El bitcoin revoluciona el mundo de las finanzas

Especial 25 aniversario

El bitcoin revoluciona el mundo de las finanzas

Bitcoins

La aparición de las criptomonedas que primero fue duramente contestada por la banca se ha convertido ahora en una importante oportunidad de nuevo negocio para el sector. Muy pocas veces antes en el mundo financiero, un cambio de paradigma había penetrado con tanta fuerza en tan poco tiempo. Las criptomonedas apenas tienen siete años de historia y, sin embargo, cuentan con un número siempre creciente de usuarios que las ha convertido en preocupación de reguladores, blanco de todo tipo de especulaciones y, sobre todo, en objeto de análisis por expertos y curiosos en finanzas, por no olvidar el indiscutible protagonismo de la banca tradicional.
 
La pionera en su especie es el bitcoin, la criptomoneda más popular y extendida mundialmente hasta la fecha. Su aparición supuso una ruptura con muchos de los dogmas monetarios hasta entonces irrefutables. Su diferencia más sensible frente al dinero al uso es no dispone de entidad física, sino que es únicamente un medio digital de pago. Frente al dinero fiduciario o los sistemas basados en el patrón oro, solo la arquitectura matemática con la que se han diseñado estas divisas digitales define su ritmo de emisión, sus aplicaciones y garantía de valor para transacciones financieras.
 
En esta sucinta descripción, el principal cambio de paradigma es que no existe ninguna entidad central, organismo o grupo que pueda respaldar o alterar estas condiciones fundacionales, por así decir, que son conocidas públicamente de antemano. Así pues, la moneda digital no es proclive en sí misma a movimientos de devaluación o apreciación artificial frente a otras monedas. En este mismo sentido, para el acceso a las criptomonedas tampoco existen intermediarios, sino que son los propios usuarios de estas los que negocian con ellas sin necesidad de entidades financieras.
 
El fundamento de toda esta novedad se encuentra en el método criptográfico, que además contempla el uso de dos claves matemáticas para el envío de mensajes que son las transacciones monetarias: una pública, que se puede entregar a cualquier persona y es la que da cuenta del intercambio, y otra privada, que identifica a su ordenante. Las fórmulas matemáticas con las que se desarrollan, inalterables por sus inventores una vez que comienzan a funcionar, son la base de su desarrollo.
 
En el caso del bitcoin, el responsable de la primera prueba de trabajo matemático para desencriptar el código de esta cibermoneda en el año 2009 fue Satoshi Nakamoto. Sin embargo, su camino había comenzado ya en el año 1998, cuando Wei Dai propuso por primera vez la idea de una nueva tipología de dinero que utilizase la criptografía para controlar su creación y transacciones. Tras muchas especulaciones, en primavera de este mismo año, el empresario australiano Craig Wright se descubrió como el verdadero Nakamoto, sin embargo estudios posteriores ponen en duda este extremo y la identidad real del primer desarrollador de la criptomoneda más popular sigue siendo un misterio. Tanto que son muchos los que sugieren que se trata de un pseudónimo que en realidad engloba no a un individuo sino a todo un colectivo.
 
Un factor que ha sido el más contestado por los detractores de estos métodos de pago es el hecho de que el número de diferentes criptomonedas es potencialmente infinito, pues tan solo responde a cuantos sistemas de criptografía matemática se puedan desarrollar, si bien en función de su complejidad podrán ser más o menos seguras. Lo que sí tiene fin en todos los casos es la liquidez de cada una de ellas, pues en la arquitectura de estos parámetros va implícito desde su creación el volumen máximo que puede llegar a existir de estas monedas.
 
La variedad prolifera mientras la minería se agota
 
En el caso del pionero bitcoin, el límite se encuentra en 21 millones de unidades monetarias. El dogecoin, inicialmente creado como parodia del anterior, tiene un tope de 100.000 millones. El litecoin, otra de las criptodivisas más empleadas a escala global llegará a poner en circulación 84 millones de sus unidades monetarias. Auroracoin, dash, ethereum, gulden, namecoin, ntx y ripple son solo algunas de las decenas de criptodivisas existentes y activas en la actualidad.
 
Esta creciente y amplia variedad, unida a la volatilidad que suelen mostrar en su tasa de cambio frente a divisas físicas al uso -normalmente frente al dólar estadounidense- ha hecho que comercios electrónicos en principio favorables a estas monedas hayan limitado el número de las mismas que aceptan en sus mostradores virtuales. En este sentido, el desarrollo tecnológico que implica su aceptación como método de pago, especialmente en las menos conocidas y los riesgos de aquellas con códigos de criptografía más rudimentarios, ha supuesto un freno que premia a las más difundidas. Sin ir muy lejos, dentro del mismo sector tecnológico, este es el caso de la gigante Apple, que en varias ocasiones ha vetado el empleo de algunas de estas monedas e incluso aplicaciones para su manejo construidas con base en su sistema operativo.
 
Si bien las criptodivisas siempre se acumulan en una cartera virtual que debe estar vinculada a una identidad personal y digital, existen herramientas tecnológicas para hacer que estas identidades sean dinámicas, modifiquen algún aspecto de su realidad física -como la ubicación real del sujeto o colectivo titular de una cartera, lo que facilita su uso en el cierre de transacciones ligadas a actividades ilegales sin dejar un rastro claro en la red. Esta es la razón que países como Tailandia y Bolivia han aducido para prohibir el uso de las criptomonedas en su territorio y que en otros, como México y Argentina, la normativa vigente recoja fuertes limitaciones operativas.
 
La imparable popularidad de estas divisas digitales no ha pasado inadvertida en los más recientes foros financieros de mayor proyección internacional, donde han ocupado un amplio espacio de debate y reflexión. Este mismo mes de septiembre, la escalada de la investigación y desarrollo de aplicaciones en torno a la tecnología de bloques en cadena ha sido uno de los temas más tratados en el Congreso Sibos celebrado en Ginebra. Un eco de lo que en enero de este mismo año se concluyó en el 46º Encuentro Anual del Foro Económico Mundial de la localidad suiza de Davos.
 
La banca, al asalto de la tecnología de cadena de bloques
 
Más allá de lo que en un principio se consideró una moda pasajera minoritaria, personalidades del ámbito económico tan destacadas como el director sectorial de servicios financieros del propio Foro, Giancarlo Bruno, ha apuntado con determinación que “en lugar de permanecer en el margen del sector financiero, la blockchain se convertirá en su corazón” más pronto que tarde porque podrá ayudar al desarrollo de nuevas soluciones innovadoras de servicios financieros hasta ahora solo imaginados, como en su día ocurrió con “los servicios informáticos centrales, los servicios de mensajería o el comercio electrónico”, factores que en su momento supusieron grandes novedades para la banca internacional que ahora están más que asumidas e integradas en su estructura de negocio.
 
El universo más extenso de posibilidades de aplicación de las criptodivisas en la banca tradicional, más allá de la idea de los cajeros de bitcoins tan popular hace unos años en algunos ámbitos, está en la cadena coherente de registro de operaciones en que se fundamenta su actividad rutinaria y que es custodiada por una red de dispositivos interconectados conocidos como nodos que garantizan la ausencia de fraudes en operaciones y respaldan en cada momento la titularidad de las monedas digitales.
 
No es de extrañar ante este panorama que un informe elaborado en colaboración con la consultora Deloitte haya puesto de manifiesto que el 80% de las instituciones financieras consultadas se encuentren actualmente trabajando en proyectos destinados a incorporar esta tecnología de bloque de cadenas en sus sistemas. Entre ellos, no solo entidades comerciales y de inversión, sino también los bancos centrales de países como EEUU, Holanda y Reino Unido.
 
Uno de los últimos gigantes en anunciar su decidido asalto a esta nueva posibilidad de negocio que hasta hace no mucho tiempo era percibida como una amenaza ha sido el estadounidense JP Morgan Chase & Co. El banco cuya historia se remonta a más de 200 años atrás estudia un nuevo giro en la tecnología que respalda el bitcoin para desarrollar un sistema a disposición de sus clientes que les permitiría la realización de transacciones confidenciales, una aproximación totalmente novedosa a la que hasta ahora se había dado en el sector.
 
En este sentido, en lugar de crear una nueva red blockchain privada, que es lo que en un primer momento han estudiado algunas entidades, se estaría planteando ahora romper el principio de universalidad de acceso de esta tecnología para limitar el acceso de terceros a transacciones compartidas a través de una red de miembros que sí tendrían libre acceso a todos los detalles de las mismas, como podrían ser las dos partes de un negocio corporativo, o una compañía y el organismo regulador o supervisor correspondiente en cada caso.
 
Estas nuevas posibilidades aparecen además en el momento en que una de las actividades que más ha aupado el bitcoin y varias de sus hermanas menores comienza a perder atractivo: la minería de criptodivisas. Este sistema se basa en que los terminales de algunos de sus usuarios de cada moneda digital sirven como centros de verificación de cada una de las operaciones que se realizan, resolviendo para ello problemas matemáticos de complejidad creciente que, automáticamente por la arquitectura de cada divisa, se adjudican a cada operación. Los mineros consumen gran cantidad de potencia informática así como eléctrica para certificar estas transacciones y convertirlas en código matemático compatible con el registro histórico de la cadena de bloques, razón por la cual reciben una determinada como incentivo para que sigan sustentando una actividad de creciente complicación y costes pero en la que se basa la inyección de nuevos capitales a este sistema.
 
La clave de las recién llegadas fintech
 
Mientras que cada vez se requiere una mayor capacidad de almacenamiento para alojar el registro histórico de operaciones con una de estas monedas, en el caso del bitcoin son ya algo más de 86 gigabytes, una menor cantidad de operaciones ofrecen recompensas a los mineros que las certifican mediante la correspondiente prueba de trabajo matemático que convierte toda la información de la operación en un hash algorítmico que recoge todos sus datos y se une coherentemente con la serie histórica. Así, los mineros cada vez reciben más ingresos por las propinas que los propios usuarios aparejan a sus operaciones para que sean verificadas en orden prioritario. Y todo mientras que ya hay en circulación 16 millones de los 21 millones de bitcoins que como máximo podrían llegar a existir, lo que supone el agotamiento de más de un 75% de su potencial.
 
Con este escenario, el mundo cada vez menos opaco de las criptomonedas se ha comenzado a percibir como un nuevo horizonte de negocio por los bancos y su creciente apuesta por el modelo de las startup de componente tecnológico enfocado hacia el mundo financiero, las conocidas como fintech. Ciertamente, otro factor que ha impulsado este salto del temor más visceral a posiciones más amistosas se encuentra en el entorno de bajos tipos de interés impuesto por los grandes bancos centrales que merma los márgenes del negocio tradicional de las entidades de crédito un trimestre sí y otro también a la par que previene a muchos ciudadanos de depositar sus ahorros en una cuenta tradicional.
 
Sin embargo, la estructura aún poco clara de las posiciones de poder en el mundo de las criptomonedas y sus fuertes bandazos de tasa de cambio frente a las monedas físicas, sigue previniendo a los reguladores de apoyar la barra libre en este mercado. Recientemente, la Comisión de Mercados y Valores estadounidense (SEC, por sus siglas en inglés) echó el freno al lanzamiento del que hubiera sido el primer fondo cotizado (ETF) referenciado al bitcoin y negociado en Wall Street. Desde latitudes más cercanas, el Banco Central Europeo (BCE) de Mario Draghi ha aplaudido recientemente el desarrollo de iniciativas tecnológicas en esta dirección, pero ha señalado que “las monedas virtuales no se clasifican como monedas desde una perspectiva de la Unión, [por lo que] sería más preciso considerarlos como un medio de intercambio, más que como un medio de pago”, según un informe al respecto publicado por la institución este último mes de octubre.
 
La evidencia es el creciente interés de la industria financiera tradicional por este modelo, como lo atestigua una reciente encuesta sobre tendencias publicada por la tecnológica IBM. Los planes para lanzar al mercado servicios comerciales basados en blockchain se han acelerado a un ritmo imprevisible hace solo unos trimestres y ya son varias las entidades y operadores de mercados financieros que tienen previsto debutar en este segmento antes de que llegue el año 2017. Si bien para el año que viene solo los más aventajados habrán puesto una pica en el negocio del bitcoin y las monedas digitales -un 15% de las instituciones consultadas, el porcentaje engordaría hasta superar el 50% solo tres años después, para el ejercicio 2020. Un restante 30% más rezagado no espera poder hacer lo propio antes de que llegue la próxima década, según datos del referido informe en el que la banca marca un ritmo ligeramente inferior al de otros jugadores de las finanzas globales como las sociedades de gestión de carteras.

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