Weyes Blood encuentra su estilo en ‘Front Row Seat To Earth’

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Weyes Blood encuentra su estilo en ‘Front Row Seat To Earth’

Weyes Blood

La cantautora de Portland pone al día el sonido de los grandes escritores de canciones de los setenta en su nuevo disco. Se llama Natalie Mering, pero se la conoce como Weyes Blood. Y este ‘Front Row Seat To Earth’ del que nos ocupamos hoy es su cuarto disco. También es el primero que tengo el placer de escuchar y, les aseguro desde ya, que no será el último. Porque es una de las sorpresas más agradables que me he llevado en lo que va de año.
 
La conocí gracias a un buen amigo, de cuyo criterio siempre he podido fiarme, que me pasó el link de Spotify. A primera vista no me resultó muy atractivo. Sobre todo por esa típica foto de portada en la que una chica satinada de pelo largo vestida de gala, remataba su atuendo con unas zapatillas de deporte destartaladas.
  
Luego supe que para algunos críticos esa combinación entre lo suntuoso y lo cutre, o informal es una de las características más espectaculares de la chica. Para los de Pichtfork, en concreto. Lástima que a mi no me sirva esa imagen como lanzadera metafórica. Sobre todo porque esa combinación de traje con bambas, por estas tierras tiene bastante poco de sorprendente.
 

 
Los más viejos del lugar recordarán sin duda que así era como se presentaba en sociedad Emilio Aragón cuando daba sus primeros pasos en las televisiones privadas allá por la década de los noventa del pasado siglos y grababa disco ‘animadillos’ con canciones en las que hablaba, entre otras cosas de una tal “Paloma que me han dicho que es de goma”.
 
 En fin, que por ese camino, había muy poco que hacer. Pero en los asuntos musicales hay una prueba del nueve infalible que no es otra que poner la oreja y ver que pasa. Sin mayores prejuicios. Y a ello me puse, un tanto escéptico la verdad, porque las sensaciones iniciales, como ya he dicho, no eran buenas.
 
 Pero mejoraron rápido. El disco empieza bien. Con unos sugerentes acordes de piano entre los que se abre paso una voz doliente y suave que entona una de esas canciones de reconocimiento de los pecados cometidos que tanto se repiten últimamente. Pero esta tiene algo. Se llama ‘Diary’,es hipnótica y me trae algún recuerdo ácido. Como las canciones primerizas de la gran Judy Collins.
  
Es un tema largo. Supera los cinco minutos y gana peso con la adición de nuevos instrumentos que generan una atmósfera inquietante. Entre tóxica y liberadora. Y sin que el arpegio de teclado con el que comienza el tema deje de sonar. Los juegos aquí son más ambientales que armónicos. Y también me traen a la memoria a esa Enya primeriza que tan bien empezó. Aunque luego no terminara de la misma manera.
  
No es exactamente eso, pero si que hay alguna conexión con la música celta de siempre y ciertas cualidades evocadoras que nos lleva a las cercanías de las sonoridades de la música de cámara. Un poco como la fantástica Julia Holter, pero un poco menos vanguardista. Más cercana al mundo de los escritores de canciones de los setenta como Randy Newman.
 
Un poco de misticismo y un mucho de conexión con la realidad del momento. Sobre todo en unos textos que se alejan de las veleidades pseudo religiosas y prefieren las temáticas abiertamente terrenales. Un contraste que funciona más que bien y que puede disfrutarse, incluso si uno no maneja bien el idioma de Shakespeare, gracias a esos traductores ‘on line’ tan útiles que proliferan en la Red.
 
Mering ha coproducido con Chris Cohen, un multiinstrumenstista de altos vuelos y el resultado de esta colaboración es muy interesante. Una mezcla de samples, instrumentos eléctricos y acústicos y filigranas ambientales que suele funcionar y en la que siempre hay alguna sorpresa prevista para dar satisfacción al oyente con paciencia. Esas recompensas ocultas en las grabaciones a las que sólo acceden los sibaritas del sonido.
 
Es como si a estas alturas de su carrera a Weyes Blood le apeteciera madurar, y acercarse a los gustos de la población ‘adulta’ sin perder del todo la frescura de los nuevos tiempos. Lo malo es que hay fronteras que una vez traspasadas marcan tanto que no resulta fácil volver atrás. Salvo que te llames David y te apellides Bowie, claro.
 

 
Pero, eso no es necesariamente malo. No si Natalie consigue repetir, y mejorar, en el futuro temazos del calibre de ‘Generation Why’, mi tema favorito del disco por el momento. Una canción de corte clásico y reminiscencias ‘folkies’ que se alarga más allá de los cinco minutos sin llegar a aburrir por el camino gracias, sobre todo, a una melodía que se queda grabada en la memoria.
 
Hay otras muchas así, en esta colección de sólo nueve canciones, largas y trabajadas, que se extienden a lo largo de 44 minutos y que deja con ganas de más, una vez que se concluye la escucha. Lo que, sin duda, también es una virtud, cuando alguien ha decidido avanzar por caminos inciertos sin miedo a los convencionalismos.
 
En fin, que estamos ante un disco excelente en el que Weyes Blood parece haber encontrado la salida a ese callejón ciego en el que se mueven, hoy por hoy, muchos cantautores modernos y que se sitúa entre el adanismo y el pastiche. Y, de acuerdo. No es perfecto, ni mucho menos. Pero ilusiona.

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