Buscabulla, fría sensualidad latina

Notas Alternativas

Buscabulla, fría sensualidad latina

Buscabulla

El dúo portoriqueño encuentra nuevos caminos para la música caribeña gracias al arsenal sonoro que traen las nuevas tecnologías. Hay que rendirse a la evidencia: muchas veces Nueva York se ha convertido en la ciudad-laboratorio en la que se produce la verdadera evolución de la música latina. Sobre todo, cuando aparecen proyectos como Buscabulla que transforman las rítmicas añejas y hacen avanzar hacia el futuro sonidos que parecían condenados al ostracismo.
 
Se trata de un dúo formado por Raquel Berrios y Luis Alfredo Del Valle ,dos artistas portorriqueños de última generación residentes en Brooklyn que empezaron a encontrar una voz y un estilo propios hace unos años, mientras reconstruían a su manera algunos grandes éxitos latinos con la ayuda de la electrónica y las nuevas tecnologías.
 
El resultado era sorprendente y hermoso, a pesar de que, en ocasiones, el calor habitual de los ritmos tropicales parecía haber recibido un disparo de hielo recién licuado. Pero la sensualidad de la voz de Berrios, lejos de la exuberancia vocal de las grandes damas de la salsa, basta para provocar cualquier incendio.
 
El nuevo sonido, conectado también con tendencias callejeras modernas como el ‘trap’, se consolidó gracias a un puñado de canciones de composición propia que expandieron, casi hasta el infinito, los límites del experimento y que llamaron la atención de los artistas más vanguardistas de la ciudad de los rascacielos.
 
Y así, poco más o menos, fue como Dev Hynes, el hombre detrás del proyecto Blood Orange se convirtió en el productor de sus primeras, e impactantes canciones, un puñado de temas que situaron a Buscaballa en los radares de todas las webs especializadas y en las pistas de baile sin miedo a la diversidad.
 
Y ahora llega ‘Tártaro’, un tema que huele a número uno global, en el que Berrios y Del Valle rinden homenaje a Frankie Ruiz, el inventor de la ‘salsa erótica’, un género que sedujo a las masas en la década de los ochenta. La canción funciona y es un contrapeso contundente contra el reggaeton chabacano que nos invade. Helado de nata bañado en caramelo caliente. Delicioso, de verdad.
 
 

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