Mark Eitzel aumenta su leyenda con ‘Hey Mr. Ferryman’

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Mark Eitzel aumenta su leyenda con ‘Hey Mr. Ferryman’

Mark Eitzel

El cantautor californiano publica otra excelente colección de canciones de ritmo pausado y ambiente crepuscular. Hace ya unos cuantos años que Mark Eitzel, el antiguo líder de American Music Club, ha definido con claridad su estilo. Hay matices, por supuesto, y es en ellos donde se encuentran las pequeñas diferencias que convierten a este artista en un tipo peculiar y único. Pero todo es muy sutil y tranquilo. Sin histrionismos ni sobreactuaciones.
 
Eitzel es un cantautor, perfectamente inmerso en la tradición americana, con toques ‘country’, melodías perezosas que parecen haber madurado en las mismas barricas que las que usaba J.J. Cale, guitarras soñadoras y un agradable tono crepuscular y dulzón que lo envuelve todo.
 
Y eso, vuelve a ser, básicamente, lo que volvemos a encontrar en cuanto los bafles empiezan a escupir los primeros acordes de ‘The Last Ten Years’, la primera canción de este ‘Hey Mr. Ferryman’, del que nos ocupamos hoy, un medio tiempo que crece tras cada escucha y que se ha convertido en mi canción favorita del disco, por el momento.
 

 
El tema marca la tónica general de un disco que, a pesar de las apariencias y la austeridad que se le supone, esconde bastantes secretos entre los ropajes instrumentales que visten las doce canciones (trece ‘tracks’ porque se ofrece una mezcla alternativa de la pastoral ‘An Answer’), incluidas en un disco que aporta 58 minutos de música de gran interés.
 
Pero eso no significa que el disco no muestre una evolución evidente en el trabajo de Eitzel. La hay, pero no supone, al menos en un principio, un giro brusco sobre lo que ya conocíamos. Quizá por esa voz inconfundible, a veces cerca del Leonard Cohen joven y otra de Gerry Raferty o Justin Hayward, que le aporta unidad y sentido a todo lo que suena.
 
Eitzel lleva tiempo, además, en busca de esa mutación de su sonido que le acerque más a los registros de los cantautores británicos de los setenta, o de grupos de rock sinfónico que permanecieron fieles al formato canción como The Moody Blues. Algo un poco más dulce, ligero y ‘producido’, por decirlo así.
 

 
Y para conseguirlo, el californiano se ha encerrado en un estudio del Londres más brumoso, ciudad en la que ya había trabajado antes, pero en la que nunca había llegado a grabar un disco entero. Y también ha buscado un cómplice adecuado para la operación, aunque a priori no pareciera estar en la misma longitud de onda.
 
Se trata de Bernard Butler, el guitarrista original de Suede, que ya cumple unos cuantos bienios como productor todo terreno. Aquí Butler se ha implicado bastante a fondo y, además de controlar las mezclas e intervenir decisivamente en los arreglos ha tocado las guitarras eléctricas, los teclados y el bajo en todos los temas.
 
Butler ha contado con Mako Sakamoto, su batería habitual y con el apoyo de la vocalista Tanya Mellote y de algunos invitados ocasionales como Chris Metzler, Laura Ballance y Mac McCaughan. Un equipo ‘corto’ en su número de integrantes pero solvente y acreditado.
 
Además, claro, Butler ha confíado mucho en las guitarras acústicas de un Eitzel que saca gran partido de su particular forma de entender el ‘fingerpicking’ y de una economía de medios al acompañarse que no le impide alcanzar altas cotas de musicalidad y expresividad como guitarrista.
 
Aunque lo suyo es cantar. O contar mejor dicho. Sabe lo que hace y lo hace bien. Con 58 años cumplidos y pocas cosas que demostrar ya, Eitzel aún entrega canciones de esas que se adhieren casi a la piel del oyente y permanecen en ella durante bastante tiempo. Una característica de la que pocos de sus contemporáneos pueden presumir.
 
Pero, no nos engañemos, este no es un disco de vanguardia, ni marca la dirección que tomará el pop en los últimos años. Por no tener, no tiene ni un triste auto-tune que llevarse a la boca. No. No es un álbum moderno de esos que se llevan ahora, cuando hasta algunos viejos artistas country se han convertido en profetas futuristas.
 
Así que es posible que este disco qno le guste a todo el mundo, incluso que algunos viejos fans no estén de acuerdo con las ampulosas orquestaciones de guitarra y teclado que Butler ha introducido por aquí y por allí. Pero vamos, que tampoco estamos ante algo parecido a lo último de Mike Oldfield. Yo que ustedes, le echaría un par de escuchas a ver qué pasa.

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