La Iglesia Ortodoxa ofrece sus tierras a los griegos más afectados por la crisis para que las cultiven

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La Iglesia Ortodoxa ofrece sus tierras a los griegos más afectados por la crisis para que las cultiven

La Iglesia Ortodoxa de Grecia ha recibido muchas críticas desde los comienzos de la crisis económica que atraviesa actualmente el país, la mayoría de ellas centradas en la nula colaboración activa que ha brindado semejante institución (que, entre otras cosas, no paga impuestos mientras es dueña de una cantidad de tierras e inmuebles nada desdeñable) al pueblo heleno. Sin embargo, en los últimos tiempos la tormenta arrecia todavía más, y por eso ha habido ligeros cambios en el horizonte.

El arzobispo Ieronymos, que es la cabeza pública de la Iglesia Ortodoxa de Grecia, anunció esta semana que ofrecerá tierras a aquellos griegos que quieran convertirse en granjeros para combatir la crisis que sacude la nación. Ieronymos considera que esta forma de ganarse la vida ayudaría al supuesto granjero y a sus seres queridos pero también al país, colaborando y contribuyendo a la producción de alimentos y derivados.

“Cualquiera que quiera trabajar la tierra de Grecia, contribuyendo con ello a la seguridad alimenticia del país y al desarrollo de un sistema moderno de agricultura, debe saber que la poca tierra que le queda a la Iglesia está a su disposición”, declaró Ieronymos durante el mensaje que lanzó el pasado día 25 con motivo de la festividad de la Navidad.

Las críticas, sin embargo, no se han hecho esperar. ¿Dar tierra sin más? Nadie se fía de una Iglesia Ortodoxa conocida por los casos de corrupción que la han salpicado –muchos de ellos sacados a la luz a raíz de la crisis- y, sobre todo, por su enorme influencia entre la clase dirigente, ya sea ésta política o empresarial. Sin embargo, el arzobispo Ieronymos no ha querido dar, por el momento, detalle alguno. Tierras a cambio de querer trabajarlas, ha sido su mensaje.

Lo cierto es que su llamamiento encierra un gran sentido. En el último año han sido muchos los griegos afincados en grandes ciudades como la capital, Atenas, o Tesalónica, la segunda ciudad más grande del país, que han decidido regresar sobre los pasos de sus padres o abuelos y establecerse en las regiones rurales del país con la intención de comenzar una nueva vida en el campo. Allí, dicen, por lo menos tienen un huerto que les asegura la alimentación y una vivienda que garantiza el techo.

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