Donald Trump comienza a tirar la toalla

Elecciones en EE.UU.

Donald Trump comienza a tirar la toalla

Donald Trump, candidato del Partido Republicano a la presidencia de EEUU

El candidato republicano radicaliza todavía más su discurso anticipando una derrota que ya explica en clave de conspiración Nunca fue un candidato convencional, pero, a falta de 26 días para las elecciones, en lugar de seguir el camino esperado; está optando justo por el contrario. Es decir, en lugar de, una vez superadas las primarias y conquistadas las bases, virar hacia el centro para atraer a votantes moderados, Donald Trump está extremando todavía más su discurso.

Cuando parecía que no era posible ir más allá, el candidato republicano ha demostrado una vez más que, con él, siempre es posible superar todos los límites. El problema de esta estrategia es que ya se sabe: cuando avanzas en dirección contraria a todos los demás, lo más normal es que te la pegues.

Aunque, la verdad, es que eso es exactamente lo que el neoyorquino parece empezar a tener asumido como se deduce tanto de su discurso como de algunas operaciones. Así, por ejemplo, según señala The Hill, su campaña ha comenzado a retirar recursos del estado de Virginia que ya daría por perdido.

De esta forma, si después de la negación llegaba una ira que, como en el personaje del padre de la película ‘Inside Out’, siempre será la emoción dominante en los relatos del republicano; ahora parece haber comenzado a surgir el espacio para la negociación.

Una fase de negociación, eso sí, un tanto particular porque, fiel a su estilo, Trump no negocia para que su derrota sea menor; lo hace para multiplicar los daños de los rivales. Y ¿quiénes son sus rivales? En realidad, todos; pero, en particular, los habituales de toda teoría de la conspiración que se precie. 

Así, los medios de comunicación, las corporaciones y el ‘establishment’ político están siendo señalados en los últimos actos en público del magnate neoyorquino como los principales ejecutores de un supuesto complot en su contra: «El establishment se juega trillones de dólares en estas elecciones», señaló en esa dirección.

Curioso que le pudiesen considerar a él, multimillonario y adalid de las rebajas de impuestos, una amenaza; pero tampoco se trata de eso. Se trata de justificar su derrota con una explicación que para sus seguidores le exima a él de toda culpa.

Tenga ésta lógica o no. Juzguen ustedes mismos: «Hillary Clinton se reune en secreto con los bancos internacionales para planear la destrucción de la soberanía estadounidense y así enriquecer a los poderes finacieros globales, a sus amigos con intereses especiales y a sus donantes».

Pero es que dado el perfil de la coalición electoral que ha conseguido aglutinar lo importante es que tenga rabia. Mucha rabia. Cuánta más mejor.

Y, cómo no, para ello también ha recurrido a otro clásico: una fuerte dosis de antisemitismo. Un relato no especialmente original en sus elementos esenciales si tenemos en cuenta que esas líneas maestras ya fueron ensayadas en la rusia zarista con «Los protocolos de los sabios de Sion», el libelo de 1902.

Un libelo que como ha ironizado Matthew Yglesias, al ritmo en que ha entrado en barrena su campaña, va camino de quedarse tibio para Trump. Con todo, como también ha apuntado el periodista de Vox, lo peor para el multimillonario es que, por primera vez, está comenzado a parecer un «perdedor».


Y eso podría estar bien si su campaña se hubiese basado en proyectar empatía con el electorado; es decir, si esta hubiese sido… sí: más convencional. Pero no cuando toda ella ha girado en torno a construir una imagen de «ganador» que iba a «hacer América grande otra vez».

Una imagen que también ha recibido un duro golpe de manos de Michelle Obama quien en una brillante intervención en un acto de campaña golpeó donde más le duele al neoyorquino: «Seamos claros, los hombres fuertes, los que de verdad son modelos a seguir, no necesitan humillar a las mujeres para sentirse poderosos»; señaló la esposa del actual presidente.

Así las cosas, después de una última semana fatídica, todo podría ir aún peor para Trump de aquí hasta las elecciones. Y ya saben: después de la negacion, la ira y la negociación; le habrá llegado el momento de la depresión.

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