Hillary Clinton saca garra en su primer cara a cara con Trump

Cara a cara Clinton-Trump

Hillary Clinton saca garra en su primer cara a cara con Trump

Hillary Clinton, candidata del Partido Demócrata a la presidencia de EEUU

Clinton apareció en traje rojo, el color de los republicanos. Trump eligió un traje negro y una corbata azul. Se dieron un apretón de manos, algo no tan obvio en 2016. Está de vuelta, con fuerza renovada. La estadista se plantó allí como si nunca se hubiera ido. Hillary Clinton disparó con precisión, manejó los tiempos, citó hechos concretos y cifras y descansó en ellos tan segura como siempre. Como si todos los deslices, errores y traspiés de las últimas semanas no hubieran existido.
 
Su rival no quedó bien parado. Donald Trump tuvo un buen comienzo, luego parecía nervioso, cogía a menudo con fuerza el vaso de agua, interrumpía continuamente a Clinton, parecía aleccionador, sin tener nada que decir.
 
La demócrata se rió cuando él habló. El republicano hizo caras cuando intervenía ella. Él resopló, ella lo atacó. Ella permaneció calma. Y al final fue él quien le reprochó que no tiene el carácter necesario para ser presidenta.
 
Después de semanas de agitada campaña, el debate se presentaba como un punto de inflexión. Durante días Estados Unidos esperó con expectación este momento: el primer combate entre dos candidatos que polarizan al país como quizá nunca antes en la historia. El empresario, que nunca ejerció un cargo político. La ex secretaria de Estado, sobre la que todos tienen una opinión y a la que muchos odian.
 
Clinton apareció en traje rojo, el color de los republicanos. Trump eligió un traje negro y una corbata azul. Se dieron un apretón de manos, algo no tan obvio en 2016.
 
El tono al principio fue sorprendentemente calmo durante varios momentos. Trump incluso señaló que estaba de acuerdo con la política demócrata en temas como el cuidado infantil, aunque no con las cifras.
 
Pero Clinton, de 68 años, no quiso entrar en ese juego. Ella quiso poner las reglas y lo dejó rápidamente claro cuando mencionó los fracasos económicos del multimillonario Trump, sus numerosas insolvencias, sus declaraciones de impuestos, que todavía no ha publicado. Lo llamó «el rey de la deuda» y especuló al respecto con que no es tan rico como da a entender.
 
Ella le provocó aguijoneando donde al republicano le dolía.
 
Cuando para devolvérsela Trump sacó a colación las cambiantes opiniones de Clinton sobre los tratados internacionales de comercio, ella simplemente respondió: «Donald, sé que vives en tu propia realidad». Siempre se dirige a él por su nombre de pila.
 
Trump se refugió en sus habituales exageraciones, alardeó sobre el hotel que acaba de construir en Washington cerca de la Casa Blanca. Siguió siendo vago sobre sus ideas políticas y sobre su plan para luchar contra Estado Islámico (EI) no consiguió ir más allá de la dureza habitual.
 
Del muro con México, un tema central de toda su campaña electoral, no dijo ni una sola palabra.
 
El equipo de Trump lidió perfectamente con las expectativas previas. Capa por capa fueron construyendo la imagen de un ‘outsider’ que no pierde el tiempo en prepararse para un debate intenso y los medios estadounidenses asumieron esa idea. Las expectativas con respecto a Trump eran tan bajas que tan sólo evitar sus salidas de tono habituales ya consideraba un éxito.
 
La expectativas con Clinton, sin embargo, era desmedidamente elevadas. Ella, la especialista, debía conocer todos los detalles, pero no podía parecer demasiado engreída y tenía que parecer natural en todo lo demás para parecer creíble.
 
Ella fue a por todas. «Creo que Donald me acaba de criticar por haberme preparado para este debate, ¿Y saben qué? Lo hice y creo que fue algo bueno ¿Saben qué otra cosa hice? Me preparé para ser presidenta y creo que eso es algo bueno».
 
La imagen de Clinton sobre la sociedad Estados Unidos es puro optimismo. Trump eligió el costado negativo que siempre resalta en la campaña electoral: la economía por los suelos, millones de puestos de trabajo se van al exterior.
 
El contraste, que ya se pudo intuir en las convenciones de ambos partidos, es la oda a la esperanza de Clinton contra el canto de cisne del sueño americano de Trump.
 
La cuestión es si esta imagen permanecerá. Durante el debate comenzó la guerra de las interpretaciones desde ambos bandos para dar su versión del debate.
 
El portavoz de Clinton, Brian Fallon, dijo que Trump finalmente había demostrado que no está cualificado para el cargo. Sin embargo Michel Flynn, el asesor de Trump, criticó las preguntas del moderador Lester Holt.
 
En opinión del analista de debates Aaron Kall, «Trump mostró fuerza, pero al final su falta de experiencia en debates ayudó a Clinton que sí se había preparado. Ella ganó las últimas rondas y probablemente todo el debate».
 
Trump no dejó desperdiciar la ocasión de darse una vuelta por la sala de prensa. Le acompañaba su esposa Melania y sus hijos. El moderador hizo un buen trabajo, dijo a los periodistas el candidato republicano. Trump quería volver a ser el centro del espectáculo.

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