Mary Halvorson Octet recupera el vértigo de las vanguardias en ‘Away With You’

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Mary Halvorson Octet recupera el vértigo de las vanguardias en ‘Away With You’

Mary Halvorson, ‘Away With You’

La guitarrista de Massachussetts confirma su buen momento de forma en el primer disco de su flamante octeto Cuenta la leyenda que allá por 1974 el crítico musical Jon Landau publicó un artículo que empezaba así: “Hoy he visto el futuro del rock and roll. Se llama Bruce Springteen”. Y debía estar muy seguro, porque posteriormente se convirtió en el manager del artista de New Jersey a quien consiguió llevar de la mano hasta la cima.
 
No sabemos si alguno de los muchos críticos de jazz que en estos días se muestran fascinados por la música y la actitud de la guitarrista de Massachussetts Mary Halvorson le va a suceder lo mismo que a Landau. Pero si podemos dar fe de que unos cuántos plumillas han escrito ya algo parecido a aquello.
 
Y sí. Es probable que Halvorson sea el futuro del jazz. Aunque, en ese caso, habría que añadir que el futuro ya está aquí. Tras diez años de carrera imparable y una buena multitud de proyectos, cada uno más interesante que el anterior, la guitarrista, arreglista y compositora ha reconvertido su banda en un octeto y, con este formato, ha publicado este singular album, titulado ‘Away With You’. El disco del que nos ocupamos hoy.
 

 
Ya sea por el impacto de las colaboraciones entre Kamashi Washington y Kendrick Lamar, o por la obra final de David Bowie, aquel maravilloso ‘Blackstar’ de triste recuerdo, o porque ya tocaba, lo cierto es que la renovada alianza entre el jazz y el pop está dando frutos, incluso comerciales, y permite que, de vez en cuando, trabajos, en principio minoritarios como este, alcancen el centro del escenario.
 
Pero para conseguirlo Halvorson no se ha planteado hacer la más mínima concesión. Más bien al contrario. En estos cincuenta y seis minutos de música cerebral y exigente repartidos en ocho canciones más bien largas, hay mucho material de primera categoría y un discurso musical coherente, moderno e innovador. Pero nada más, ni nada menos.
 
No encontrarán ustedes aquí nada parecido a uno de esos temas instrumentales que uno puede tararear o silbar. En absoluto. Si quieren pasárselo bien con esto, más vale que estén dispuestos a realizar una desconexión en toda regla. En caso contrario, no van a ganar nada y, con seguridad, perderán el tiempo.
 

 
Puede que todo sea más fácil si uno es aficionado al jazz o, como es mi caso, tiene cierta afición por la guitarra, ese fascinante instrumento de seis cuerdas que es en si mismo un universo sonoro inabarcable donde siempre pueden descubrirse cosas nuevas. Sobre todo porque Halvorson tiene un toque cristalino, preciso y bello que cautiva desde la primera escucha.
 
Sólo por eso, por ese inicio que vale por unas cuantas lecciones de música moderna, pulsación y toque que encontramos en ‘Spirit Splitter (nº54)’, la canción que abre el disco y todavía mi canción favorita por el momento, ya habría muy poco que añadir. Excepto reiterar la advertencia a los impacientes de que se abstengan. Y recordarles que esto no es música de fondo.
 
La configuración de este octeto también merece un comentario aparte. Halvorson ha reclutado un equipo de primera clase en el que se integran sus dos socios de siempre, Chess Smith a la batería y John Herbertal bajo, los miembros numerarios de su trio original. Y está claro que este par de ‘cracks’ se saben de memoria el libro de instrucciones de la jefa. Tocan lo justo y lo tocan bien.
 
Sobre esos cimientos es fácil construir un edificio, desde luego. Pero, en este caso, la estructura básica se complementa con el concurso de Susan Alcorn, la última adquisición de la banda, que se encarga de tocar el pedal steel. Sus evanescentes soportes armónicos son fundamentales para el sonido final de esta maravilla.
 
Curiosamente, en los últimos tiempos, este instrumento, antes relegado a las tareas clásicas de aportar el colorido fronterizo a los temas del country clásico, gana mucho protagonismo. Quizá por sus increíbles cualidades de naturaleza analógica y la pegada de sus sonoridad ‘vintage’. Y no podemos menos que celebrar esta moda.
 
Esperemos que no sea pasajera. Ya saben que hace unos meses reseñamos en este mismo espacio el último disco de Daniel Lanois, una perturbadora maravilla titulada ‘Good Bye To Language’, dedicado casi íntegramente a explorar las posibilidades sonoras de la combinación de esta familia de instrumentos basados en la pulsación por deslizamiento, el famoso ‘slide’, con los trucos casi infinitos que aportan las nuevas tecnologías.
 
Aquello estaba bien, claro. Pero esto es otra cosa. Aquí el pedal steel está completamente integrado e interactúa sin problemas como enlace entre el trío de ritmo formado por la guitarra, el bajo y el batería y la sección de vientos compuesta por Ingrid Laubrock en el saxo tenor, Jon Irabagon en el saxo alto, Jacob Gardiner en el trombón y Jonathan Finlayson en la trompeta.
 
El conjunto suena estupendamente. Hay un poquito de King Crimson, ya se sabe que la sombra de Robert Fripp es inmensa, otro poquito del mejor Michael Nyman, el del principio y algún detalle sonoro que nos evoca la limpieza de los arpegios de Joe Pass o West Montgomery. Aunque Mary Halvorson trabaja otro género y lo que hace no es comparable a casi nada de lo que ustedes o yo hayamos podido escuchar antes. Un placer, ya les digo.

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