Alemania se cuestiona su propia pobreza mientras crece su escepticismo hacia el euro

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Alemania se cuestiona su propia pobreza mientras crece su escepticismo hacia el euro

Alemania es el motor económico de la zona del euro. Asumiendo tal condición, Berlín ha adoptado dos roles desde el inicio de la crisis; ser el mayor contribuyente en los rescates enviados a la periferia del continente y, al mismo tiempo, comportarse como el comisario que vela por la implementación de la austeridad en todos los rincones de Europa. Ahora, cuando se van a cumplir tres años del envío de las primeras ayudas enviadas a Grecia, los alemanes se preguntan hasta cuándo van a tener que ser el pilar de una divisa comunitaria que hace aguas.

En las últimas semanas han sucedido dos hechos muy significativos, que son los que han abierto las puertas a ese interrogante. En primer lugar, la publicación de un informe del Banco Central Europeo (BCE) que asegura que, de media, los hogares alemanes son los más pobres de la zona del euro. En segundo lugar, la creación de un nuevo partido político, Alternativa para Alemania (AfD), que rechaza la pertenencia al euro.

Esta formación política celebró su primer congreso interno el pasado fin de semana. Alejado de partidos como el neonazi griego Amanecer Dorado o el antisistema italiano Movimiento Cinco Estrellas, AfD está fundado por personalidades del mundo académico, del entramado periodístico y de un entorno político próximo a los conservadores de la CDU. Su participación en las elecciones generales del próximo otoño, sin ir más lejos, ya preocupa a los europeístas.

Según una encuesta elaborada por el diario Bild, AfD conseguiría tan sólo un 3% de los votos (se requiere el 5% para sentarse en el Parlamento). Sin embargo, la agencia Reuters informó a principios de abril que uno de cada cuatro ciudadanos alemanes estaría planteándose seriamente depositar su confianza en este partido, que ataca la participación de Alemania en los rescates financieros ocurridos desde el 2010 y predica un regreso al marco.

La protesta por la participación de Alemania en los rescates ya no es un clamor contra un concepto –el de la solidaridad- sino que, tras el informe del BCE arriba mencionado, es un clamor contra el hecho de que los alemanes ahonden en su supuesta pobreza.

El documento del BCE, publicado el pasado 9 de abril, sostiene que los hogares de Alemania tendrían un patrimonio medio de poco más de 50.000 euros, la cifra más reducida del bloque. En Grecia esta cifra se aproximaba a los 100.000 euros y en Chipre, el último país que acaba de ser rescatado por la Troika (aunque ha tenido que poner parte del dinero), se quedaría cerca de los 270.000 euros. En el caso de España, el patrimonio medio de las familias se sitúa, según el BCE, en 183.000 euros.

Tanto Angela Merkel, en declaraciones al Bild, como su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, han rechazado que esos datos reflejen la realidad del país: aseguran que el informe de la autoridad monetaria europea utiliza datos anteriores al 2010 y que no ha tenido en consideración la proporción de ciudadanos que en Alemania no tienen vivienda en propiedad, en comparación a otros países, así como el tamaño de las unidades familiares.

El semanario Der Spiegel, sin embargo, ha dado credibilidad al documento del BCE y ha defendido la existencia del debate que insiste en la pregunta: ¿hasta cuándo Alemania va a seguir sosteniendo a una Europa que –según la institución que preside Mario Draghi- tiene más dinero del que dice tener y no hace nada por reformar sus estructuras más obsoletas y opacas?

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