Cambio de humor de Merkel con los periféricos de la UE

Cambio de humor de Merkel con los periféricos de la UE

La canciller se ha olvidado de las exigencias y el mal humor. Ha dedicado el último mes a elogiar las agendas reformistas de Grecia, España y Francia. Renzi, en Italia, ha prestado atención y trata ahora de impulsar una reforma laboral. Hasta el año pasado era normal percibir en la canciller alemana, Angela Merkel, un tono de exigencia hacia aquellos socios europeos de latitud meridional que no tenían unas cuentas públicas saneadas. Ahora, sin embargo, su discurso ha cambiado: los recortes sociales llevados a cabo han hecho que aproveche cada ocasión que tiene para halagar el carácter reformista de estos países.

Un ejemplo paradigmático: Grecia. “Ningún céntimo para los griegos”, exclamó Merkel en una de las sesiones que celebró el Bundestag –el Parlamento alemán- en septiembre de 2013. Entonces la canciller advertía a las autoridades atenienses que se asomaban a la quiebra de las arcas públicas helenas que sin más reformas no habría más dinero alemán; más salvación económica; más estabilidad (aun precaria) social. Nada. Apenas un año después el mismo receptor escuchaba del mismo emisor, Merkel, unas palabras muy diferentes: “Es satisfactorio que haya notables progresos en Grecia y que el umbral del crecimiento esté cerca”. Sucedió durante la visita que este martes realizó el primer ministro griego, Antonis Samaras, a Berlín. Merkel se permitió, incluso, destacar la buena temporada turística que había experimentado Grecia y lo mucho que les gusta a los alemanes bañarse en las playas del país.

No es un caso aislado. El pasado 22 de septiembre, un día antes de la visita de Samaras, la que está considerada por Forbes como la mujer más poderosa del mundo recibía en Berlín al primer ministro francés, Manuel Valls. El objetivo de la visita era sellar la complicidad entre los dos países; Merkel le diría a Valls qué reformas seguir acometiendo y a cambio el delfín de François Hollande se mostraría públicamente encantado de contar con la simpatía alemana hacia su plan económico. Un plan económico que ha llevado a rebasar por abajo, una vez más, la popularidad de su gobierno. La prensa gala, por cierto, no se mostró muy contenta con la exhibición de poder germana.

También Matteo Renzi, el carismático nuevo primer ministro italiano, ha defendido ante los sindicatos y las bases de su propio partido, el socialista, la necesidad de acometer una reforma laboral para mejorar la competitividad del país. Renzi ha reconocido esta semana en dos entrevistas –concedidas a Bloomberg y The Wall Street Journal– no poder hacer otra cosa para convencer a Berlín y a Bruselas de que apuesten por el crecimiento y el estímulo económico. “Creo que la austeridad sin crecimiento es un error, pero me resulta imposible explicar esa postura sin un proyecto muy sólido de reformas en mi país. No soy creíble si no soy capaz de llevar a cabo reformas en Italia, lo sé», ha explicado Renzi a los periodistas del diario neoyorquino.

Por último, pero no por ello menos importante, está el caso de España. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recibió a Merkel a finales de agosto en Santiago de Compostela. La canciller, después de deshacerse en elogios hacia la capital gallega, consintió en arremeter contra la consulta soberanista de los nacionalistas catalanes después de que Rajoy se comprometiese a seguir apostando por las reformas “difíciles” de carácter económico y social. Además, desde Berlín se ha apoyado la candidatura de Luis de Guindos, ministro de Economía, para ocupar la presidencia del Eurogrupo.

Más información