América Latina: Crónica de una (des)integración anunciada

Especial 25 aniversario

América Latina: Crónica de una (des)integración anunciada

Hugo Chávez, expresidente de Venezuela

¿Cómo poder ganar soberanía sin perjudicar la economía de un territorio que depende del exterior? Los países de América Latina llevan doscientos años preguntándose cuál es la mejor forma de presentarse – y/o defenderse – ante el mundo. La mayoría de ellos han promovido durante este tiempo que la integración es la mejor fórmula sobre la que articular un proyecto emancipador. Sin embargo, las estrategias para situarse en el panorama internacional jamás han encontrado unanimidad. Si unos apostaban por la unión continental, otros preferían hacerla en virtud del modelo económico, véase los casos de Chile y Peú y su preferencia por el Pacífico. Del mismo modo que algunos secundaban el libre comercio al tiempo que otros abogaban por el proteccionismo.
 
La realidad refleja que una vez finalizaron los procesos de independencia, y ante el nuevo papel protagonista del Imperio británico, la región latinoamericana comenzó a barruntar la idea de la integración de los países en una especie de ‘Patria Grande’. Como explica el politólogo argentino Damián Paikin, “ninguna otra parte del globo, el ideario unitario ha tenido tal desarrollo y persistencia” como en América Latina. Ni siquiera en Europa, donde “la búsqueda de unidad es mucho más reciente y su sentido, construido sobre las cenizas del horror y de la guerra, distinto al pensado en Latinoamérica”.

América Latina

Los países latinoamericanos y las organizaciones de integración de Latinoamérica y Caribe. Autor: Luan
 
Desde que en 1826 Bernardo de Monteagudo y Simón Bolívar defendiesen la unión política de toda América – Estados Unidos incluido – con el objetivo de fortalecer la paz, la autonomía y las garantías comerciales de la zona, los diferentes proyectos de integración (Unión Aduanera del Sur, el Nuevo ABC, ALALC, CEPAL, ALADI, ALCA, ALBA o Mercosur) se han ido sucediendo sin demasiado éxito. En ocasiones por desaveniencias internas, y en otras muchas por la injerencia extranjera. A nadie se le escapa que Estados Unidos ha tenido un papel fundamental en la ‘imposibilidad’ de América Latina para construirse a sí misma. Chile, Guatemala, Cuba, Nicaragüa, Panamá, Venezuela, El Salvador o Argentina pueden dar fe de ello, entre otros.
 
El último intento
 
Hartos de las injerencias externas y de los demoledores efectos provocados por las políticas aplicadas durante los años anteriores, varios países se unieron durante la primera década de los dos mil al que hasta hoy ha sido el último gran proceso de integración latinoamericano, el basado en el ‘socialismo del siglo XXI’ de Heinz Dieterich Steffan. 
 
Con Hugo Chávez a la cabeza, los líderes políticos regionales siguieron esa nueva teoría política aludiendo al mismo tiempo a los históricos libertadores del continente – Simón Bolivar o Tupac Amaru – como forma de visibilizar lo que ellos consideraban “una nueva necesidad de independencia”.
 
A pesar de la mala prensa que recibió a lo largo y ancho del mundo, este movimiento fue una simple consecuencia de las políticas generadas durante la etapa neoliberal de los años 90.
 
Cuando El Boletín imprimía sus primeras ediciones, América Latina seguía las recetas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, cuyos consejos iban encaminados en dar carpetazo a la corrupción, a la ineficiencia estatal y a la hiperinflación generada durante la década anterior. Para ello, los organismos internacionales determinaron que los Estados debían achicar su poder privatizando la mayoría de los servicios públicos.
 
Aquellas medidas mejoraron los datos macroeconómicos de los países, pero acabaron por favorecer a solo una pequeña franja de la población. Las clases medias perdieron poder adquisitivo, apenas podían acceder a los servicios básicos, la desigualdad alcanzó cifras históricas y la violencia se apoderó de las urbes. El momento más simbólico de esta etapa ocurrió en el año 2001, cuando Argentina tuvo que decretar un ‘corralito’ bancario.
 
Las sociedades estaban sumidas en la depresión, la deuda externa del continente alcanzaba cotas desconocidas (año 2002) y la economía de los países dependía de organismos internacionales desacreditados como el FMI y el Banco Mundial.
 
De aquellas ‘cenizas’ surgió la necesidad de imprimirle a la economía un enfoque más humano y autónomo a los factores exógenos. Así lo sintió al menos una inmensa mayoría de los latinoamericanos, que abrazaron ideas políticas que abogaban por la defensa de los servicios públicos, por la recuperación de la soberanía y por una mayor integración regional.

América Latina

Attempts to Map Latin America’s Political Spectrum. Autor: GeoCurrents
 
Se trató del posteriormente denominado como ‘Socialismo del siglo XXI’, que en ese momento no era más – ni menos – que el periodo de transición entre los estragos del capitalismo y el socialismo.
 
Una teoría integradora que, en líneas generales, se basó en que los bienes universales (alimentos, agua, medioambiente, recursos naturales) y los servicios sociales (educación, salud, vivienda, energía) no debían ser sometidos a privatizaciones.
 
Lula Da Silva y Dilma Rousseff (Brasil), Hugo Chávez (Venezuela), José Mujica y Tabaré Vázquez (Uruguay), Néstor y Cristina Kirchner (Argentina), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Ollanta Humala (Perú) y Michelle Bachelet (Chile) gobernaron sobre países que durante su mandato redujeron, inicialmente sobre todo, la pobreza y la desigualdad.
 
Protagonizaron un tiempo que por momentos pareció acercar la posibilidad de que América Latina fuese ‘una’ y con una agenda política propia. Una unidad continental articulada a través del Mercosur y que fuera capaz de proteger su economía de influencias externas. El ejemplo más simbólico sucedió en el 2005, cuando en la Cumbre de las Américas, y por primera vez en la Historia, varios presidentes de la región (Lula, Chávez, Kirchner, Nicanor Duarte y Tabaré Vázquez) se coordinaron para contradecir a Estados Unidos y decir ‘no al ALCA’ (Área de Libre Comercio de las Américas).
 
Un momento histórico de un movimiento que con los años fue pereciendo. La corrupción, la enorme dependencia al Estado, la inflación, la incapacidad para promover un reciclaje en los modelos económicos para que no dependieran tanto de las exportaciones (Venezuela y el petróleo) y el ‘fracaso’ ante las expectativas de igualdad creadas en la sociedad provocaron el desafecto en varios países, que como cuando nació El Boletín, han retornado al sendero liberal.
 
Mauricio Macri en Argentina, Pedro Pablo Kuczynski en Perú, el ‘golpe’ de Michel Temer en Brasil y la ambigüedad de Bachelet en Chile confirman el fin – al menos temporal – del último intento de integración en América Latina. De hecho, la decisión de países como Chile, Perú o México, que han decidido poner su interés en el Pacífico (TPP – Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) antes que en su propio continente revelan que la historia latinoamericana corre el riesgo de convertirse en pescadilla.
 
‘Ha muerto el proceso de integración. Viva el proceso de integración’.

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