Burn Your Fire for No Witness

El tocadiscos

Burn Your Fire for No Witness

Burn Your Fire for No Witness, un disco de Angel Olsen

Angel Olsen Forgiven/Forgotten by Angel Olsen on Grooveshark

Este 2014 ha empezado dejando un reguero de corazones rotos. Por lo menos, entre las cantantes de folk más jóvenes y bellas de estos tiempos que, a cambio, nos entregan unos discos preciosos en los que nos cuentan sus rupturas. Pasó con Marissa Naddler, nuestra protagonista de la semana pasada y vuelve a suceder con Angel Olsen y su álbum ‘Burn Your Fire for No Witness’, sobre el que nos proponemos escribir ahora unas líneas.

Lo cierto es que las coincidencias no acaban aquí. Ambas militantes del ejército de las guitarras acústicas se conocen y han trabajado juntas en más de una ocasión, aunque lo que Naddler tiene de místico Olsen lo tiene de terrenal. Y, por lo tanto, o eso es lo que parece, su forma de superar el desengaño amoroso que parece habérsele venido encima es más rabiosa y violenta que la de su amiga, lo que se traduce en una orientación mas ‘rockera’ y distorsionada a la hora de elegir la instrumentación del disco.

Además, Angel se ha comprado una guitarra eléctrica y un amplificador, según puede verse en algunos interesantes vídeos más que circulan por la red, y endurecido el acompañamiento de sus temas, tanto cuando se presenta en solitario como cuando lo hace junto a su flamante banda que forman Joshua Jaeger en la batería y Stewart Bronaugh en el bajo y las guitarras. Dos músicos que, como puede apreciarse también en el disco, funcionan con solvencia y sin virtuosismo y añaden la potencia necesaria a las orquestaciones, para que las nuevas canciones de Olsen se acerquen, de vez, en cuando al sonido de los primeros discos de la Velvet Underground. Ese extraordinario grupo que formaron a finales de los sesenta Lou Reed, John Cale, Sterling Hayden y Maureen Tucker que es la referencia fundamental del rock ‘indie’, desde hace por lo menos tres lustros.

De algún modo, la Angel intérprete funciona para la Angel compositora como un sucedáneo de Nico, la cantante alemana del armonio, cortesana de la ‘Factory’ de Andy Warhol, como todos ellos, que prestó su voz al primer, y quizá, más maravilloso disco de aquella impresionante banda e hizo realidad los sueños húmedos de Lou. Sólo que su timbre de voz es mucho más dulce y su entrenamiento como ‘corista’ en los últimos grupos de acompañamiento de Bonnie ‘Prince’ Billy, le permiten dotar a su interpretación de las canciones con muchos más matices que los que solía aportar su, quizá involuntaria, inspiradora. Aunque por lo mismo, su ‘maldad’ es mucho más ingenua y más angelical. ¿Más conmovedora tal vez?

Tal vez, sea una simple cuestión de años. Angel todavía no ha cumplido los treinta y sus cicatrices aún no son demasiado profundas. Por eso no ha llegado a esos terrenos sentimentales devastados y glaciales que frecuentan en sus canciones mujeres de ‘armas tomar’ como Rickie Lee Jones o Marianne Faithfull. Pero sólo es cuestión de tiempo, actuaciones y, a lo mejor, un par de batacazos amorosos más.

Por acabar con las referencias más evidentes, también sería necesario mencionar a Mazzy Star, Leonard Cohen y, por supuesto, a Bill Callahan, el cantautor, bendecido por la crítica con quien Angel Olsen comparte productor. Ese John Congleton que últimamente es el invitado estrella de todas las fiestas.

La mano de este mago de la mesa de mezclas se nota y mucho aquí. Para bien, por supuesto. La sobriedad y el acercamiento minimalista que ha elegido para orquestar el álbum le sientan bien a esta colección de canciones. Once trallazos de rabia y desesperación en los que se mezcla el dramatismo y la truculencia de la historia que puede percibirse en el fondo, casi la raíz común de todas ellas, con la singularidad del momento que queda recogido en cada tema concreto.

Hay un par de momentos impresionantes en el álbum. Para empezar, ‘White Fire’, una letanía de folk de alto voltaje, en la que a lo largo y ancho de casi siete intensos minutos, Olsen realiza un desnudo integral de sentimientos que pone la carne de gallina al oyente. Luego, mi favorita, ‘Dance Slow Decades’ que se inicia con una suave voz ‘bamboleante’ mecida por una guitarra minimalista y después estalla sobre un corto y contudente acorde de guitarra enriquecido que recuerda aquellos guitarrazos impagables que solía prodigar Link Wray.

Y, como no, también está ‘Hi-Five’, ese medio tiempo ‘country’ servido con guarnición de guitarra distorsionada que nos trae a la memoria las primeras grabaciones de Chris Isaak y de nuevo, como no, a Bill Callahan, pero que adquiere una personalidad propia, gracias a la voz melodiosa de Olsen o los dos trallazos ‘velvetianos’, con los que empieza el álbum, ‘Unfucktheworld’ y ‘Forgive/Forgotten’, canción ésta en la que Angel hace suya una máxima del cantante cubano Noel Nicola al relacionar el perdón con el olvido. Sin olvidarnos de ‘High and Dry’, un ‘melocotonazo’ lleno de clase y chulería ‘rockera’ que tampoco pasará desapercibido.

En nuestra opinión, Angel parece haber dado en el clavo con esta segunda entrega, que resulta menos ‘vintage’ y folkie que ‘Half Way Home’, su disco de 2012, y en la que abre un camino algo distinto a lo que hubiéramos esperado de ella, a tenor de aquel primer álbum. Este ‘Burn Your Fire for No Witness’ no es una obra maestra, pero resulta más que esperanzador y, al menos desde el punto de vista de quien esto escribe, asegura casi tres cuartos de hora de sano entretenimiento, hace pensar y deja un halo de belleza melancólica y vigorosa flotando en el aire cuando termina. Anímense a escucharlo y opinen por si mismos.

Más información