Donald Trump, nuevo presidente de EEUU

Elecciones en EEUU

Donald Trump, nuevo presidente de EEUU

    Donald Trump, ganador de las elecciones en EEUU

    El multimillonario vence contra pronóstico y pone el mundo patas arriba. Los estadounidenses castigan el ‘establishment’ de Clinton apostando por la incógnita Trump. Los republicanos dispondrán de todo el poder. Donald Trump ha vencido las elecciones estadounidenses y se convierte en el presidente número 45 de EEUU. En una de las campañas más ‘sucias’ que se recuerdan, los estadounidenses han optado por apoyar a un candidato al que se ha acusado de racista, xenófobo y machista para castigar al ‘establishment’ que representa Hillary Clinton. El populismo al servicio de un multimillonario. 
     
    A pesar de que casi todas las encuestas –L.A. Times y otras publicaciones recientes predijeron la victoria de Trump– anticipaban una victoria ajustada de la candidata demócrata, el devenir de la noche electoral ha ido deparando sorpresa tras sorpresa. Primero Florida, Ohio, más tarde Carolina del Norte, y luego Michigan (donde el recuento no se ha cerrado aún). Todos los swing states estados que no se decantaban en claro por ninguno de los candidatos, se teñían de color rojo al tiempo que muchos actualizaban la página de resultados con la esperanza de que todo fuera en realidad un mal sueño.
     
    A las 21:00 de la noche en EEUU (03:00 de la madrugada en España) comenzaba el sorpasso. A mediodía de Madrid, Hillary Clinton se quedaba con 288 puntos electorales frente a los 290 logrados por Donald Trump, 20 más de los requeridos para ser investido. Arizona, Minnesota, Michigan y Nuevo Hampshire aún no habían cerrado el recuento.

    Florida finalmente se ha mantenido republicano, partido con el que los inmigrantes de origen cubano se han sentido identificados por su férrea posición frente a Cuba. California, el Estado que más votos electorales concede (un total de 55) ha seguido fiel a las filas demócratas.

    Illinois y Hawái, terrtitorios vinculados al ahora presidente en funciones Barack Obama también han apoyado a Clinton. Sin embargo, en ningún caso se lograba una victoria clara de los demócratas sobre sus rivales, que sí han hecho lo propio en cuatro Estados.   

    Al cierre definitivo del escrutinio en todos los departamentos electorales, Trump ha reforzado su victoria con un total de 306 puntos electorales frente a los 232 de Clinton. Sin embargo, la candidata demócrata ha logrado cosechar un total agregado de 59,45 millones de votos ciudadanos, aventajando en más de dos puntos al republicano, que apenas ha logrado 59,25 millones de papeletas con su nombre.


    A partir de esa hora, el hombre que al principio parecía una caricatura, que luego pareció algo más serio y que al final ha acabado por convertirse en el presidente de la primera economía mundial, comenzaba un esprín sin mirar atrás hacia la Casa Blanca.
     
    Poca relevancia tiene que Hillary Clinton haya obtenido pocos menos votos que el candidato predilecto del Ku Klux Klan. El poder político del país más influyente del planeta recaerá sobre Donald Trump y el Partido Republicano. Que, además, refuerza su control del Senado y la Cámara de Representantes.


    En cualquier caso, sería reduccionista considerar que los votantes de Trump –en su mayoría varones blancos y mayores de 35 años, según los sondeos que luego han resultado errados– le han votado por sus postulados xenófobos. Como se ha visto en citas electorales previas de este 2016 (como el Brexit y el referéndum de paz de Colombia), el año en que las encuestas pasaron a mejor vida, el mundo se aproxima a un clima donde las elecciones se han convertido más en un arte de castigo que de proposición. Mientras, los progresistas y los moderados permanecen inmóviles ante las demandas y necesidades de los desfavorecidos, que abrazan las opciones más alejadas de lo que, a priori, les ha llevado a esa situación de agravio. Además, en el caso de Trump se unen los millones de votos ocultos y los shy tory (votantes republicanos ‘avergonzados’), que han permanecido discretos en el debate público.
     
    Las constantes idas y venidas ideológicas, la proximidad a las élites económicas y la vinculación con repetidos casos de corrupción han debilitado tanto la imagen de Hillary Clinton, para la que ni siquiera el voto útil anti-Trump, y el de las minorías ha decantado la balanza a su favor.
     
    El resultado deja un claro vencedor, un país dividido sumido en la incertidumbre, y a millones de vencidos; empezando por los miles y miles de inmigrantes que se preguntan ahora si el muro de separación con México se va a construir antes o después de la deportación prometida por Trump. Si es que estas promesas electorales llegan a tomar forma vía unos desorbitados presupuestos económicos.
     
    Hillary ‘establishment’ Clinton
     
    Que un tipo multimillonario, al que se ha acusado de corrupto, misógino, racista y xenófobo haya vencido constata la nula emoción positiva que ha despertado Hillary Clinton entre los estadounidenses, ni siquiera entre los suyos, que han acabado votando contra todo aquello que representa la demócrata.


    La movilización exprés que hubo durante los últimos días por parte de artistas y de políticos como Barack Obama, para evitar ver a Donald Trump sentado en el sillón del Despacho Oval –posiblemente con los pies cruzados sobre la mesa, ha sido en balde. El multimillonario neoyorquino decidirá en esa estancia la política interior, migratoria o exterior del país más influyente del planeta.
     
    Durante las próximas jornadas habrá que medir el efecto determinante que ha podido tener Gary Johnson, el candidato del Partido Libertario que se ha llevado el 2-3% de los votos en varios de los swing states.
     
    Promesas de Trump
     
    Todo en Donald Trump es una incógnita. Acercarse a analizar sus ideas provoca entre algunos tanto temor –tampoco Hillary Clinton representaba el paraíso para otros tantos– que quizá muchos encuentren alivio en la idea de que el presidente de EEUU no es más que el títere de las élites económicas supranacionales.
     
    En cualquier caso, las propuestas de Trump son tan inusuales como su victoria. Por ejemplo, en materia de política exterior, donde su acercamiento a Rusia y Vladimir Putin es una acción sin parangón en el Partido Republicano. El nuevo presidente estadounidense apuesta por una colaboración conjunta en Oriente Medio como forma de combatir al Estado Islámico. En plena noche electoral, Moscú ha bombardeado posiciones rebeldes en Alepo y ya en la mañana el presidente ruso ha enviado una calurosa felicitación a su recién elegido homólogo.

    Además, rechaza cualquier acuerdo con Irán, cuestiona la relación comercial con China y aboga por rediseñar el proceso de desbloqueo cubano emprendido por Obama. Aunque en este último caso no se ha mostrado tan taxativo como con los iraníes.
     
    En cuanto a los tratados de libre comercio tan en liza en las últimas semanas, quedan en el aire. Donald Trump ha asegurado por activa y por pasiva que ni el TPP, ni el TTIP, ni el NAFTA se llevarán a cabo si no mejoran las condiciones para EEUU y “sus trabajadores”.
     
    En Sanidad, el candidato que el 20 de enero será investido como presidente apuesta por revocar la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio, más conocida como la Obamacare. Esa ley permite a las familias más desfavorecidas poder acceder a la Sanidad Pública. Sin embargo, Trump ha asegurado en más de una ocasión que su primera medida será tumbarla para volver a los principios del libre mercado. Eso sí, “bajando costes”, afirma.
     
    En materia educativa, con el resultado de las elecciones queda abortada una de las grandes apuestas de estas elecciones: el acceso gratuito a la universidad para las rentas más bajas. Una medida que llevaba Clinton a colación de su rival en primarias Bernie Sanders. Trump, alejado de estas ideas socialdemócratas, considera que la Educación debe estar en mano de cada uno de los Estados.
     
    En cuanto a la política interior, el neoyorquino considera que para que “América vuelva a ser grande” los impuestos deben bajar hasta un tope máximo del 15%. Además, las personas que ganen menos de 50.000 dólares al año estarán exentas de tributar y las empresas que lo hagan fuera del país tendrán una rebaja del 10% para relocalizar su tributación en el sistema federal.
     
    En cualquier caso, las compañías nacionales no las tienen todas consigo, en absoluto, pues con el ánimo del Partido Libertario, Trump amenaza con sancionar a las empresas que produzcan fuera del país. El nuevo presidente quiere que las empresas produzcan dentro de EEUU como método para reactivar la economía y aumentar el empleo, señalando incluso al gigante tecnológico Apple. Aunque esto último no parece una urgencia después de que Barack Obama haya dejado una herencia que incluye el pleno empleo (4,9% de desempleo).
     
    Uno de los puntos más conflictivos del programa de Trump es el que hace referencia a la inmigración. El discurso racista se hacen aún más palpables en su apuesta por la construcción de un muro en la frontera con México. Esa medida incluye otras de similar gusto, como la amenaza de que ese muro será construido por los mexicanos a cambio de que puedan seguir enviando remesas de dinero desde EEUU a su país natal. Por otro lado, promete deportaciones masivas y mayor inversión en agentes de inmigración que combatan este fenómeno.
     
    Otras cuestiones a tener en cuenta de su programa electoral es la defensa a ultranza que hace del derecho a la posesión de armas. En vez de limitarlas, el republicano apuesta por castigar a quienes las utilicen para cometer crímenes.

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