Draghi se enfrenta a la sacudida del Brexit sin cartuchos en la recámara

Draghi se enfrenta a la sacudida del Brexit sin cartuchos en la recámara

Mario Draghi, presidente del BCE

El Brexit abre un escenario de inestabilidad que recuerda al del verano de hace cuatro años, cuando el BCE tenía todo por inventar. Ahora, poco le queda por implementar. La espantada de Reino Unido del seno de la Unión Europea ha vuelto a tambalear los cimientos económicos del club de países del Viejo Continente. Una vez más, la peor parte se la han llevado los países periféricos, pero esta vez el Banco Central Europeo (BCE) ya ha quemado todos los cartuchos a su disposición para evitar la debacle.

Aunque Reino Unido no ha formado parte de la Eurozona, ni había mostrado interés en hacerlo, su abandono al proyecto comunitario ha vuelto a hacer saltar las alarmas en torno al futuro de la moneda única. El miedo de los inversores viene ahora por la posibilidad de que lo ocurrido se repita en otros países que sí usan el euro y que en los últimos tiempos han visto acrecentar sus tensiones con Bruselas.

El auge de las facciones políticas antisistema en varios países de la Unión en los cuales se han de celebrar elecciones en un corto espacio de tiempo, y si no tanto sí que antieuropeístas, es lo que ha hecho temblar a las economías más débiles del club. Y no son otra que las periféricas que el verano de hace cuatro años sufrieron los efectos más devastadores de una agitada crisis de deuda que, entonces sí, el BCE pudo remediar poniendo sobre la mesa una artillería pesada que ha seguido usando y ampliando hasta el día de hoy.

Tanto en Francia como en Holanda distintas formaciones han pedido la celebración de referéndums de permanencia o retirada de la Unión Europea. En otros países, los discursos son más moderados pero también se aboga por una revisión integral de las relaciones con Bruselas en materias como la política del techo de gasto y el déficit público o la vinculación con los fondos comunes de cohesión y desarrollo. Y esta vez, para apaciguar el miedo de los inversores no quedan balas por disparar.

El pasado viernes, cuando a primera hora se confirmaba el sentido del voto de los electores británicos, el gobernador del Banco de Inglaterra emulaba a su colega de tierra firme al anunciar eso de que “no dudará en tomar cuantas medidas adicionales sean necesarias” para preservar la libra. Mark Carney ha reproducido prácticamente palabra por palabra las declaraciones que su homólogo en el BCE, Mario Draghi, pronució en julio de 2012.

Mientras que el británico ha logrado apaciguar ligerísimamente a los inversores, el italiano ni siquiera ha dado la cara para reforzar el mensaje. El papel de la entidad emisora se ha limitado a lanzar un comunicado asegurando liquidez para el sistema financiero en este viernes negro para las Bolsas y las arcas públicas europeas, con las periféricas a la cabeza. Ni una palabra sobre el programa de estímulos vigente y reforzado hasta extremos insospechados por los analistas mediante progresivas rebajas de tipos de interés y aumentos de fondos mensuales para recomprar deuda, hasta abrir la mano a las emisiones de bonos corporativos en euros, ya procedan de compañías radicadas en el Viejo Continente o fuera de él.

Con unas primas de riesgo desbocadas y unos índices bursátiles que marcan cotas similares a las de aquel verano de profundo castigo inversor de hace ya cuatro años, sólo un cartucho queda en la recámara de Draghi y su equipo: el programa OMT de compras de deuda ilimitada trazado en aquel 2012 y que nunca ha llegado a activarse. Sin embargo, gestores de grandes casas de inversión global ponen en duda incluso que la activación de este sistema fuera a tener efecto alguno pues probablemente el mercado se lo tomaría como un complemento de amortiguación más y no como una solución a los problemas de integración que vuelven a carcomer las bases de proyecto común europeo a la luz de lo ocurrido en Londres.

Más información