«La libertad del diablo» lleva la violencia mexicana a la Berlinale

La butaca

«La libertad del diablo» lleva la violencia mexicana a la Berlinale

Libertad del diablo

«Nace de la necesidad de hacer una reflexión de lo que fue un periodo hiperviolento en México». El cineasta mexicano Everardo González da voz a las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, a los sicarios y a las fuerzas de seguridad del Estado en su último trabajo, «La libertad del diablo«, un documental psicológico en el que los testimonios se entrelazan en una especie de autoconfensión.
 
«En el año 2012 en México se empieza a discutir el concepto de daño colateral en referencia a los muertos civiles de lo que se conoció como la guerra al narcotráfico, que duró diez años y que todavía tiene su periodo de posguerra hoy», declara a dpa el cineasta con motivo del estreno mundial hoy de su película en la sección Berlinale Special, del Festival de Cine de la capital alemana.
 
«Nace de la necesidad de hacer una reflexión de lo que fue un periodo hiperviolento en México», comenta González, que lleva 16 años haciendo documentales y que reconoce que este trabajo, que le llevó cinco años, fue «complicado».
 
El documental, en el que sus protagonistas aparecen con el rostro cubierto por máscaras, presenta las historias de algunas de las víctimas de esta guerra contra el crimen organizado en México, que en cinco años ha dejado un saldo de más de 100.000 ejecutados y más de 300.000 víctimas indirectas, como son los hijos, las esposas o padres.
 
«Con las máscaras quería probar qué tanta empatía se podía generar sin la presencia de un rostro», explica. «Con la gente hicimos un ejercicio de espejos. Veían su propio reflejo y era una especie de autoconfesión de alguna manera. Era un ejercicio medio psicoanalítico. Un documental psicológico», agrega.

Pero no sólo da voz a las víctimas, sino también a quienes cometen los actos de violencia. «Hay muchos temas vetados todavía en México como hablar de la participación del Ejército en temas criminales o de la propia Policía», comenta sobre los testimonios de un Policía y de un militar huido, que vive escondido desde hace muchos años para evitar que lo encuentre el Ejército.
 
«Nunca se ha visto al Ejército hablar. Nunca se ha oído a la Policía reconocer que son contribuyentes del volumen de cadáveres en las fosas clandestinas, igual que el Ejército», señala sobre su película que en su opinión será «impactante» por este motivo cuando se proyecte en México.
 
«Sacar al Ejército a la calle es algo que solo sucede en situaciones muy extremas», indica. «Sacarlos a las calles es fácil. El problema es regresarlos a los cuarteles. Una vez que prueban el poder y prueban esa sensación que les otorga atemorizar a la población no quieren volver a los cuarteles. Y ése es uno de los grandes errores», opina.
 
Junto con estos testimonios, el film recoge entrevistas con sicarios, víctimas, familias de víctimas, desenterradores, personas de muchas partes del país, como por ejemplo, de Reynosa, de Culiacán, de Ciudad Juárez, de Iguala Guerrero o del Valle de México, muchos exiliados o escondidos. «Traté de hacer una especie de retrato de lo que es vivir hoy en México, al menos en ese escenario», explica.
 
Para González, filmar a sicarios fue «duro» e implicó muchos protocolos de seguridad. «Es como quitarse un velo de encima. Es ver una parte de la realidad un poco cruda. Supongo que le pasa mucho a la gente que es testigo de la guerra, de la violencia», declara sobre estos jóvenes que reconocen que sumar más asesinatos da poder y que llega un momento en el que no se siente nada al matar. «La recompensa es el dinero», dice uno de ellos en un momento del film.
 
La fascinación de los jóvenes por los narcotraficantes es, en opinión del cineasta mexicano, una fascinación por transgredir, pero también un asunto cultural. «A México le gustan los bandidos. Enaltece mucho a sus bandidos, a los que golpean al poder», señala.
 
La película salta a lo largo de 74 minutos de un rostro cubierto a otro, de las lágrimas de una madre o de unas hijas, al terror que aún viven las víctimas de la Policía. De entre todos los testimonios, González destaca el de una madre que perdió a sus dos hijos. «Siempre es duro oír a una madre que desentierra con sus manos los cuerpos de sus hijos en medio del desierto», afirma.
 
González quería hacer una película para hacer ver que «todos somos parte del mismo problema, solo que nos toca nacer en lugares distintos en circunstancias distintas», aunque reconoce que la violencia forma parte de México desde siempre. «La historia de México siempre ha estado bañada en sangre. Sí. Somos un pueblo violento, una sociedad violenta», declara.
 
Respecto al futuro, el cineasta se muestra muy pesimista. «No le veo final a la guerra, porque vamos a seguir siendo un corredor de todo lo bueno y todo lo malo que tiene que llegar al norte del hemisferio», opina.
 
Tras más de diez años, la lucha contra el narcotráfico ha fracasado y tener frontera con Estados Unidos ha traído «muchos problemas» a México como es el consumo de droga y la cantidad de armas que llegan desde ese país, como la nueve milímetros, denuncia el cineasta.
 
«Ha sido un fracaso la política de persecución a las drogas», indica González al mismo tiempo que alerta que se va a recrudecer la situación en torno al narcotráfico por mucho que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenace con montar un muro.
 
«No va a cambiar nada. Es pura demagogia», declara sobre el nuevo mandatario estadounidense, que en su opinión, «va a llegar a hacer una ‘fiesta’ para todos». «Hoy son los mexicanos, pero le va a tocar a todo el mundo pronto», agrega.

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