Grecia y Alemania: historia de un amor decepcionado

Grecia bajo la Troika

Grecia y Alemania: historia de un amor decepcionado

Angela Merkel y Alexis Tsipras

Alemania fue uno de los terrenos más fértiles del llamado «Filohelenismo», la ola de redescubrimiento y admiración por las conquistas de la Grecia antigua. Alemanes nazis, griegos vagos: los prejuicios mutuos entre los dos países vienen subiendo de tono desde el inicio de la crisis y volvieron a encenderse con el decisivo referéndum de mañana domingo en Grecia. Pero la escalada de clichés y rencores es más bien nueva y contrasta con siglos de una relación muy diferente.

Alemania fue uno de los terrenos más fértiles del llamado «Filohelenismo», la ola de redescubrimiento y admiración por las conquistas de la Grecia antigua que se apoderó de Europa occidental desde fines del siglo XVIII y que algunos historiadores consideran incluso un germen de la integración europea.

«La fiebre griega de los románticos y los clásicos alemanes fue incurable, notoria, imparable», recuerda el autor alemán Manuel Gogos, mencionando la pasión helénica de pilares de la cultura germana como Johann Wolfgang von Goethe, Friedrich Schiller o Friedrich Hölderlin.

«Al principio ese amor fue una idealización de la antigua Grecia», señala por su parte Spiros Moskovou, director de la redacción griega del canal internacional alemán Deutsche Welle. Pero pronto se contagió del pasado al presente y se convirtió en apoyo a la independencia griega del reino otomano a principios del siglo XIX.

La euforia alemana por Grecia aumentó aun más cuando el país se independizó y un joven bávaro de 17 años fue nombrado su primer rey: Otto I. El alemán llevó numerosos funcionarios a Atenas y quiso sentar las bases de una administración eficaz. Su fracaso en lograrlo en 20 años de reinado tuvo consecuencias que siguen sintiéndose hoy.

Cien años después, en 1941, fueron los soldados nazis los que llegaron a Atenas. Que entre ellos hubiese muchos enamorados de Grecia no frenó sus atrocidades. Los alemanes se presentaban como «los verdaderos herederos de la antigua Grecia», cuenta Gogos, mientras cientos de miles griegos morían de hambre y frío.

En pocos países fueron los ocupantes nazis tan brutales como en Grecia. «Lo que en realidad sorprende es que tras la guerra no se asentara en Grecia una cultura de resentimiento contra Alemania», escribe Moskovou. «Por el contrario, los griegos perdonaron a los alemanes asombrosamente rápido».

En 1960 ambos países firmaron un acuerdo de empleo por el que miles de griegos emigraron a Alemania a trabajar. Muchos se unieron luego huyendo de la llamada Dictadura de los Coroneles que se hizo con el poder en 1967. Hoy viven en la primera economía europea más de 300.000 personas de origen griego.

La admiración de Alemania por Grecia siguió en las décadas siguientes… hasta el estallido de la crisis. Muchos alemanes rechazaron entonces la idea de pagar con sus impuestos la mala gestión en Atenas, mientras en Grecia buena parte de la población veía a Berlín como un nuevo opresor, ahora económico.

Los medios contribuyeron a los prejuicios. El semanario alemán «Focus» publicó una portada en la que se veía a la Venus de Milo con el dedo medio extendido y el titular: «Estafadores en la familia del euro», mientras que el diario griego «Eleftheros Typos» presentó un fotomontaje con una esvástica en la Columna de la Victoria de Berlín.

«Ni los griegos son unos haraganes ni los alemanes son culpables de los problemas en Grecia», decía el primer ministro griego, Alexis Tsipras, durante una visita a la canciller Angela Merkel en Berlín poco después de asumir el gobierno en marzo de este año. Pero la tensión siguió creciendo desde entonces.

Los dos gobiernos chocaron también por el reclamo de Atenas a Alemania de reparaciones derivadas de la Segunda Guerra Mundial por un total más de 278.000 millones de euros (308.000 millones de dólares), lo que bastaría para equilibrar el presupuesto heleno.

El gobierno de Merkel lo rechaza de plano remitiendo al Acuerdo de Londres de 1953 por el que varios acreedores condonaron parte de la deuda alemana tras la Segunda Guerra Mundial. Irónicamente, entre ellos figuraba Grecia.

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