“Para resolver la crisis ecológica hay que reducir las desigualdades”

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“Para resolver la crisis ecológica hay que reducir las desigualdades”

El especialista medioambiental Hervé Kempf apuesta por la Convergencia Global, basada en una sobriedad feliz. Como viene siendo habitual, La Casa Encendida acogió en su auditorio una nueva intervención coordinada por Le Monde Diplomatique y la Fundación Mondiplo. En esta ocasión el invitado fue Hervé Kempf, periodista que durante 15 años cubrió la sección relacionada con el mundo natural de Le Monde, hasta que su postura en contra del aeropuerto de Nîmes le relegó del cargo. Este animador y responsable de la publicación francesa más importante sobre Ecología, www.reporterre.net, aborda las consecuencias que deparará una crisis medioambiental que no hace más que acentuarse. El fin de occidente, el nacimiento del mundo fue el título revelador de la conferencia.

Hervé inició su exposición poniendo un marco histórico a fin de contextualizar la situación: “la humanidad se desarrolla en el continente africano para luego dispersarse desde la zona del Rift (ahora Kenia-Etiopía) hacia Oriente Medio y, de ahí, a Australia, Europa o Asia, creando distintas culturas al tener que adaptarse a condiciones geoclimatológicas diversas. El Homo Sapiens coloniza hasta que acontece la Revolución Neolítica y se produce un cambio de actitud de los homínidos respecto al entorno: se pasa de caza y recolección a la agricultura. Desde el s. XVI occidente impuso su supremacía dando lugar a la Gran Divergencia, por la que se produce un elevado crecimiento demográfico que, a la par que mejora las condiciones de vida de los individuos, degrada la ecología”. Y es en este punto donde el objetivo está claro: “hay que ir a la búsqueda de la Gran Convergencia con vistas a neutralizar ese efecto, así como dar perspectiva histórica para entender la situación actual”.

Con esta introducción, el activista francés matiza el rasgo común por el cual, según paleontólogos, antropólogos e historiadores, los humanos siempre tuvieron un gran consumo energético con referencia a la disponibilidad de recursos. Y es que la energía había estado reducida a madera, agua y tracción animal como fuentes primarias, lo que daba lugar a una competencia entre producción energética y alimentaria. Sin embargo, en los siglos XVII y XVIII, con la Revolución Industrial, apareció también la Gran Divergencia, destacando la diferenciación entre las civilizaciones: en los países europeos y norteamérica se consume 50 veces más que en Chad o Bolivia… ¿Por qué? Es un antiguo debate entre historiadores: la disponibilidad de carbón como nuevo recurso energético parte de Inglaterra para luego extenderse a Alemania y el norte de Francia. También había producción en el norte de China desde el año 1000, pero los centros de desarrollo estaban en el sur y había que salvar unas distancias que hacían la explotación inviable… Europa jugó con la ventaja de la proximidad entre fuente e industria.

Por otro lado, la disponibilidad de recursos en América permitió a la monarquía española nutrirse de metales como el oro y la plata; el azúcar igualmente vino de norteamérica, que fue importado a Inglaterra. Estas materias primas permitieron desbloquear las limitaciones del territorio para obtener más energía, que se tradujo en más manufactura, más producción, más fuerza militar… Es la historia de la colonización, del imperialismo.
La notable evolución del capitalismo en los años 80 implicó romper con la anterior estabilidad de las desigualdades: a partir de entonces la tendencia inherente a la condición humana fue rivalizar para remarcar con signos exteriores que uno está mejor situado que los demás. Se intensifica, pues, la división de estamentos en la jerarquía social: hay que acercarse a los de estatus superior, imitándoles para ascender en la pirámide social y, para ello, el consumo se dispara. Con la globalización se proyectan modelos de gasto, incitando al resto de países a dispendios aún mayores…

¿Cómo caracterizar el modelo histórico del s. XXI? El actual camino a la Gran Convergencia acontece no solo por la disponibilidad de recursos a nivel mundial y, por ende, economía dependiente de los distintos estados; también toma forma de cultura y se materializa en objetos: la globalización ha creado un esquema cultural común denominado consumo. Pero la convergencia no puede acontecer con el actual consumo de energía y de materiales: es preciso reducirlo. Pero la situación política de conservadurismo bloquea la evolución. Frente a la ansiedad indignada por las pocas posibilidades de la clase media-baja aparecen unos gobernantes aún más autoritarios que antes. Es el escenario donde ha surgido la primavera árabe, la primavera arce (Canadá), las revueltas en Brasil, Turquía, España… Esta agitación dirigirá el sentido de la evolución de la historia.

Hay tres consecuencias principales derivadas de la crisis: el cambio climático -que corre el riesgo de irreversibilidad-, el peligro en la biodiversidad y la contaminación generalizada de los ecosistemas -incluido el más inmenso: el océano se está desequilibrando-. Por otro lado, la carrera hacia los recursos (petróleo, minerales, tierras para agricultura) da lugar al conflicto. Hervé se mostró categórico: “Para resolver la crisis ecológica hay que reducir las desigualdades. No se puede decir a la gente ‘hay que salvar el planeta‘ sin explicar, al mismo tiempo, que hay que cambiar de sistema, de economía, de costumbres”.

Ante una la oliarquía capitalista debería aparecer un nuevo modelo soportado en tres pilares: ecología justa -política con control financiero que reduzca las desigualdades para cambiar el modelo de consumo-, clases medias activas -las más numerosas, indispensables para que los pobres se recuperen, y ecologicación de la economía -que minimice el impacto medioambiental-.

H. Kempf, autor de libros de temática ecológico-política (Cómo los ricos destruyen el planeta,y Para salvar el planeta, salir del capitalismo), apostó por una Convergencia Global basada en una sobriedad feliz, evitando la opción austeridad compartida mencionada en el Foro Social de Brasil, pues dijo tener una connotación triste y “no se trata de ir hacia menos alegría…”. Un nuevo orden mundial está naciendo y la supremacía occidental se desvanece, pero es una incógnita saber si la humanidad logrará esta transición ecológica, que implica la igualdad entre las sociedades y en el interior de cada país; si no, el conflicto de los ricos contra los pobres arrastrará al planeta hacia el caos. «Por un lado, los países occidentales deberán fomentar la disminución del nivel de vida de sus ciudadanos y, por otro, los países emergentes que se incorporan a un nivel de desarrollo similar al occidental no deben seguir el modelo de consumo imperante«.

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