébola pone en evidencia los recortes sanitarios del PP

Hospital Carlos III

Los problemas en la gestión de esta crisis que se han descubierto tras el contagio de Teresa Romero han suscitado las críticas tanto de la oposición como de los los profesionales. Los recortes sanitarios que ha acometido el PP en los últimos años, tanto desde el Gobierno central como en la Comunidad de Madrid, han quedado en evidencia con la crisis del ébola que se desató tras el contagio de Teresa Romero. Muchas son las críticas que se han oído desde el principio, pero a partir del 6 de octubre, cuando la auxiliar ingresó en el Hospital Carlos III de la capital al confirmarse su positivo, no han hecho más que multiplicarse.

La gestión de la crisis del ébola, según la oposición y los colectivos que conforman la Marea Blanca, ha dejado mucho que desear tanto por parte del Ministerio de Sanidad como de la Consejería del ramo en Madrid. Por un lado, las críticas le han llovido a Ana Mato desde agosto, cuando decidió repatriar al primero de los dos misioneros españoles contagiados de forma ‘unilateral’ y sin contar con la opinión de los profesionales sanitarios, tal y como ellos mismos han denunciado.

En abril, cuando empezó a agravarse la situación del ébola en África, los sanitarios ya advirtieron de que el problema podría llegar a España y empezaron a reclamar más formación y medios para enfrentarse a estos casos. Sin embargo, desde el Ministerio hicieron ‘oídos sordos’ y cuando llegó el momento de traer a los religiosos infectados hubo que ‘improvisar’, como han criticado colectivos de médicos y de enfermeras.

Finalmente, el Gobierno repatrió a los misioneros (primero a Miguel Pajares desde Liberia, que falleció en agosto, y después a Manuel García Viejo desde Sierra Leona, que tampoco pudo superar la enfermedad y murió a finales de septiembre) y se decidió que el Hospital Carlos III, reconvertido por la Comunidad de Madrid en un centro de media y larga estancia, recuperase sus funciones y fuese el centro de referencia para tratar a los enfermos de ébola. Aunque con lo que no se contaba en ese momento era con que una de las profesionales que atendían voluntariamente a los misioneros fuese a contraer el virus.

Teresa Romero se contagió tras atender a García Viejo, y tras confirmarse su positivo por ébola se decidió su ingreso y aislamiento en el Carlos III, medida que se adoptó también con su marido, Javier Limón, y con todo aquel que había tenido contacto con la auxiliar desde que empezó a presentar síntomas hasta que fue hospitalizada. En ese momento las críticas contra Mato y la Comunidad de Madrid se multiplicaron, y los sanitarios empezaron a denunciar la improvisación, la falta de previsión y, sobre todo, la falta de formación para atender a pacientes enfermos de ébola.

Ana Mato se vio superada por esta situación, y le llovieron las críticas por no informar a diario de la situación, que estaba generando una gran alarma social. Además, cuando lo hizo, en una rueda de prensa en la que se la vio con gesto asustado, casi fue peor ya que no fue capaz de abordar la situación con la determinación que requería una crisis de estas proporciones, y más cuando se trataba del primer contagio de ébola fuera de África.

Además, Marea Blanca y oposición aprovecharon para incidir en lo que consideran una inadecuada gestión al frente del Ministerio de Sanidad, recordando todos los recortes acometidos hasta el momento por Mato, como la implantación de copagos o la expulsión de los inmigrantes del sistema sanitario público.

Tal fue la situación de ‘desgobierno’ de la ministra de Sanidad que finalmente Soraya Sáenz de Santamaría tuvo que tomar las riendas de la gestión de la crisis, poniéndose al frente del Comité Especial que se creó para coordinar la lucha contra el virus. Desde entonces, Mato quedó relegada a un segundo plano, algo que no hizo más que alimentar el malestar de los sanitarios y de la oposición, que pidieron insistentemente su dimisión aunque sin éxito, ya que ni la ministra dejó su cargo ni el presidente <Mariano Rajoy la relevó.

No obstante, aunque las críticas contra Ana Mato han sido muy significativas, lo cierto es que el peor parado ha sido Javier Rodríguez. El consejero de Sanidad madrileño vio cómo las decisiones políticas que había tomado el Ejecutivo autonómico del PP en el área de la que se ocupa provocaban cientos de quejas con la crisis del ébola. Sobre todo por la situación del Hospital Carlos III, que volvió a convertirse “deprisa y corriendo” en centro de referencia para la lucha contra el virus tras haber sido “desmantelado” por la Comunidad de Madrid, según denunciaron diversos colectivos de la Marea Blanca.

Asimismo, los profesionales se quejaron de la falta de preparación y medios, ya que los equipos especializados en el tratamiento de este tipo de enfermedades habían sido ‘desmantelados’ y los profesionales que los formaban se encontraban repartidos en varios centros. Y las declaraciones de Rodríguez tampoco ayudaron a reducir el descontento. El consejero, que defendía que los medios existentes eran suficientes para enfrentar la situación, acabó por acusar a Teresa Romero de ser la culpable del contagio y de haber mentido sobre las causas del mismo, así como de cuándo empezó a presentar los primeros síntomas.

Esas palabras suscitaron una vez más las críticas de profesionales y oposición, que pidieron la dimisión del consejero. Sin embargo, igual que ocurriese con Mato, Rodríguez sigue en su puesto ya que cree que pedir perdón es suficiente y el presidente madrileño, Ignacio González, tampoco parece tener intención de cesarle.

Esta crisis no sólo ha puesto en evidencia los problemas generados por los recortes del PP, sino también el ‘mal hacer’ de las administraciones central y autonómica frente al ébola, que carecían de protocolos de actuación frente a una posible epidemia y que no habían formado adecuadamente a los sanitarios para su aplicación. Pese a ello, Teresa Rodríguez ha conseguido superar la enfermedad y tras treinta días ingresada, veinticinco de ellos en aislamiento, recibió el alta y salió del hospital el pasado 5 de noviembre.

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