Camp Cope firman un buen disco de debut en ‘Camp Cope’

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Camp Cope firman un buen disco de debut en ‘Camp Cope’

Camp cope

El trío de Melbourne rescata la magia de las canciones sencillas de aliento rockero y letras intensas y personales. En una entrevista reciente, el veterano guitarrista Phil Collen, miembro de Def Leppard, una de las grandes bandas del heavy metal británico de la década de los 80 del pasado siglo, aseguraba, sorprendentemente, que había muchos más chavales-as que se habían decidido a empuñar la guitarra después de oír a Kurt Kobain que después de quedar atónitos con un solo de cualquier guitar héroe de guardia.
 
La afirmación puede resultar curiosa por venir de dónde viene. Pero es absolutamente cierta. Y quizá no sea demasiado extraño, en realidad, que Collen piense de esta manera. Al fin y al cabo, los Leppard siempre han destacado por dar una absoluta prioridad a las canciones, por encima de cualquier otra consideración.

Una característica que ya en su momento les convirtió en una de las formaciones más atractivas de su época y que ha permitido a su obra perdurar en el tiempo, e incluso, resultar ahora, mucho más fresca y radiante que la de la mayoría de sus competidores de una época demasiado marcada por los peinados, las mallas ajustadas y los estribillos de usar y tirar.
 

 
Collen lleva razón, claro que sí. Por mucho que la tecnología haya avanzado y que las expresiones artísticas que hacen uso de ella, en lo musical y en cualquier otro campo, tengan una evidente dimensión contemporánea, a la hora de la verdad, la guitarra mantiene su condición de instrumento preponderante entre los aficionados tempranos.
 
Es lógico, se mire por donde se mire. La guitarra es un instrumento que puede adquirirse a precios asequibles, fácil de transportar y que permite con gran facilidad a las mentes creativas empezar a desarrollarse sin mucho más que el seguimiento del impulso primario y más básico. Aquello de cuatro acordes, un ritmo, un montón de cosas que decir y un modo particular de hacerlo.

Y, periódicamente, cuando la música pop se sofistica demasiado, suele aparecer alguien o algo que devuelve todo al punto de partida. Llámese Kurt Kobain, Marc Bolan, Bob Dylan, Patti Smith o Johnny Rotten. Además, se trata de una línea estética que puede estar, más o menos, sumergida en cada momento histórico, pero que siempre está ahí.
 
Ultimamente, mientras el r&b se sofistica cada vez, y el uso de las técnicas de sampleado alcanza dimensiones desconocidas y completamente inesperadas, los nuevos guardianes de la llama parecen proliferar en Australia. Y, además, abundan también las postulantes de género femenino lo que, sin duda, resulta de agradecer.

Tenemos, por ejemplo, a Courtney Barnett y también a Georgia McDonald, alias Georgia Maq, la líder de Camp Cope, de cuyo disco de debut, titulado con el mismo nombre que el grupo, vamos a ocuparnos hoy.

De hecho, Camp Cope es una banda montada alrededor de las canciones compuestas por Georgia Maq, una joven poetisa y guitarrista que solía interpretar sus temas en solitario, con cierto éxito, por la zona de Melbourne, lugar de donde es originaria, mientras trabajaba como enfermera en un hospital.
 

 
Después, probablemente convencida de que sus historias necesitaban algo de vitamina rítmica y una dosis adicional de ruido, se puso en contacto con la bajista Kelly-Dawn Hellmrich y con la batería Sarah Thompson y tras unos cuantos ensayos y un mucho de carretera, todo estuvo listo para buscar un estudio y grabar el resultado de sus esfuerzos.

Y, amigos, la maravilla es qué, sin mayores aditamentos, ni pirotecnias, el resultado de este proceso tiene todo lo que tiene que tener para resultar interesante, atractivo y llamar la atención sobre las posibilidades de futuro de una aventura que no ha hecho más que comenzar y puede tener todavía mucho recorrido.

La única pega, por poner alguna, es que la muestra es aún demasiado pequeña, sólo 36 minutos de música repartidos en ocho canciones, para saber si Camp Cope puede llegar más lejos, o será una bonita historia que terminará pronto. Pero también de muchas bandas incapaces de hacer más de un disco relevante está llena la historia del mejor rock and roll de todos los tiempos.

Si se atreven a intentar descifrar el mundo de esta cantautora eléctrica australiana, resulta recomendable que lo hagan armados con un buen traductor ‘on line’, o en su defecto un diccionario de inglés-español de toda la vida. Como suele suceder en este estilo, las letras tienen aquí una importancia fundamental. Porque Georgia Maq, como Angel Olsen y otras artistas jóvenes de la última hornada se caracterizan sobre todo por tener una gran capacidad de expresión y muchas cosas que decir.

Así que a la espera de que está historia continúe, o no, mi recomendación es que le dediquen algo de tiempo a esta propuesta llegada de las antípodas, profunda, reconfortante y, más que sofisticada, en su simpleza que demuestra, una vez, más que aquello de que una buena canción se compone de tres acordes y la verdad, sigue siendo cierto.

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